Revista Cultura y Ocio

Mensaka, por José Ángel Mañas

Publicado el 15 febrero 2015 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
Mensaka, por José Ángel Mañas Editorial Destino. 165 páginas. 1ª edición de 1995.
Recuerdo perfectamente el revuelo que levantó José Ángel Mañas (Madrid, 1971) cuando en 1994 quedó finalista del premio Nadal con Historias del Kronen. Por aquel entonces yo era un estudiante de CC. Físicas en la Universidad Complutense de Madrid, que soñaba desde siempre con ser escritor. Y surgió para mí Mañas, de repente y desde la nada, con unos pocos años más que yo y recién licenciado en Historia, para mostrarme que aquel sueño podía hacerse realidad. Pero lo cierto es que al principio experimenté algo de rechazo hacia él: yo por aquel entonces había dejado de leer libros de ciencia-ficción y terror y me dedicaba a la “literatura seria”. Como cualquier joven quería tener aficiones y referencias importantes y por tanto desconfiaba de los fenómenos de masas, como parecía ser Historias del Kronen entre las personas de mi generación. Recuerdo a un compañero de la academia en la calle Quintana a la que acudía, que leía aquel libro y me comentó: «Es el mejor libro que he leído en mi vida», y yo pensé: «No será para tanto, ¿cuántos libros habrás leído tú en tu vida?». Fue unos años más tarde cuando lo leí, cuando ya estaba en la facultad de Empresariales de la Carlos III y, después de un febrero universitario, un compañero de clase me lo dejó. Lo tenía marcado con un subrayador amarillo, recuerdo. Lo cierto es que leí el libro rechazado unos años antes en poco tiempo y me pareció que no estaba mal. Tenía sentido del ritmo, y su costumbrismo juvenil me resultaba cercano (aunque mi juventud había sido más tranquila que la de los personajes del libro). No está mal, pensé, pero éste no debería ser el mejor libro que ha leído nadie en su vida.
Seguí fijándome en la evolución del fenómeno Mañas, pero no leí nada más de él. Recuerdo alguna reseña en prensa donde criticaban con dureza sus libros. Yo diría que Mañas no caía muy bien en sus entrevistas públicas; había adquirido ante los periodistas la obligación de comportarse como uno de sus personajes y resultaba un tanto ridícula su chulería de chico de colegio bueno que juega a ser malote (o al menos eso me pareció a mí siempre).
En la biblioteca leí alguna de las páginas de esas novelas que los críticos denostaban; y sí, me pareció que una vez abandonado el estilo rítmico, de frase corta, costumbrista, profuso en diálogos de sus novelas juveniles no le salía lo de escribir frases largas (como leí en una entrevista: «Yo también sé escribir frases largas») y sofisticar su discurso. He leído también reseñas sobre el nuevo Mañas, reciclado en la actualidad en escritor de novela policiaca, histórica o basada en una serie televisiva, en concreto Águila roja (qué mala es la edad y qué canalla es el mundo de la literatura para aquellos jóvenes que iban a comerse el mundo: “Mañas se confirma en esta descarnada novela como uno de los más prometedores escritores de finales del siglo XX”, leo en la contraportada de esta novela de 1995, y ahora escribe novelas con los personajes de una serie de televisión).
Estaba el año pasado (creo, o tal vez a principios de 2014) en la librería de segunda mano Ábaco, de la calle Raimundo Fernández Villaverde, y vi este libro, Mensaka, nuevo, la primera edición de 1995 por cuatro euros, y al abrirlo y leer unas páginas dio la casualidad de que uno de sus narradores pasaba en moto precisamente por esa calle, por Raimundo Fernández Villaverde, y me entró una cierta nostalgia de mi juventud noventera, así que decidí comprarlo y llevármelo a casa. El viernes 28 de noviembre tenía que empezar con un nuevo libro y debía de tomarlo de mi montaña de inleídos antes de salir para el dentista (reservé este día porque era fiesta escolar). Imaginé que al salir del dentista no iba a tener la cabeza para algo demasiado sesudo, así que me pareció un buen día para dedicarlo a la nostalgia noventera de Mañas. Acabé el libro ese mismo día.
Recuerdo que vi en vídeo la película Mensaka del director Salvador García Ruíz y me pareció bastante mejor que Historias del Kronen de Montxo Armendáriz, que vi en el cine de Móstoles (cuando había cines).
Si en Historias del Kronen nos acercábamos a la siniestra voz del asocial Carlos, en Mensaka tendremos la oportunidad de acercarnos a ocho voces narrativas (cuatro chicos y cuatro chicas). Lo cierto es que la estructura narrativa de esta novela está cuidada: la reproducción de una entrevista en un fanzine sobre el grupo musical en torno al cual gira en gran parte la trama, para iniciar el libro, y para finalizar un epílogo; entre medias ocho personajes que toman la palabra, dos veces cada uno. La entrevista del fanzine nos sirve para conocer cómo se conocieron algunos de los personajes, y el epílogo para saber cómo se van a separar. Las voces narrativas que componen el texto principal del libro ya no siguen ninguna estructura rígida: cada capítulo será una voz narrativa, hasta llegar a las ocho, y después cada una de las voces tendrá otro capítulo, pero sin repetir el orden inicial (Mañas cuida la estructura, pero no hasta los extremos casi matemáticos de Mario Vargas Llosa, por ejemplo).
Fran y Javi son primos y ensayan su música en la Nave. Allí conocen a David, un joven de un estrato social más bajo, al que se unirán para que sea su batería. El grupo parece siempre a punto de firmar un contrato con una gran discográfica que podría hacerles ganar realmente dinero. David ha tenido problemas psiquiátricos con las drogas y es un personaje inestable. Ricardo es el cuarto personaje masculino: amigo del barrio de David; se dedica al trapicheo de droga a pequeña escala, mientras añora los supuestos viejos tiempos. Los personajes femeninos (Bea, Natalia y Cristina) son las parejas –o posibles parejas– de los chicos del grupo, y Laura es la hermana de Javi, que pertenece a una generación más joven y, por los amigos que tiene y por cómo es ella misma, más agresiva aún que la anterior.
Todas las voces narrativas están bien perfiladas, aunque es cierto que, tras sus obsesiones y muletillas particulares, tienen una forma de expresarse bastante uniforme, incluyendo, incluso, los errores lingüísticos que comenten (“detrás suyo”, “enfrente mío…”).
El afán cartográfico de Mensaka es tan fuerte como recuerdo que era en Historias del Kronen: el nombre de las calles de Madrid tiene casi la misma presencia en el libro que el nombre de las personas, convirtiendo así a la ciudad en un personaje más, lleno de atascos, de polución; de violencia, en definitiva.
A veces, para acelerar el ritmo de la narración, Mañas no utiliza la puntuación necesaria en la frase, y largas parrafadas (que bien puntuadas estarían constituidas por frases cortas) fluyen por la página sin puntos ni comas.
Captar la jerga juvenil madrileña es tan importante aquí como en la novela anterior. Me he sonreído ante el uso de algún término que ya ha caído en desuso y que me ha hecho viajar en el tiempo veinte años: pepino por moto, travelones por travestis, peseto por taxista, muvis por movidas o asuntos, corbatos por trajeados, o llamar a la abuela “la vieja de mi vieja”, o el mensaka del título por mensajero.
Detrás de las historias de la ciudad, del grupo musical y los trabajos precarios, se deja ver el desencanto del paso del tiempo y la sensación de no ir a alcanzar los sueños propuestos. “El tiempo pasa muy deprisa, demasiado deprisa”, con estas palabras acaba uno de los capítulos en los que Cristina es la narradora.
Cuando leí Menos que cero de Bret Easton Ellis ya me di cuenta de la relación que tenía esta obra con el personaje nihilista y asocial de Historias del Kronen. Mensaka, más que por Easton Ellis, me ha parecido influenciado por Trainspotting de Irvine Welsh. Leí Trainspotting hace mucho, pero recuerdo que la voz narrativa también iba cambiando de un narrador a otro y la obsesión por los problemas derivados de las drogas está en el texto de Mañas como estaba en el texto de Welsh. Además hay una escena en la que Cristina, que trabaja de camarera en un bar, se va al baño para pincharse heroína, escena que está casi calcada de un personaje femenino de Trainspotting.
Como dije, tardé un día de fiesta en leer este libro y la verdad es que fue una lectura agradable. Me hizo reencontrarme con una parte de lo que fue la literatura española en los 90. Y aunque recuerdo que cuando veía a Mañas en alguna entrevista de televisión de la época o leía la entrevista en un periódico no me acababa de caer bien, ahora, después de que todo aquel éxito literario se fuese diluyendo en malas críticas, desapego de los lectores, e intentos de relanzar su carrera gracias a los géneros más comerciales y poco literarios (como la novela sobre los personajes de la serie Águila roja: lo repito porque no doy crédito), miro con simpatía los comienzos de su carrera. Mensaka está publicado cuando su autor acababa de cumplir veinticuatro años y es un libro ameno, de ritmo rápido, con personajes bien perfilados y reconocibles, con una estructura sólida y una trama (aunque deja ver demasiado que su modelo es Trainspotting) no desdeñable.
Para finalizar quisiera contar una anécdota que me contó el jefe de estudios del colegio en el que trabajo, que ya está jubilado y que fue muchos años profesor de Lengua y literatura: cuando se publicó Historias del Kronen los alumnos del colegio leían compulsivamente el libro, pasándoselo de unos a otros, y le arrancaban las tapas para que los profesores no se dieran cuenta de que estaban leyendo “el libro prohibido”. En realidad no creo que estuviese prohibido leer el libro en sí, sino hacerlo en horario de clase cuando el profesor estaba explicando la lección. Escribir un libro que consiga que los adolescentes lo quieran leer a toda costa me parece un logro muy a tener en cuenta.

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