El exacto tiempo no sufre en ningún momento de amnesia; él lleva un reloj suizo bien pegado a los bien despiertos ojos. Es mejor darle la contra a la muerte y morir dignamente en el intento, aunque esto suene paradójico: ¡qué sufra un poco la susodicha, si nos quiere llevar a la fuerza! ¡Qué sufra un poco por favor, que no se le haga fácil el trabajo que desempeña! Hay que conservar la mentalidad de un niño; no hay que dejar de jugar, no hay que dejar de bromear, no hay que dejar de pensar, esa es la verdadera vida, ¡esa es la vida que debemos elegir sin ninguna duda! Hay que hacer oídos sordos cuando el finito cuerpo comience a gritar desconsoladamente sin una justa razón, él no puede controlarnos, él tiene sus limitaciones, la mente es lo primero. El dolor enseña, eso no cabe duda, aprendamos de él sin murmuraciones. Hay que seguir caminando, es la única opción que nos queda en la vida. Así se gasten los zapatos de tanto trajinar, tenemos que seguir caminando, así nos salgan ampollas por no tener zapatos, hay que seguir caminando, ¡Al tacho con los obstáculos! ¡A seguir caminando se ha dicho! Y cuando la inoportuna sombra se asome a nuestras recorridas vidas para notificarnos de nuestra necesaria partida: ¡Hagámosla renegar un poco!, no nos entreguemos fácilmente a ella y gocemos hasta el final sin mostrarle en ningún momento una pizca de temor; ella al final se va a sonreír, luego nos abrazará y nos valorará como un verdadero ser humano.
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