Revista Cultura y Ocio

Mentir

Publicado el 17 octubre 2015 por Amber

PINOCHOMe parece increíble la poca importancia que se le da actualmente a la mentira; se miente constantemente en todos los ámbitos de la sociedad, pero en esta ocasión quiero centrarme sobre todo en la pareja. Se miente sin ningún escrúpulo, ni siquiera por temor al ser descubiertos, falsean la verdad y si los descubren, recurren a la justificación pueril  de que habrán oído o interpretado mal sus palabras. Poca justificación tiene la mentira, poca o ninguna diría yo, aunque a nivel personal podría aceptar dos razones para mentir: sobrevivir o para no hacer daño al prójimo, ninguna otra. Rara es la persona que miente una sola vez, lo habitual es que reincidan en la mentira. El verdadero castigo del mentiroso es la pérdida de credibilidad, es posible que entre tantas mentiras digan alguna verdad, pero ya no será creído, porque en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso. Como decía mi madre: el zorro cambia de pelo, pero de costumbres no. Sé que puede ser duro en una relación descubrir la verdad, pero hay que tener en cuenta que el trauma de la verdad es más digno que el consuelo de las mentiras.
Para mí que la justicia y verdad es el pilar de mí día a día, considero la mentira como uno de los peores “pecados” de las relaciones. Porque aún sabiendo que la razón por la que la mayoría de las personas mienten, es que tienen una autoestima muy baja y temen a la verdad, es inaceptable; la mentira destruye las relaciones.

Muchas son las sentencias, aforismos o refranes sobre la mentira, estos son algunos ejemplos: Dice un proverbio judío que con la mentira se puede llegar lejos, pero sin esperanza de volver. Decía el poeta inglés, Alexander Pope que el que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera y, finalmente, como dice el psicólogo y psiquiatra austríaco, Alfred Adler: Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa. Igualmente no puedo estar más de acuerdo con las palabras de Khaled Hosseini en su libro Cometas en el cielo de que cuando mientes le robas al otro el derecho a la verdad. No obstante, si una persona permite que un mentiroso permanezca a su lado, sólo podría decirle: quien bien tiene y mal escoge, del mal que le venga no se enoje.
Scott Peck  en su libro El Mal y las Mentiras (en concreto, en su estudio sobre la naturaleza del mal) lo define como el rasgo central por el que podemos identificar el mal.) El mal, dice el Dr. Peck, es lo que mata al espíritu, es algo real y palpable en nuestras vidas y debe ser reconocido como tal. Porque sólo cuando reconocemos el mal en sus muchas formas y lo llamamos por su nombre podernos curarlo. Las malas personas construyen sus vidas en la mentira. Atacan a los demás en lugar de enfrentar sus propios fracasos, y a menudo logran engañarlos. Peck demuestra los estragos que el mal produce en la vida cotidiana mediante ejemplos concretos e impresionantes que ha encontrado en su práctica psiquiátrica.
Mark Thurston en su libro La Misión del Alma nos relata el cuento de Pinocho como símbolo del alma humana en su viaje de evolución espiritual.
Pinocho es creado bajo la influencia de dos personajes, uno masculino y el otro femenino. En primer lugar Pinocho es tallado por el amable carpintero Geppetto. Después, el Hada Azul le hace una visita de noche y, con un toque de su varita mágica, le otorga el don de la vida. Al mismo tiempo, elige a un grillo que pasaba por allí, llamado Pepito, y le encomienda una misión: permanecer junto a Pinocho y ser su conciencia.

Cuando Geppetto se despierta a la mañana siguiente, se vuelve loco de alegría. Organiza una fiesta para celebrar la nueva vida de Pinocho. Cuanto más lo piensa Geppetto, más claro tiene cuál es su mayor deseo. Desea que Pinocho llegue a ser un niño de verdad. Geppetto, que sabe que su deseo sólo puede hacerse realidad si Pinocho aprende y crece, envía a su hijo a la escuela. Pinocho sale por la puerta principal conducido por su padre.

Emprende un camino cargado de propósito, acompañado únicamente de su amigo Pepito Grillo.

Pinocho no se escapa de su casa. Sale de ella con las bendiciones de su padre, y su propósito es la mejora personal del propio Pinocho.

Emprende una aventura para mejorarse, para convertirse en algo superior: en un niño de verdad.

Pero cuando “sale al mundo”, surgen los problemas. Haciendo uso de su libertad recién descubierta, Pinocho toma algunas decisiones equivocadas.

Se encuentra con la tentación, personificada en Juan el Honrado, el zorro malvado. Pepito Grillo protesta, pero no sirve de nada.

En primer lugar, Pinocho sucumbe ante la tentación del orgullo.

Sigue a Juan el Honrado y se une a una compañía de circo. Recibe grandes aplausos al actuar como la marioneta que sabe bailar sin hilos. Por desgracia, la fama sólo se puede disfrutar en pequeñas dosis.

Después de cada actuación lo encierran en una jaula, y sólo cuando interviene el Hada Azul con su gracia puede quedar libre y recibe otra oportunidad.

Pero antes de ser liberado, Pinocho sufre la vergonzosa experiencia de ver cómo le crece la nariz cada vez que dice una mentira al Hada Azul. La mentira es característica del mal que influye sobre Pinocho.

En el fondo, no podemos ocultar el origen de nuestros motivos: lo tenemos escrito en el rostro. En Pinocho, esto adquiere una forma simbólica exagerada, manifestándose en la longitud de su nariz.

Pepito Grillo está decidido a ayudar a Pinocho a no salirse del buen camino esta vez, pero tardan poco en presentarse nuevas tentaciones.

Vuelve a aparecer Juan el Honrado, y esta vez le presenta una oferta difícil de rechazar.

Pinocho es invitado a la Isla del Placer, un lugar donde los niños pueden divertirse todo el día y satisfacer todos sus deseos. Pepito Grillo sabe que de un lugar así no puede venir nada bueno, pero Pinocho no hace caso de sus consejos. Al cabo de poco tiempo ya lo está pasando muy bien en esta isla llena de juegos y de dulces.

La Isla del Placer es un símbolo de nuestro propio materialismo por el que sólo buscamos satisfacer nuestros deseos. ¿Qué les sucede a Pinocho y a los demás niños si pasan allí demasiado tiempo? Que empiezan a convertirse en animales; en burros, para ser exactos.

El asno es una buena imagen del estado al que caímos como almas.

Nos olvidamos de quiénes éramos y de cuál era nuestra misión, del mismo modo que Pinocho se olvidó de a qué le envió Geppetto.

Cuando Pinocho advierte que le están creciendo las orejas y rabo de burro, se dirige a Pepito Grillo para pedirle ayuda. Todavía tiene tiempo de escapar.

El “arrepentimiento” de Pinocho da resultado, porque Pepito Grillo sabe cómo puede escaparse de la isla.  En cuanto están libres del peligro más inmediato, empiezan a buscar a Geppetto. Pero ¿dónde está? Vuelven a su casa y descubren que ha desaparecido: ha ido a buscar a Pinocho.

(Esta imagen tiene una importancia especial para nosotros. Nos da a entender que no sólo buscamos nosotros a Dios, sino que Dios nos busca a nosotros)

Pinocho recibe indicaciones sobre el paradero de su padre. Podrá encontrarlo en el fondo del mar, en el vientre de la gran ballena Monstruo.

Este “gran pez” se ha tragado la barca de Geppetto.(Es preciso reconocer que una ballena es un mamífero y no un pez, pero si forzamos un poco los hechos podemos llegar a una interpretación interesante. El pez es un antiguo símbolo de la reconciliación del espíritu y la materia.

El mar es un símbolo del inconsciente.

Así, ¿dónde encontrará Pinocho lo que busca?

¿Dónde encontraremos el objeto de nuestra aspiración espiritual?

Dentro de nuestro propio yo inconsciente.

Nuestra verdadera naturaleza espiritual reside allí.)

Cuando Pinocho y Pepito Grillo buscan a Geppetto en el mar, afortunadamente los traga la misma ballena. En el vientre de Monstruo tiene lugar una alegre reunión de Pinocho con su padre. Pero pronto se dan cuenta de lo apurado de su situación. Deben escaparse de alguna manera para seguir juntos a la luz del día y en tierra firme. Dicho de otro modo, nuestro viaje espiritual no termina cuando empezamos a reencontrarnos con nuestras profundidades espirituales en nuestros sueños, en nuestras oraciones o en nuestras meditaciones. El paso siguiente es llevar ese estado superior de la conciencia a la vida diaria, y esa suele ser la tarea más difícil.

En la parábola, Pinocho tiene un plan. Se le ocurre una manera de escapar, pero requiere mucha fuerza y valor.

En un momento dado, parece que Geppetto se va a ahogar, y Pinocho se sacrifica para salvar a su padre.

Cuando Geppetto vuelve en sí en la playa, se encuentra a su lado el cuerpo sin vida de su hijo.

Muy afectado, se lleva el cuerpo a su casa y lo deposita en una cama.

Para su sorpresa, el Hada Azul vuelve y toca de nuevo a Pinocho con su varita. Éste resucita y se cumple así su misión: vuelve a la vida como un niño de verdad.

Esta parábola de nuestro propio viaje del desarrollo espiritual nos cuenta partes del relato que todavía no hemos cumplido. Tú  puedes preguntarte en qué parte del relato estás. Puedes encontrarte a ti mismo en muchos puntos. Seguramente pasas una parte de cada día en el estado de conciencia simbolizado por la Isla del Placer. Puedes tener algunos momentos en los que intentas abandonar la isla, y otros momentos en los que estás buscando a tu propio Geppetto.

Sea cual sea la parte de este relato mítico en que parezcas encontrarte con más frecuencia, la buena noticia es el final.

Este es el significado de la vida: seguimos el proceso de convertirnos en compañeros de Dios, conscientes y cocreadores.

Puede que el florecimiento de nuestra verdadera naturaleza esté lejos todavía, pero cada día podemos hacer algo que nos lleve un paso más en esa dirección. El propósito de la vida que compartimos todos es hacer finito lo infinito; dar expresión individual a cualidades espirituales.


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