La mayor y más importante parte de nuestra alimentación la proveen las proteínas animales. Este hábito de alimentarnos de los cadáveres de seres inferiores (cadaveróficos) es algo heredado a lo largo de millones de años de evolución.
Difícilmente, a menos que usted sea vegetariano o miembro de “PeTa”, sienta algún remilgo en darle una mordida a un buen asado de carne, o a esos deliciosos muslos de pollos en salsa. Agregue además que como padres muchos de nosotros de seguro hemos tenido más de una vez que insistir y persuadir a un chico de que comerse la carne es importante. Ya saben… “cómete la carne mi’jito, para que te pongas grande y fuerte”.
Claro la persuasión no incluye ningún tipo de explicación, se imaginan dándole una charla junto con el plato de comida a un niño de cinco años, en la que le van explicando que gracias a esas proteínas animales, el cerebro de nuestros ancestros pudo crecer y evolucionar hasta lo que hoy somos. Naaa, no lo creo…
Como tampoco creo que pensemos un poquitín sobre nuestro papel o lugar dentro del mundo que nos rodea. Consumir los vestigios de seres inferiores sin más ni más, es algo irresponsable, pues al final todo lo que habita sobre la Tierra en algún momento es reciclado. No pensar acerca del asunto conlleva una cierta arrogancia o creencia de que los humanos somos más importantes que cualquier otra cosa sobre la Tierra. Para muchas de las antiguas culturas de cazadores, el matar y consumir animales era algo normal, pero siempre iba acompañado de una especie de ritual en que el cazador le pedía perdón a la victima por haberle quitado la vida y le prometía que en el futuro él también alimentaría a otros con su propia carne.
Bueno y a qué viene toda esta descarga, pues nada el pequeñín del vídeo inferior me hizo reflexionar (en voz alta) acerca del asunto de comer restos de animales muertos. Véanlo, y díganme en los comentarios a que conclusiones llegaron ustedes.
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