Mentir es bueno para los cerebros de los niños

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Alex Stone escribió para The New York Times, un artículo sobre los beneficios cognitivos de las mentiras en los niños:

El profesor Lewis descubrió que los niños pequeños que mienten sobre haber echado un vistazo al juguete tienen un coeficiente intelectual verbal mayor que el de aquellos que no mienten; la diferencia es de hasta diez puntos. (De hecho, los niños que no echan el vistazo al juguete son los más inteligentes de todos, pero son una excepción).’

Otra investigación mostró que los niños que mienten tienen mejores “funciones ejecutivas” —facultades y habilidades diversas que nos permiten controlar nuestros impulsos y que nos mantienen enfocados en una tarea—, así como una capacidad intensificada para ver el mundo a través de los ojos de otros —un indicador clave de desarrollo cognitivo conocido como la teoría de la mente—. (Es algo revelador que los niños con trastorno de déficit de atención e hiperactividad, que se caracterizan por contar con una funcionalidad ejecutiva más débil, y aquellos con trastornos del espectro autista, que se caracterizan por tener problemas en cuanto a la teoría de la mente, tienen dificultades para mentir). Los pequeños mentirosos incluso son más equilibrados emocionalmente y adeptos socialmente, según estudios recientes en estudiantes de preescolar.

Los estudios parecen contradecir todo lo que dicen los padres, pero Alex Stone también ofrece algunas recomendaciones basadas en la ciencia para incrementar la honestidad en los niños:

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En general, motivarlos con incentivos funciona mejor que hacerlo con amenazas. Los castigos severos como los golpes tienen efectos reducidos en cuanto a disuadir la mentira, según indican los estudios, y además pueden ser contraproducentes. En un estudio, el profesor Lee y la psicóloga del desarrollo Victoria Talwar compararon los comportamientos honestos de niños en edad preescolar de África occidental de dos diferentes escuelas: una empleaba medidas punitivas, como castigos corporales, para disciplinar a sus estudiantes y otra favorecía los métodos más contenidos, como reprimendas verbales y visitas a la dirección. Los estudiantes de la escuela más severa fueron más propensos a las mentiras y también mucho mejores para mentir.

Por su parte, los profesores Lee y Talwar descubrieron que el ser testigo de cómo los demás reciben halagos por ser honestos y extenderles a los menores invitaciones no punitivas para que digan la verdad —por ejemplo: “Si me dices lo que realmente pasó, estaré muy agradecido contigo”— promueven un comportamiento honesto.

Lo más importante del artículo y que contradice n aun más las creencias y costumbres más arraigadas de la crianza:

Los castigos no funcionan para eliminar las mentiras, ni para eliminar las conductas indeseadas. Algo que ya hemos publicado aquí. Lo que sí funciona para prover el comportamiento honesto son los mensajes positivos que enfatizan los beneficios de la honestidad en vez de concentrarse demasiado en las desventajas del engaño.

Lee el artículo completo en The New York Times.