Cannoying
La parada de Mérida fue larga, casi una semana lo cual, teniendo en cuenta lo apresurado que iba últimamente era más que necesario. De cuando en cuando es conveniente echar raíces un poco en el mismo sitio. La capital de la aventura venezolana resultó un gran sitio para ello.
Había muy buen rollo con Dimitri y Oliver, teníamos couchsurfings que nos sacaban de fiesta y muchas actividades que hacer. El fin de semana se perdió para la causa entre tragos y siestas. Hacía falta el descanso y la relajación etílica en cualquier caso. Mérida no es que sea un sitio particularmente bonito ni la noche, al menos lo que nosotros vimos, nada memorable pero hay algunas cosillas curiosas.
Helados exóticos en Mérida
Por ejemplo una heladería que está en el libro Guiness por tener el mayor número de sabores disponible. Tienen helados con todos los gustos imaginables. Cosas como atún o cerveza, el que yo probé que, efectivamente, sabía a cerveza.
El Lunes volvimos a la carga con las actividades deportivas. Nos fuimos para Gravity y negocionamos con Gustavo el tour que nos faltaba para completar la trilogía de deportes de riesgo.
Una movida llamada cannoying, que consiste básicamente en bajarse un río por el cauce, preferiblemente uno que no sea apacible y tenga rocas y saltos de agua por todas partes. Así que, básicamente, te enfundan en un traje de neopreno y te ponen a hacer el cabra río abajo.
El sitio al que nosotros fuimos estaba bastante cerca de Mérida, nada que ver con el maratón de camioneta del día del rafintg. El asunto empezó suave, simplemente había que caminar por al corriente, trepando rocas de vez en cuando. Al rato llegó el primer salto de agua, que había que bajar haciendo rapell. El guía asegura la cuerda a una roca y te la engancha al arnés. Tú trabajo consiste en bajar por la cascada suspendido de la cuerda. Obviamente te empapas y te golpeas con la roca al hacerlo. Divertido ¿verdad?
El caso es que sí lo es. Fueron tres saltos de agua, a cual más alto. De hecho el último de ellos acojonaba bastante. Entre uno y otro no era todo exactamente simple caminata. Había puntos del río donde había que deslizarse en toboganes, o saltar desde las rocas para poder seguir avanzando.
En resumen, una forma divertida y original de pasar la mañana y otra actividad nueva al saco del viaje. Lamentablemente el CD con las fotos que nos hizo el tipo se lo quedaron mis colegas de viaje así que de momento de esto no hay material gráfico.
Adiós a los Andes
Después del cannoying Dimitri y Oliver se piraron y yo me quedé con un par de días a rellenar con algo y sin lugar donde pasar la noche. Lo segundo lo solucioné gracias a Couchsurging. Lo primero gracias al trekking al Pan de Azucar en el cual empecé a escribir los posts de Mérdia.
El Acenso al Pan de Azucar de Mérida
Aquella excursión no fue nada del otro mundo en cuanto a montañismo, será porque vengo de Perú y Ecuador donde ví e hice cosas bastante más memorables. Sin embargo fue una buena idea. Me eché unas buenas risas con aquella gente y me despedí en condiciones de mis amigos Los Andes, sin duda uno de los grandes protagonistas de esta vuelta a Sudamérica.
Los Andes
Me he tropezado con la cadena montañosa más joven del mundo unas cuentas veces desde que todo esto empezó. La primera toma de contacto se produjo en la frontera entre Argentina y Chile, cerca de Mendoza, en aquel viaje con Koala en el que vimos el Puente del Inca, escalamos en Uspallata y llegamos a la base del Aconcagua.
Me harté de ver picos, lagos y glaciares en el trekking de Torres del Paine y en ese mismo viaje estuve en Ushuaia, el punto más al Sur del continente en el que los Andes desaparecen en el mar.
Ya en la segunda parte del viaje vino la mayor ración de montaña. Bolivia, Perú y Ecuador consistieron mayormente en ascensiones y trekkings. El Huayna Potosí, cerca de La Paz, fue la primera y la más difícil. La más alta también, 6088 metros de maldad helada que me dejaron para el arrastre.
Todo lo que vino después fue algo más fácil pero igualmente espectacular. Algunas cosillas más en Bolivia. La carretera de lal muerte, también en la Paz. El fascinante lago Titicaca, el más alto del mundo, ya cerca de la frontera con el país vecino.
Perú dejó una nueva ascensión exitosa, la del Misti. Más fácil porque no requiere equipo para hielo pero espectacular por las vistas, especialmente la foto de la sombra perfectamente piramidal de la montaña. Despúes vinieron un par de trekkings. El Canón del Colca en Arequipa y el de Santa Cruz, en Huaraz. El primero llevó un par de días y no fue gran cosa. El segundo requiere tres y el momento álgido es el paso por el paso Punta Unión, a 4700 metros de altitud.
Ecuador también consistió básicamente en hacer el cabra por el momte. Quito es un buen ejemplo del paisaje típico del país: volcanes por todas partes. Es un lugar excelente para subir montañas aunque algo caro en comparación con Perú o Bolivia. Me subí los 5983 metros del Cotopaxi pero fracasé con el Chimborazo que podía haber sido mi cumbre más alta. Hice el trekking de El Altar, una de las montañas más espectaculares que he visto aunque aquello acabará en desastre en el camino de vuelta.
Y por último vino el Pan de Azúcar de Mérida, un pico de 4500 metros en los Andes venezolanos al que se llega en dos días de caminata sencilla. El paisaje no será espectacular como esos otros sitios donde estuve pero resulta curioso por la presencia por todas partes de unas plantas muy peculiares llamadas “fray leon”.
Poco importó que cuando llegamos a la cumbre no se viera una mierda por la niebla. Saboreé aquel momento sabiendo que iba a pasar bastante tiempo hasta que volviera a estar en un sitio tan alto de nuevo. Adiós Andes, fue un placer…
Concepto Bolivares Euros
Ascenso a Pan de Azucar 500 50