El pasado martes la canciller alemana Angela Merkel realizó una breve visita de varias horas a Budapest, donde se reunió, entre otros, con el primer ministro húngaro Viktor Orbán y el presidente János Áder.
Las relaciones entre los gobiernos húngaro y alemán no pasar por su mejor momento, y las discrepancias entre Merkel y Orbán saltan a la vista. De hecho, la última visita de Merkel a Hungría fue en 2009. Por aquel entonces el anterior gobierno socialista estaba en el poder. Sorprendente si tenemos en cuenta que Alemania es el principal socio comercial de Hungría, tanto en importaciones como exportaciones.
Por poner un ejemplo, ciudades húngaras como Győr o Kecskemét dependen en gran medida de las enormes fábricas que Audi y Mercedes han construido en ellas. Empresas alemanas que, pese a tener holgados beneficios, han venido a producir a Hungría para disminuir sus costes salariales y seguir amasando fortuna, mientras que los trabajadores húngaros emigran en masa a Alemania en busca de mejores salarios. Eso sí, en la frontera no hay que enseñar el pasaporte, que somos Schengen. En fin, eso es la Unión Europea.
Hace solo unos días, a raíz del atentado de Charlie Hebdo, Orbán realizó unas desafortunadas declaraciones sobre la inmigración en general y la económica en particular, diciendo que "solo trae problemas" y que no permitirá que miles de inmigrantes con culturas diferentes se instalen en Hungría mientras gobiernen él y su partido. No tendrá que hacer mucho el primer ministro para que esto no ocurra, pues dada la situación económica del país, es muy poco probable que masas de inmigrantes se lancen con el objetivo de establecerse y echar raíces en Hungría. La propia oposición le recordó a Orbán que cientos de miles de inmigrantes húngaros se han ido a trabajar a Alemania, Austria, Inglaterra o Irlanda para poder tener una vida digna, y que si no fuese por sus remesas monetarias, la economía húngara iría aún peor. Gente que se va a trabajar y ahorrar al extranjero una temporada, y vuelve a Hungría con dinero suficiente para comprase aquí una casa, y así poder disfrutar un poco más de su escueto salario de 300 euros que una hipoteca los haría desaparecer de un plumazo. Esa es la realidad por estas tierras.
Es cierto que en los últimos dos o tres años, debido a conflictos cercanos, han entrado ilegalmente a Hungría un número sin precedente de refugiados huyendo de Siria, Kosovo y Ucrania, ya que debido a su situación geográfica es la puerta de entrada a la Unión Europea, y la frontera entre Serbia y Hungría se ha vuelto una importante ruta repentinamente. Sin embargo, tan solo es un país de tránsito, ya que su verdadero objetivo es Alemania. De hecho muchos solicitan el estatus de refugiado aquí en Hungría y cuando raramente las autoridades se lo conceden, la mayoría de los solicitantes ya han puesto tierra de por medio, generalmente hacia el país germano. Pero obviamente los políticos no han tardado en sacarle partido electoral al asunto.
En cualquier caso el martes la comitiva de la Merkel interrumpió mi camino por Andrássy, todo el centro de Budapest estaba lleno de policías y los helicópteros sobrevolaban atronadoramente la ciudad. Y esto es solo el aperitivo, ya que el próximo 17 de Febrero, Vladímir Putin viene de visita a Hungría. Menos mal que ese día yo estaré en la tranquila Szeged.
Como he ido contando en anteriores entradas, Viktor Orbán se ha distanciado poco a poco de la corriente general de la Unión Europea comandada por Alemania, y ha arrimado hombro con Rusia, Turquía o Azerbayán, tanto con acuerdos económicos como citándolas en sus discursos como ejemplos a seguir. Es lo que Orbán llama democracias iliberales, argumentando que las liberales han fallado estrepitosamente. El morbo del encuentro con Merkel estaba asegurado, y los periodistas lanzaron sus preguntas, a las que ambos contestaron diplomáticamente.
Orbán besando la mano de Merkel a su llegada.
Ambos declararon que, pese a tener sus discrepancias, pueden dialogar perfectamente. Respecto al modelo de democracia iliberal de Orbán, Merkel dijo que son dos conceptos antagónicos que no puede imaginar más que por separado. En cuanto a las sanciones económicas adoptadas por la U.E. contra Rusia, Merkel dijo que es necesario que se cumplan a rajatabla por parte de todos los socios. Orbán había dicho hace poco que dichas sanciones eran como si la U.E. se disparase en su propio pie (lo que le costó una reprimenda desde Bruselas). Por lo demás, la visita no dio mucho más de sí. Tras esto, se reunió con el presidente húngaro y visitó la sinagoga de Budapest, donde se juntó con varios importantes líderes de la comunidad judía en Hungría. Hace poco Orbán sorprendió condenando el papel de Hungría durante la segunda guerra mundial y diciendo que era hora de asumir la responsabilidad histórica con respecto al holocausto. Raro, porque la tendencia del gobierno era la del victimismo. Claro que días después venía la jefa Merkel a visitar la sinagoga.
Para la foto, todo es amistad y sonrisas.
De cualquier manera el plato fuerte será sin duda la próxima visita de Putin a Budapest el día 17, en un momento en el que la U.E. está tratando de aislar al líder ruso y uno de sus miembros (Hungría) firma contratos con Rusia y su primer ministro declara públicamente que las sanciones no tienen sentido e incluso que el estado ruso es una referencia a seguir.
En juego está el nuevo contrato gasístico entre Rusia y Hungría (el actual expira este año), y Orbán necesita energía barata para continuar con sus planes de construir una gran empresa estatal de servicios públicos sin ánimo de lucro (que distribuiría electricidad, agua y gas a precios más baratos que el que actualmente ofrecen empresas privadas, en su mayoría en manos extranjeras). De ahí que Rusia vaya a ampliar la central nuclear de Paks o de la defensa del primer ministro húngaro por el gasoducto South Stream, que finalmente ha sido cancelado por las presiones de una Unión Europea en recesión enzarzada en una guerra económica con Rusia. Seguiremos informando.