Si sigue usted las noticias sobre las tendencias electorales que se detectan antes de las elecciones municipales y autonómicas de mayo habrá deducido que la gente de este país pasa milagrosamente de apoyar el conservadurismo del PP a amar el chavismo de Podemos.
Hace tres meses el partido del pequeño Pablo Manuel Iglesias Turrión aparecía en casi todas las previsiones como la primera fuerza política española.
Hoy está desinflándose hasta situarse en tercer o cuarto lugar mientras Ciudadanos quizás lo ha superado.
Ya veremos dónde estará en las elecciones la cada día menos carismática casta de profesores de Somosaguas, malhumorada tras ser descubierta como cofradía de funcionarios enchufados.
Que denunciaban la corrupta casta política y han pasado a ser señalados como otra, de momento corrupta a pequeña escala, y además como nueva caspa, vistos sus grasientos manoseos con el PSOE andaluz.
Hay un aspecto del carácter español indetectable en los sondeos y que sólo puede descubrirse desde la intuición: lo taimado y socarrón que suele ser cuando está irritado, como se demuestra, precisamente, mintiendo en los sondeos de opinión.
Que pocas veces se equivocaron tanto en España como desde que se inició la crisis en 2007.
Desde entonces las empresas encuestadoras yerran sistemáticamente aunque aparezca algún acierto entre tanta confusión.
Anteriormente sólo hubo un error importante, en marzo de 2004, cuando daban como ganador de las elecciones generales al Partido Popular, que fue inesperadamente derrotado por los atentados del día 11 después de que influyentes medios informativos y la oposición culparan al Gobierno de incitarlos.
Sí, muchos españoles engañan a las empresas de sondeos, involuntaria o maliciosamente, pero enfadados por la crisis y las promesas incumplidas de Rajoy.
Lo que no garantiza que cuando voten serán tan mentirosos como ante los encuestadores.
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SALAS