Revista Opinión
Mi sobrina Jone ha decidido utilizar el maldito facebook para ganarse unos amigos especiales. Quiere que la acepten en un grupo de tiempo libre y compartir secretos pero, por el momento, su estrategia para lograrlo no está dando ningún resultado. Impaciente por el silencio grupal a su solicitud de "amistad", la semana pasada colgó su primer link y se lo dedicó al grupo, a ver si con eso llamaba la atención. Nada. Como en los siete días siguientes nadie excepto yo, que no soy nadie en esta historia, le puso un "me gusta" el lunes decidió lanzarse al ataque y varió su estrategia.
Cuando se lo propone, Jone es astuta como un delfín y directa como una rapaz. La idea no pudo ser más extraordinaria. Bajo su link de buenas intenciones, se respondió: "Soy Jone ¿me aceptais como amiga?". Silencio. Por si quedaba alguna duda de lo que andaba buscando, el martes añadió: "No sé cómo hacerlo".
Jone ya es mayor de edad. Una señorita con Síndrome de Down y una capacidad estupenda para ser doctora en educación a la ciudadanía porque une a personas utilizando con habilidad las prendas que muchos nos ponemos para aparentar que amamos. No hay anzuelo en sus inventos. Y si existe, está sepultado bajo esa fina capa de prejuicios que muchos de nosotros, los "listos" y "guapos", fabricamos con tanta facilidad.
El contacto con ella me sirve de ejemplo. La persona Down ni es tonta ni subnormal. Basta con sentarse junto a cualquiera de ellos y abrir las orejas. No pretendo ahora enumerar las virtudes de Jone, que son muchas y todas de una sencillez apabullante, pero sí poner en negrita que las dificultades para su integración se incrementan en progresión geométrica al derrumbe del Estado Social que hoy padecemos. En la educación, en el deporte, en el mundo laboral. Las empresas les postergan en aras de una falsa eficiencia, las instituciones públicas ya no les contrata y la ceguera de algunos padres con niños "normales" en aulas de integración aumenta ante la evidencia de que es su hijo, el ‘normal’, quien no se esfuerza en progresar porque es un tarugo.
Mi sobrina cocina de maravilla, va a la universidad y espero que me regale de una vez el cofre de nogal que me prometió para que guarde mis tesoros. Por todo esto digo que no hay anzuelo retorcido en la concepción de la vida de Jone. Un enfado le dura el tiempo que se tarda en abrazarla y escuchar sus demandas. Ya sé que lo importante está la calle, donde ya no hay luces complacientes ni trajes con los que enmascarar la realidad.
PD: Este tema va por ella, mi amor.