Revista Espiritualidad

¿Mentalidad de grupo o individual?

Por Joanillo @silosenovendo

La cuestión que les planteo es la siguiente: imaginemos un grupo de personas que deciden ejecutar una tarea y forman un equipo con el claro propósito de llegar a una meta determinada. Les pregunto: ¿debe primar la mentalidad grupal o la individual? A bote pronto me atrevo a intuir que el 100% de las personas que estáis en este punto del artículo opináis que lo principal es la mentalidad grupal, es decir, pensar en el equipo y tomar decisiones basándose en el buen fin de todos. Yo voy a introducir un matiz para inducirles a reflexionar: también tiene que tener cabida una cierta mentalidad individual, tal y como a continuación voy a explicar.
¿Para qué nos sirve la mentalidad grupal? Pensar en sentido global e íntegro es una muestra de confianza y respeto hacia el resto de colegas, algo que ayuda a la cohesión y al éxito de todo el equipo. Cada uno de los actos que emprendemos debe estar basado en el respeto a las otras personas que comparten la idea porque, de lo contrario, comenzarán los problemas y las rencillas internas que no suelen conducir a buen puerto.
¿Cuándo tiene cabida, entonces, la mentalidad individual? La mentalidad individual es fundamental para la implicación y la motivación plena en el proyecto. Porque si pensamos que "todo es de todos", fácilmente caeremos en una relajación y falsa sensación de que no es necesario dar el 100%; otros ya lo estarán haciendo y suplirán nuestra falta de apoyo.
Lo entenderán más fácil si hacemos una analogía: imagínense el juego de la cuerda en la que una persona desde cada extremo tiene que competir por arrastrar al rival hacia el centro. Si uno está solo en su lado, sabe que tiene que dar lo máximo de sí porque de ello depende ganar o perder. Pero si en cada uno de los extremos de la cuerda ponemos a un equipo de personas, entonces el esfuerzo individual se diluye y oculta entre el logrado por todo el grupo, por lo que puede caerse en la tentación de no dar lo máximo de sí sin riesgo a ser descubierto. Y lo malo es que este pensamiento individual de complacencia puede repetirse en la mente de cada uno de los componentes, provocando que el resultado final conseguido incluya el "menos uno" que hace el primero, más el "menos uno" que hace otro, más el "menos dos" que hace el siguiente... etc. En definitiva, que la suma del esfuerzo de todos sea inferior a la suma individual que cada uno podría dar en caso de que estuviera solo en la tarea: uno más uno no serán dos, sino uno y pico.
La manera de evitar esta complacencia es adoptar una mentalidad individual y pensar que aunque formemos parte de un equipo, tenemos que dar de sí lo mismo que si estuviéramos solos. El fin es imaginarse que el éxito en la tarea ya no depende de la suma de todos, sino de lo que yo individualmente haga por lograrlo, como si no hubiera nadie más a mi lado. Esta es la mentalidad individual a la que refiero y que contribuye a lograr la máxima implicación y a estar plenamente motivado. En este razonamiento, el proyecto ya no es de todos, sino de uno mismo.
Lo óptimo es que todas las personas compaginen ambas mentalidades; una mentalidad grupal que les permita trabajar cohesionados y "todos a una", y otra mentalidad individual que fuerce la implicación y la motivación al límite, como si el resultado final dependiera exclusivamente de lo que uno hace y los demás no tuvieran repercusión ninguna. No es fácil integrar y mantener el equilibrio entre ambas formas de pensar, pero como todo en la vida, es una cuestión de asumir que las cosas deberían funcionar así -primero-, y entrenarse para saber aplicarlo en la práctica -después-.
Un cordial saludo
Juan Joséwww.creatumodelodenegocio.com

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