Revista Educación

Menos mal que no soy juez

Por Siempreenmedio @Siempreblog

25 enero 2014 por JLeoncioG

Las noticias del juicio por el asesinato de Asunta Basterra, la niña que fue asesinada hace unos meses en Galicia me trae a -y perdonen la expresión vulgar- mal parir. Cada vez que escucho o leo informaciones al respecto me entran unos sudores y no cabe en mí mayor indignación. Sus padres, Alfonso Basterra y Rosario Porto están metidos en el barro hasta arriba, y pese a que son presuntamente inocentes, todas las pruebas que salen cada día a la luz pública no hacen sino hundirlos más en un lodazal de manifiesta ignominia.

Me resulta muy duro llegar a pensar que alguien puede hacer sufrir a un niño o a una niña. Máxime cuando son sus propios padres los que se encuentran en el ojo del huracán. No quisiera ni pensar en el calvario que tuvo que sufrir esta criatura, por lo que todo el mundo dice listísima, durante los últimos días y horas de su vida. Y no puedo hacerme a la idea del tamaño de la maquinación que puede surgir en la cabeza de alguien para perpetrar tremendo crimen doble: por un lado el de infligir sufrimiento, psíquico o físico, a una personita inocente, y por el otro el de quitarle la vida.

En mi pueblo vivía un señor que tenía problemas mentales muy fuertes. Era conocido por Tomás “el de la Charca” o Tomás “el loco” . Pese a que no era violento, de vez en cuando perdía -aún más- los papeles y reaccionaba mal. Se trataba de una persona muy fuerte, caminaba rápido hacia todos los sitios, espaldas dobladas, cabeza rapada al cero. Imponía mucho su imagen. Un día lo vi abalanzarse contra una señora en la calle que iba acompañada de un niño: le aflojó tremendo empujón contra un escaparate, y cuando la mujer aún no había ni reaccionado, le dijo alzando la voz: “al niño no se le pega”. Aquella señora venía calle abajo dándole moquetes sin piedad a su hijo, y se encontró con la inflexible ley de Tomás de frente, que la condenó con la misma moneda que ella usaba.

Vivimos en un mundo cruel, en el que todo lo que nos rodea está manchado de mierda, de violencia y de dinero. Pero cuando se trata de la infancia esas manchas son aún más inmundas y apestosas. Pierdo los nervios con el dolor. Si yo tranco a los padres de Asunta en un renuncio en el juicio, les aseguro que, como Tomás a aquella señora, los reviento.

Menos mal que no soy juez.


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