Como ya comenté en la última entrada, el viernes y el sábado de la semana pasada estuve en un mercadillo. Dicho así, parece que lo hiciera todas las semanas, pero era la primera vez. Y como sucede con todo lo que no se ha hecho antes, las nuevas sensaciones fueron lo más importante. Me enteré de que se organizaba este mercadillo el mes pasado cuando, casi literalmente, me tropecé con él. Me gustó mucho porque tenía un aire bohemio que me recordaba a algunos que había visitado en grandes ciudades europeas. Había mucha artesanía, ilustradores, puestos de ropa vintage y ropa nueva, de muñecos, bolsos y sombreros, de jabones, libros de segunda mano... un sinfín de gente creativa que vendía lo que hacía en un ambiente en el que todos parecían estar pasándoselo bien. La zona está en el centro de la ciudad, pero es una zona con casas antiguas que no se han restaurado y cuyo aspecto deteriorado, lejos de afear el mercadillo, aumenta su ambiente nostálgico y alternativo. Y, como por casualidad, me puse en contacto con las organizadoras. Las fechas para mí no podían ser peores, pero Paloma, una de las organizadoras, me animó tanto que decidí ir. Me llevé a mi madre de apoyo moral y físico. Me parecía que tenía pocas cosas hechas, así que hice algunas más. No muchas. No tenía tiempo. E intenté esforzarme en darle un aspecto bonito al pequeño puesto que pusimos. Pinté las cajas de fresas que llevaba guardando desde hacía un año. Hice una guirnalda de goma eva con el nombre de la tienda, que es el del blog. Hice algunas máquinas-alfileteros. Y, para anunciar los trabajos de goma eva (que hago por encargo) utilicé dos falsas tartas que son cajas. Las nuevas sensaciones fueron lo mejor. Primero, el ambiente que creaban las compañeras y compañeros del mercadillo fue fantástico. De hecho, la mayoría de las fotografías que muestro son de dos de ellas, de Mar y de Rocío. Ya había escuchado que vender en la calle es duro. Para mí, que nunca pensé que vendería ni en la calle ni bajo techo, era una novedad. Tienes, por ejemplo, la sensación de que la temperatura va cambiando. Si, como sucede en mi lugar habitual de trabajo, la temperatura se mantiene constante y eres consciente de que el tiempo pasa porque miras el reloj de la pantalla del ordenador o miras a través de la ventana, notar el paso de las horas porque el sol va avanzando y tienes que abrir la sombrilla o porque empiezas a tener calor, es algo diferente. Pero no sólo es la temperatura la que cambia, también cambia la gente que pasa frente a ti. En la mañana del viernes, pasaban grupos de mujeres que, probablemente, salían de sus trabajos e iban a desayunar. Las veías al ir y al volver. Al mediodía veías más gente que salía de compras. A la hora de la comida, casi no pasaba nadie. Por la tarde, a partir de las 6 o 7 pasaba mucha más gente: grupos de jovencitas, parejas jóvenes y mayores. Y la gente cambiaba del viernes al sábado. El sábado por la tarde había muchos niños que salían con sus padres. Hubo una última cosa que me gustó especialmente: las caras de la gente cuando veía las cosas del puesto. La tarta-caja de goma eva con los novios, los botes decorados y la tarta con el cochecito de bebé siempre provocaban una sonrisa. Y eso me encantó. Algunos, que caminaban por delante de sus acompañantes, los esperaban y les mostraban algunas de estas cosas. Y yo los veía, anticipando qué iban a hacer. La gente era espléndida con los halagos y, aunque no compraran, valoraban el trabajo. Varias chicas preguntaron si daba clases de manualidades y la maestrita que llevo dentro sentía una lástima enorme por no poder enseñar lo poco que sé. Una chica me compró un alfiletero máquina de coser y me preguntó si podía envolverlo. Pero no tenía previsto hacerlo porque ni el espacio ni el lugar me permitían tener las cosas necesarias. Me lo pagó y lo dejó para recogerlo un poco después. Pensé que no me costaría nada comprar algo de papel de regalo y empaquetarlo. Así que, dejé a mi madre cuidando el puesto y fui a comprar papel. Le hice un pequeño paquete y lo guardé en la bolsa. Cuando vino, yo estaba hablando con alguien, así que, sin dedicarle mucho tiempo, le di la bolsa y le dije que se lo había empaquetado. Un buen rato después volvió. Se me acercó y me dijo que me quería dar las gracias porque le había gustado mucho el paquete que hice.¿Gané? Llegados a este punto, ¿se puede dudar de que gané?, gané estupendas experiencias. Así que volveré: el 12 y 13 de julio, de 16 a 22 horas, en el mismo lugar.