Que mira que os lo tengo ya más que dicho y redicho. Que me repito más que el chorizo. Que soy más pesada que una abuela dando de comer a sus nietos. Que me rellenéis el “about me”, coñe, que si no, puede que haya alguien que quiera escribir sobre vuestro trabajo y, por falta de info, no os dedique ni un triste tweet. Pero vosotros ¡hala! venga a publicar cosas chulas sin decir esta boca es mía… Pues nada, nada, cuando llegue alguien y se invente tu vida con tal de poder mostrar lo que haces, a mi no me vengas con pucheros ¡¡que no le voy a hacer caso a ningún garbanzo!!
El último descubrimiento sin una biografía que contaros ha sido Merve Ozaslan y, como podrás imaginar, va a tener la vida que a mi me dé la gana:
A Merve siempre le ha gustado la moda, desde chiquetita, vamos, desde que se comía los moquillos cuando nadie la veía. Aunque ella siempre decía con un deje repelente pero muy pillo: mamá a mi me gusta la moda, no los modelitos. Con esto se refería que lo que a ella le gustaba era hacerle los trajes a sus muñecas, no que se las regalaran con varios “modelitos” ya creados. ¡¡Podía hacerlo con todo!! Con servilletas, con plantas, con flores, con papel de orillo… ¡hasta con cartones de leche! Pero claro, nunca le servían a ella. Así que, cuando Merve empezó a tener paga, se fue a las tiendas de telas dispuesta a comprar retales para crear su primera colección para humanos.
Lo que pasa (te creías ya que te iba a dejar sin punto de inflexión), es que a Merve, coser se le daba como el culo, seamos claros, y su futuro como diseñadora de moda se fue al garete a una velocidad que ríete tú del avance de Podemos. Merve se puso muy triste, muy triste, muy triste, pero decidió no abandonar su pasión y ejercerla de otra manera: ¡siendo fotógrafa de moda!
Un día, descubrió una página que estaba llena de imágenes antiguas en las que las protagonistas tenían todo el garbo y elegancia de antaño, pero con la frescura actual. A Merve se le hicieron los ojos chiribitas y dijo ¡¡¡yo quiero hacer esto!!! Sin embargo, se dio cuenta de que era una página sobre maternidad, el “Club de Malasmadres” se llamaba ¡¡pero si ella no era madre!! ¿¡Cómo podría trabajar en algo así!? ¡¡Su inspiración no podía llevarse otra decepción!! ¿Entonces…? Nada, nada. Tras mucho pensar Merve decidió que en vez de texto, iba a utilizar la naturaleza, que le resultaba más poética y seguía consiguiendo un contraste tan sorprendente como igual de divertido.
Y, colorín colorado, esta vida ya me he inventado.
[ ¡Ay, qué graciosos! ¿Y esta chiquilla no tiene más por ahí que yo los vea? ]
Vía: La Boite Verte