Imagen: cpariasgonzalo.centros.educa.jcyl.es
En Portugal se pone en marcha un nuevo Estatuto del Alumno y Ética Escolar que pretende que los alumnos falten menos a clase e incluso sus padres sean multados si eso ocurre. Es una de las medidas que recoge el texto aprobado por el Consejo de Ministros luso cuyo objetivo se centra en la mejora de la educación de los niños, no solo en el colegio, sino a través de sus padres y madres en el hogar.
De esta forma, ahora en Portugal, los niños y niñas que no justifiquen sus faltas a clase no sólo serán reñidos por ello, sino que serán sus padres los que tengan que pagar por tal falta de orden y disciplina a través de sanciones económicas o supresión de ayudas. Según leemos en el diario ABC (www.abc.es), la culpa será compartida en esta ocasión y se prevé además que los alumnos que excedan el número de faltas se les encomienden tareas socialmente útiles para el colegio o para la comunidad y necesarias para que los alumnos puedan recuperar su aprendizaje.
De esta forma el gobierno portugués, a mi entender, ha dado un salto educativo importante por el que se establece un parámetro indiscutible y muy positivo en el aprendizaje de los alumnos como es el respeto al trabajo de los que te rodean. Respeto ya no sólo a los profesores que ven como se les atrasa el temario por culpa de aquellos niños y niñas que faltan día sí, día también, sino el respeto a los propios compañeros de clase.
Y quizá las constantes reformas educativas que plantean los gobiernos entrantes para borrar lo ya hecho, sea bueno o malo, por los anteriores regentes de un país no lleven a nada mientras no se unifiquen los criterios de respeto y disciplina. Algo que también habría que achacar a los padres que, a través de tanta permisibilidad, han provocado que los niños tengan más poder en el colegio que hasta el mismísimo director.
Por eso aplaudo la iniciativa del gobierno portugués y espero que sirva como hoja de ruta para aquellos que prefieren hacer recortes solo para sanear cuentas, cuando lo importante es no descuidar la educación o el respeto, porque si las futuras generaciones no aprenden a través de una correcta educación, no habrá reforma que salve el obstáculo de la incultura popular.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…
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