Revista En Masculino

Menús celiacos: supervivencia en versión mini

Por Papacangrejo @Papicangrejo
Menús celiacos: supervivencia en versión mini
Ser celíaco es como tener un superpoder: detectamos el gluten a kilómetros de distancia, a veces. Pero, a diferencia de los superhéroes, no siempre tenemos una vida fácil. Y no lo digo solo por leer etiquetas como si fueran jeroglíficos egipcios, sino porque parece que en algunos restaurantes creen que los celíacos… comemos poco.
Sí, sí, no nos intoxicamos, pero del hambre no nos libra nadie.
Os cuento algunas de mis aventuras gastronómicas para celíacos:
Foster Hollywood.
Me pedí un costillar. Hasta aquí todo bien. Pero cuando llegó el plato pensé que me habían servido el costillar de un conejo. O de un hámster. No sé, pero desde luego no de una vaca o cerdo. En fin, proteína hubo, pero no mucha.
McDonald’s.
Pagué lo mismo (o más) que mi familia, pero mi hamburguesa llevaba pan de la marca Schär, tamaño juguete: unos 7-8 cm de diámetro, más pequeño que la palma de mi mano. En la imagen lo podéis comprobar, tened en cuenta que la caja de mi hamburguesa es la del menú infantil, y se queda grande. La hamburguesa ni sobresalía del pan. Menos mal que pedí patatas grandes para compensar. Mi familia lloraba de la risa y mi hijo pequeño, que a veces parece alimentarse del aire, me dijo:
“Papá, hasta yo me quedo con hambre con eso.”
Gracias, hijo, por el apoyo moral.
IKEA.
Aquí me dieron dos opciones: albóndigas o codillo. Pedí las albóndigas. Me dijeron que tardarían un poco porque las hacían aparte. Más de un cuarto de hora después, que mi familia ya casi había terminado de comer, me traen una bandeja de comida precocinada, con 8 bolitas del tamaño de los cheetos (sí, esas bolitas de queso). Con un poco de puré de patata al lado. Ni los Playmobil se llenaban con eso. Al menos, acabe de comer a la vez que ellos.
Y claro, en todos estos casos no te mueres por contaminación cruzada, pero de hambre… eso sí.
Menos mal que voy poco a este tipo de sitios y cuando salgo intento buscar restaurantes que realmente tengan opciones sin gluten en condiciones. Porque, ojo, no pedimos una fuente desbordante como en las pelis americanas, pero al menos algo que te deje con la sensación de haber comido.
Al final, lo bueno de estas experiencias es que me sirven para reírme (y hacer reír a mi familia). Y oye, siempre saco una historia para contar en el blog.
Así que, queridos restaurantes: los celíacos también comemos. ¡Y no somos un público infantil de 5 años!
¿Os ha pasado algo similar?

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