Este año el Día del Libro se tiñó de luto, ya que el pasado 23 de abril nos dejó Jose María Ponce Sáiz. Seguramente el nombre de este ilustrador no les dirá nada a los más jóvenes del lugar, pero los más talluditos le recordamos por haber dejado su sello en cabeceras tan conocidas como El País, Diario 16, Muy Interesante o la mítica MicroHobbby, y también en libros de texto para cursos ya extintos como EGB, BUP o COU. Y digo lo del sello porque precisamente este autor era conocido por esconder su firma en sus ilustraciones, generalmente de forma bastante ingeniosa. Por eso, cada vez que caía en nuestras manos una nueva revista con su arte en portada o cambiábamos de tema en el libro de sociales, el primer ritual era encontrar la rúbrica de Ponce.
Sin embargo, en este texto no os voy a relatar la vida y obra de este artista. Si queréis saber más sobre su trabajo, lo mejor es que escuchéis la estupenda entrevista que le hizo Jesús Martínez del Vas para el podcast de El Mundo del Spectrum hace unos años. Y, por supuesto, que os empapéis de su arte repasando el archivo de MicroHobby, o su pequeña galería de Flickr para que comprobéis lo versátil que era su estilo.
Siendo sincero, este artículo realmente trata sobre la nostalgia. Concretamente sobre todos esos artistas que han despertado nuestra imaginación desde que los gráficos y la edición por ordenador estaban en pañales. Porque no me negaréis que una buena ilustración tiene mucha más magia y más fuerza que un fotomontaje o una imagen renderizada.
Se hace complicado elegir una sola imagen de Steve PurcellNo nos engañemos, la llamada “Edad de Oro” del software español no sería lo mismo sin esas míticas portadas de Alfonso Azpiri y Luis Royo que nos hacían abrir los ojos como platos al ver mujeres voluptuosas y héroes de proporciones imposibles. En otros países, las ilustraciones también se utilizaban como herramienta de marketing, desde las imágenes psicodélicas de los juegos de Atari 2600, a las míticas carátulas de las aventuras de Lucas realizas por Steve Purcell, pasando por el talento de Roger Dean, Bob Wakelin, o incluso el maestro H.R. Giger.
Ahora puede sonar a guasa, pero hubo una época en la que nos guiábamos por los listados de empresas como Telejuegos o Centro Mail para comprar juegos por correo. Decenas de pequeñas carátulas pasaban por nuestros ojos, y generalmente el talento del artista de portada poco tenía que ver con el del programador. Ahora eso es impensable dada la cobertura que tiene cualquier juego en forma de reviews, capturas o vídeos, pero la ilusión (y la incertidumbre) que teníamos al esperar cada pedido que podíamos hacer de Pascuas a Ramos era indescriptible.
Hazte con todos. Por cierto, el pack de Lucasfilm a 395 Pts. es canela fina…Por desgracia, a mediados de los noventa, y con la llegada de los juegos en formato CD, la figura del ilustrador en el mundo de los videojuegos ha ido perdiendo fuerza… al menos en occidente. Los que apreciamos el videojuego japonés no lo hacemos sólo por la tasa de refresco o por las exclusivas territoriales (que también), sino porque generalmente tienen el mejor arte. Y esto ha sido así desde los tiempos de la Famicom hasta nuestros días, publicándose centenares de juegos con portadas ilustradas de la mano de artistas tan conocidos como Masamune Shirow, Yoshitaka Amano, Akira Toriyama, Yoji Shinkawa o Shinkiro.
¿Os acordáis de cuando se anunció que Alfonso Azpiri haría una portada limitada para “Dark Souls II“? Sería precioso si esa noticia fuese lo normal y no una excepción. Menos renders y más pinceladas…
Artistas clásicos y juegos modernos, una mezcla explosiva