Se apreciaba en las palabras de Su Majestad el Rey, que conecta con el sentir general y que está al tanto de las grandes preocupaciones y dificultades del pueblo; vive al lado de su gente y conoce qué se dice y se piensa en el calle; han sido acogidas con satisfacción por los dos principales partidos. Los socialistas, ojo avizor, han tratado de hacer suyas las ideas del Rey, al interpretar que defiende las reformas gubernamentales, cuando dice que, “para crecer como necesitamos, debemos proseguir y abordar juntos las reformas necesarias” y lo han calificado de “mensajero del aliento y de la confianza en el futuro de España”.
El énfasis del discurso, en medio de esta crisis económica, más larga e intensa de lo esperado, -la que Zapatero negaba y ahora pronostica para cinco años-, gira en torno a unos puntos muy concretos: El Rey pide la unidad y el fomento de los valores tradicionales y nacionales: “Nada que valga la pena se consigue sin renuncias y sin entrega; es preciso fomentar el ejercicio de grandes valores y virtudes como la voluntad de superación, el rigor, el sacrificio y la honradez, consustanciales a toda sociedad justa y equitativa; no caben la indiferencia ni los egoísmos”. En segundo lugar, quiere infundir optimismo y tesón patrióticos: “Debemos unir nuestras fuerzas para alcanzar nuevos logros colectivos, con confianza en nosotros mismos y en nuestro país; es preciso seguir adelante con empeño, ganar la batalla al paro con decisión, constancia y firmeza; mejorar en productividad y competitividad, en educación e innovación y volver a situar nuestra economía con visión de futuro en el pelotón de cabeza, manteniendo nuestra protección y cohesión social” Pide con urgencia reactivar la economía y la creación de empleo, impulsando el crecimiento adecuado y la modernización del modelo productivo y generar mayor confianza; si se superaron las crisis económicas anteriores, también lo podemos hacer en esta.
El Rey, atento a las realidades humanas profundas, resaltó con ahínco la lacra del paro, “que ha golpeado a tantos hombres y mujeres que han sufrido, en su propia carne, la pérdida de empleos. Los parados son una prioridad insoslayable. La sociedad española no puede dejar que, especialmente, tantos jóvenes carezcan por más tiempo de un trabajo; pienso asimismo en quienes han tenido que cerrar comercios, talleres o negocios, en todas las personas que han asumido grandes sacrificios y esfuerzos a lo largo de este año: trabajadores asalariados, autónomos, profesionales, empresarios, pensionistas o funcionarios. Los desvelos diarios de millones de familias contribuyen al bien de todos… No hemos llegado hasta aquí para dejarnos vencer por las dificultades”.
Es cierto que todos sentimos, con entusiasmo, sus sentimientos patrióticos: “Somos una gran Nación de personas laboriosas y creativas, con una juventud espléndida, un inmenso y variado patrimonio cultural, modernas infraestructuras y muchas empresas punteras a escala internacional. Debemos desterrar el desánimo, levantar la cabeza, aunar esfuerzos y continuar la faena, conscientes de lo que somos y de lo que ya tenemos”. Insiste el Rey en que se han de conseguir acuerdos, como única exigencia de salir de la crisis, como instrumento quirúrgico, pero con ZP no son posibles; el Presidente y su Gobierno tienen una inquina enfermiza al Centro-Derecha, un rechazo visceral contra el PP y siempre es el adversario el que torpedea el consenso y el que tiene la culpa de todos los males. Todas las soluciones y medidas que el PP propone, son rechazadas; siempre que presenta una alternativa, sistemáticamente, es desechada sin atender la demanda social de entendimiento. Con Zapatero es imposible.
C. Mudarra