Usted recordará los carteles al lado de las altísimas grúas que construían a toda marcha urbanizaciones y obras públicas por toda España que anunciaban: “Proyecto financiado por Bankia” o por otras cajas-banco que quizás provoquen en rescate europeo de España.
Llegaban sacos con créditos del exterior. Los directivos saqueaban las cajas con sus multimillonarios sueldos comisiones y ayudas a los conmilitones, y concedían hipotecas sin garantías de cobrarlas.
La gente se creía riquísima: ganaba mil euros y adquiría un piso por 350.000, en los que se incluía ya un lujoso coche alemán.
Un metro cuadrado en cualquier páramo hacía millonario a su propietario, y por los votos de un pueblo de mil habitantes se construían un museo de arte contemporáneo, un palacio internacional de congresos, un aeropuerto y una estación de AVE.
Los directivos de las cajas estaban felices: si el capital real, tangible de cualquiera era de cien euros, por ejemplo, teóricamente tenía cien millones en viviendas de mileuristas hipotecados.
Los mileuristas no podían pagar, pero además una enorme cantidad de ellos quedó en el paro. Tampoco pagaban los ayuntamientos, diputaciones y CC.AA. las grandes obras de las que presumían.
Previendo la situación los directivos de las cajas se ponían indemnizaciones preventivas de decenas de millones por despido: sabían que algún día iba a estallar la burbuja.
Además, cobraban bonos multimillonarios por haber convertido en cien millones el capital real de cien euros de la entidad.
En EE.UU. ya habían sufrido este mercado hipotecario con sus “subprime”, exportadas por sus banqueros mundo adelante, problema multiplicado en España, además, con la deuda de las entidades públicas.
El abismo: los mileuristas, sin trabajo; deben devolverse los créditos internacionales y todos arruinados menos los políticos y directivos, que deberían estar encarcelados.
--¡Merkel, piedad: prometemos enmendarnos!
--No os creo.
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SALAS