Acabo de escribir sobre la mentira del helecho y quería cambiar de tema, pero la actualidad no me deja.
Estos días asisto harto y aburrido a tres nuevas barbaridades antiarquitectónicas y antiéticas de las que tanto proliferan.
1.- Primero nos enteramos de que en el último momento de su mandato, y de una manera vergonzosa y vergonzante, la alcaldesa saliente de Madrid ha aprobado el mierdaproyecto de museo del que hablamos hace poco. No insistiré. Se veía venir, y en el último segundo no ocurrió un milagro de sensatez. ¿Para qué? ¿Por qué iba a ocurrir?
2.- Casi al mismo tiempo me entero de que una empresa francesa pretende construir en Madrid-Río un centro comercial de nada, de sólo 130.000 metros cuadrados (¡CIENTO TREINTA MIL METROS CUADRADOS! ¡SEISCIENTAS UNA Y MEDIA PISTAS DE CURLING!), y, gracias a una filigrana legal vergonzosa, podrá hacerlo sin licencia.
Infografía de la nueva mpeup
Si usted quiere cambiar los azulejos del baño, remozar el portal de su casa o cerrar un balcón le caerá encima todo el aparato legal y burocrático, que pondrá a prueba su paciencia hasta límites insospechados de tocapelotismo. Le restregarán mil normas por las narices, le impondrán un procedimiento kafkiano y al final, si consigue realizar la obra, usted habrá quedado flaco y macilento, sus ojos habrán perdido todo el brillo y su cara estará llena de arrugas cenicientas y fláccidas. (Es una experiencia inolvidable, durísima).
Pero el promotor de esta barbaridad, en la que van a entrar a diario miles y miles de personas, no va a soportar ni una sola inspección, ni se le va a chequear siquiera su proyecto. (¿Medidas de accesibilidad? ¿Medidas de protección contra incendios? ¿Ventilación?). Nada.
Bastará con que el interesado haga una "declaración responsable" (me meo) jurando por Snoopy que cumple toda la legislación. Y ya está. A él se le cree. Se le presupone buena fe, responsabilidad, veracidad y honor. Y no se le molesta.
Pero a usted no se le presupone nada de eso, sino justo lo contrario. Usted es un presunto, y cuando dice que quiere cambiar los azulejos del baño debe de ser por algún motivo oscuro e inconfesable. ¡Ay de usted! Le va a caer todo lo caíble.
Por añadidura, como no podía ser de otra manera, el edificio que quieren perpetrar es una mpeup. Un vago aire post-barroco neo-clásico, con un arco muy francés en la entrada. Pilastras, balaustradas, zócalos, cornisas... Lo de siempre.
¿Para esto se han endeudado hasta las trancas los madrileños, sus hijos, sus nietos, sus biznietos...? ¿Para soterrar la M30 y dejar así un fantástico río, con parque, paseos y la biblia en verso? ¿O para que venga esta empresa y se lo lleve crudo sin más?
"Es que va a generar muchos puestos de trabajo". Ah, sí; lo de siempre. ¡Ja! Los malditos puestos de trabajo, tan falsos y tan infames como la mierdarquitectura del centro comercial. Doce horas diarias de trabajo, más sábados y domingos, por contratos de tres meses a lo sumo, por cuatrocientos o quinientos euros al mes. Y patada en el culo cuando quiera el honrado empresario (en cuya palabra y buenas intenciones cree el ayuntamiento a pie juntillas). No sea que el infame trabajador acabe adquiriendo derechos laborales. (¡Derechos no! ¡Cargas! ¡Cargas a costa del honrado empresario y del justísimo sistema!).
Alguien se tiene que llevar una buena carretilla de todo esto. Si no no se explica.
¿Y nosotros? ¿Cómo consentimos estas cosas? Se me dirá que no podemos hacer nada, que son los mandatarios quienes hacen estas barbaridades, y que a nosotros sólo se nos deja votar cada cuatro años, y que si votamos a otros harán cosas parecidas.
No es cierto. Podemos hacer mucho más, además de votar, y no cada cuatro años, sino día a día: Podemos no ir.
Los ciudadanos somos los que mandamos. Con no ir a esos sitios el problema se resolvería, o, al menos, no se repetiría. Pero en el museo habrá el suficiente pijerío y la suficiente tontería como para que al final nos animemos a ir para escuchar la conferencia de algún impresentable o ver la exposición temporal de algún petardo, y en el centro comercial habrá unas botas de fútbol muy buenas y muy baratas que nuestros hijos querrán que les compremos (y ya aprovecharemos para comprarnos una tableta, un esmarfón o un porculizador sexual; o alguna chorrada del tipo que sea. Del que sea. Es igual. Todo es igual).
Al final, y puesto que vivimos en una sociedad de consumo, la culpa es nuestra, pues somos los consumidores y los que mandamos. Con no ir, problema resuelto. Con mandar de una maldita vez, asunto concluido.
3.- Por otra parte, y saltando de la cuestión ideológica e idiosincrásica a la religiosa, que da todavía más vueltas y genera más complejidad, también he sabido de otro atentado contra la arquitectura y contra las personas: Un macro-hotel que va a perpetrarse en La Meca.
Es sencillamente inadmisible: Escandaliza hasta dónde puede llegar la mentira arquitectónica, la falsedad, el sucedáneo, el kitsch y la burla macabra a la arquitectura.
También aquí los usuarios-habitantes-padecientes-fieles van a ser engañados. Seguramente queden encantados y ni reparen en el repugnante kitsch arquitectónico; vamos, que seguramente lo tomarán por belleza y elegancia. Incluso en este artículo lo cuentan con satisfacción: El hotel será el más grande del mundo; tendrá cuarenta y cuatro plantas, setenta restaurantes y cuatro helipuertos.
El artículo dice: "La Meca tendrá el honor de albergar el hotel más grande del mundo". Habéis leído bien: "Tendrá el honor". "El honor". También dice: "Debido a su tamaño sin precedentes, la altura, así como su ubicación y el estilo arquitectónico, el edificio está llamado a hito de la modernidad". ¡Qué barbaridad! ¡Qué estupidez! Esta última frase imbécil ha sido dicha por Dar Al-Handasa, el estudio de arquitectura que ha vomitado este engendro, pero son glosadas tal cual, como si se tratara de una verdad evidente, por el anónimo juntaletras de El Economista, que se queda tan pancho.
Pero, aunque los peregrinos queden tan contentos como el pánfilo a quien me acabo de referir y nadie se sienta estafado, eso no quita para que yo denuncie esa barbaridad con toda mi pasión.
Ni quiero mencionar la religión islámica ni tacharla de falaz; Alá me libre. Pero digo que una religión uno de cuyos principales mandamientos es que sus creyentes visiten La Meca una vez en la vida debería oponerse a que semejante mandato se vea finalmente abocado a este monstruoso sinsentido.
(Cuidado con mezclar conceptos: No hablo de religión. No quiero confundir las cosas, como algunos de los descerebrados que hacen comentarios al artículo citado. Uno de ellos dice que le tiraría una bomba atómica a este hotel, y cuando he leído su comentario para ver si se refería a lo mismo que yo, he visto que lo hacía para acabar con todos sus clientes, por su religión. Cuidado. No mezclemos las cosas, que yo no voy por ahí).
Yo lo que digo, y lo digo con toda mi convicción, es que a los futuros clientes, creyentes islámicos convencidos que han cumplido con el precepto de peregrinar a La Meca, este hotel les debería ofender más que una caricatura de Mahoma comiendo jamón. El kitsch arquitectónico, la mentira absoluta de la concepción de este monstruo, convierte el sagrado precepto en una broma y en una mentira consumista y estúpida.
El precepto de peregrinar a La Meca tiene por objeto que el creyente se funda con su Dios y con sus hermanos de fe. Se pretende que alcance un estado de revelación. ¿Alojándose en este antro? ¿Puede encontrar alguien alguna revelación, alguna verdad en ese mamotreto?
(Ojo: Que no digo que sea feo -que lo es: horroroso-. Lo que digo es que es la imitación de una imitación, un pastiche, una birria. Hablo de ética, no de estética. Hablo de la ética del trabajo responsable y bien hecho frente al descontrol de hacer el gilí y aplaudir con las orejas).
El citado artículo vacuo e irresponsable dice también (siempre muy contento) que este hotel adelantará a The Venetian y a The Palazzo, los dos hoteles más grandes del mundo actualmente, ambos en Las Vegas.
Pues eso: Las Vegas. Este hotel no desmerece a Las Vegas, y tiene un parentesco innegable con The Venetian y The Palazzo. Este hotel hace equivalentes a Las Vegas y a La Meca.
Seguro que por lo demás el hotel cumplirá escrupulosamente las costumbres y preceptos islámicos, desde la comida que se sirva en los setenta restaurantes hasta el último tróspido detalle de los cuartos de baño. Pero en lo esencial, en el qué y en el cómo de ese edificio, se les está vendiendo trampa y falsedad a los peregrinos. Se les está infundiendo la falsa idea de que están en un espacio sublime, acorde y coherente con la trascendencia religiosa que se supone que están viviendo, pero en realidad se les está dando bazofia. Muy cara, pero bazofia.
Tantos millones de peregrinos son un negocio. Hoteles, apartamentos... Todo del mismo género infecto. Parece mentira que estos peregrinos tengan regulado hasta cómo hay que matar al cordero que pueden comer y les dé igual cómo ha sido concebido el edificio en que van a vivir durante esos días.
Vemos claramente cómo estos edificios de que hablamos (museo, centro comercial y hotel), sobre ser feos y falsos, son perniciosos y malos, y entendemos que no se puede cimentar una ética razonable, una buena actividad museística, comercial y hotelera, ni un respeto a sus clientes y visitantes, sobre esa farfolla de zafiedad y ese horror.
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