Vivimos en una era de turismo religioso y son muchos los que recorren tierras y mares para encontrar no solo los santuarios consagrados de las grandes religiones (Jerusalén, Roma, La Meca y Benarés), sino otros enclaves más recoletos y escondidos en los que vibra el aura de lo divino. Pero los verdaderos místicos saben que la más honda peregrinación es la interna: cada uno puede encontrar dentro de sí mismo los signos y secretos más fabulosos y fantásticos, vinculados a la vida o a Dios.
En ese sentido, les presento la escuela más disciplinada y fantástica de astronautas de Dios: el judaísmo de la Mercabá, que surgió en los comienzos de la Cábala. Nunca se había elaborado una doctrina y práctica más honda de navegación divina en el carro sagrado que atraviesa los siete cielos interiores del alma (y del Cosmos) hasta llegar al silencio supremo, que es Dios.
Ascenso místico
En los primeros siglos de la era cristiana, después de la caída del templo y de las instituciones antiguas de Israel (en las guerras acontecidas entre los años 67 y 70 y entre 132 y 135), muchos judíos desarrollaron una técnica especial de ascensos místicos de tipo esotérico, reservada para algunos iniciados. La gran masa de los judíos se limitan a cumplir la Ley y se mantienen fi eles a las tradiciones sociales de los antepasados. Pero hay algunos que, además de cumplir la Ley externamente, desarrollan técnicas de iluminación y de ascenso interno a lo divino.
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