Revista Diario
Resulta apasionante observar la evolución de nuestros pequeños; ver cómo se van moldeando sus pequeñas cabecitas; analizar qué elemento del cocktail explosivo de estímulos y actitudes innatas sobresale por encima de los demás. En dicha observación me he dado cuenta lo distintos que pueden llegar a ser los niños, aunque los haya traído la misma madre al mundo y, aparentemente, se les hayan dado las mismas atenciones, estímulos y educación.Empezamos por mi pequeño gran hombre. Responsable, serio y todo lo racional que un niño de seis años puede llegar a ser. Ya hace tiempo, cuando iba a P4, un día la profesora propuso dibujar un animal imaginario. Ni corto ni perezoso alzó su manita para pedir la palabra. "Eso no es posible, todos los animales ya están inventados". Desde entonces y hasta ahora, cuando colorea una y otra vez los mil dibujos hechos por él o por nuestro querido Google Imágenes, siempre han de seguir un código absolutamente realista. Es decir, un elefante nunca puede ser verde ni un árbol azul. Hasta el punto que es capaz de arrinconar una ilustración si no tiene claros los colores que debe poner para ser fiel a la realidad o no encuentra el color adecuado en su amplio lapicero.A esto se une una excesiva capacidad de perfección. Y si no lo hace perfecto, puede haber una peligrosa sacudida de sensaciones alimentadas por si infantil frustración. Algo que rara vez he observado en mi pequeña princesa quien pinta sus dibujos con un total y absoluto libre albedrío. Y si se equivoca en algo, no duda en afirmar, "mamá, ya sé que está mal, pero no passssha nada".¿Qué hará que uno sea tan perfeccionista y racional y la otra feliz como una perdiz? La verdad es que imagino que cada cual va formando su personalidad a su manera. No me preocupa que sean tan distintos. Cada cual tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Yo creo que la clave está en buscar lo positivo de sendos caracteres e intentar pulir aquello que puede ser malo, sufrir mucho en el caso del mayor y ser poco exigente en el de la pequeña. Pero nunca criticar abiertamente ni afear su carácter, porque imagino que ellos no lo han escogido voluntariamente.