Siempre nos aconsejan que pensemos las cosas antes de hablar o de actuar. Importante filtrar nuestros pensamientos, pero no porque sea mejor ser hipócritas o mentirosos, sino porque aunque tengamos claro lo que queremos decir, debemos ponernos en lugar del otro a la hora de iniciar la comunicación del mensaje.
Llámalo empatía, llámalo tacto, llámalo educación... no podemos espetarle a nuestro interlocutor lo primero que se nos viene a la cabeza porque podemos herir sus sentimientos. Debemos aprender a defender nuestras ideas sin convertirlo en una imposición de las mismas... por eso decimos que a veces (la mayor parte de las veces) menos mal que no se oye lo que pienso.
A colación de lo que nos reflexiona Iñaki, tenemos además una segunda interpretación de la imagen, y es que aunque "menos mal que no se oye lo que pienso..." en ocasiones me comporto como si sí que pudiéramos leernos el pensamiento... y es que seguro que en más de una ocasión pensamos que una simple sonrisa y/o falta de ella, una mirada, un gesto, un ademán de desdén o un silencio consciente desvelan lo que pensamos y encima estemos convencidos de que "estaba claro, ¿no?, seguro que él/ella sabe exactamente porqué me he comportado así....".
Perdonarme, pero no. No tenemos poderes mentales (y si alguno/a los tiene por favor que lo diga... o no, mejor no) y no nos leemos la mente, por tanto no nos comportemos como si lo hiciéramos.
Seguro que más de uno/a ha tenido algún amigo/a que ha dejado de serlo por un malentendido, por una conversación no mantenida y por una interpretación subjetiva. Llegado el momento es posible que lleguemos a relativizar y restarle importancia... pero ha pasado tanto tiempo que ya pensamos que no vale la pena.
Pensamos esto de la gente que conocemos en nuestro día a día, pero sobre todo incrementamos "nuestros poderes" cuando encima hay una relación de mayor confianza de por medio. Pensamos que el hecho de conocer a alguien, ser su amigo/a, pareja, familia... da derecho automático a la línea de pensamiento y efectivamente ha de "leer" lo que nos pasa por nuestra mente.
Efectivamente, esto es bidireccional.
No sólo hacemos como si nos leyeran la mente, sino que además en ocasiones "leemos" la de los demás!!!, es decir, ponemos palabras en la boca de las personas e interpretamos sin dilación gestos, muecas, comportamientos...
Quizás alimenta menos nuestra imaginación, quizás "da menos vidilla", ... pero... ¿no sería mejor preguntar directamente? ¿no sería mejor no presuponer y hablar las cosas?
Entrada publicada originalmente el 5 de marzo de 2013. Revisada para la selección de clásicos que estoy publicando todos los lunes y jueves del mes de agosto bajo el hashtag #Summer2020