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Dentro del marco de la última edición del Cryptshow Festival tuvo lugar el 06 de julio en la sala La Sargantana, una mesa redonda auspiciada bajo el epígrafe que da título al artículo. Ella contó con los siguientes ponentes:
-Joan Carles Tous, fundador de la distribuidora de cine Cameo y uno de los creadores del portal Filmin’, plataforma española de video on demand.
-Joan Carles Martorell, co-fundador del colectivo EMBED, docente y realizador de cortometrajes y proyectos multimedia.
-Robert Figueres, director de proyectos Transmedia.
-Luis Román, director del BccN Barcelona Creative Commons Film Festival.
-Ignasi Lamarca, fundador de Friki Films.
La mesa estuvo moderada por Marta Torres, de la redacción de Judex.
A través de la exposición de cada uno de los integrantes de la mesa, junto con la participación del público asistente, se trató de debatir cuál es la incidencia de las nuevas tecnologías de la información en el cine y qué nuevos modelos de negocio se están imponiendo con las posibilidades que la red ofrece. Queda ya asumida la pérdida de la hegemonía del cine como principal industria del entretenimiento. Como afirmó Joan Carles Martorell, hoy en día la que ofrece mayores dividendos dentro del consumo del ocio es la línea de los videojuegos. En este contexto, dada su pérdida de la centralidad, ¿internet acabará por anular la tradicional forma de consumirlo? No necesariamente, pero sí se definen nuevas formas de explotación, acordes con un medio caracterizado por ser un canal de comunicación inmediato, horizontal, informe, polifónico y organizado, fundamentalmente, mediante constelaciones de comunidades gobernadas por afinidades. Es un entorno que se regenta por la interacción y la actualización constante de la información. No solo democratiza su uso sino que permite una accesibilidad instantánea, sin intermediarios, y que por tanto, configura nuevas vías de consumo, que en algunos casos, pueden suponer un choque o conflicto con las tradicionales formas de entrega. Tal como se interrogaba Joan Carles Tous, ¿en qué lugar se debe ubicar el video on demand dentro de la prototípica cadena de rendimiento de un film? ¿Antes de que pueda verse en dvd? ¿Es posible su estreno simultáneo en salas? ¿O quizás es necesaria una nueva configuración de la tradicional jerarquía de exhibición? En esa dirección apuntaba Luis Román, desde su defensa del cine creado bajo licencias creatives commons. Unas producciones que no solo modifican ostensiblemente los clásicos derechos de autor (se flexibiliza el uso del film, ampliando su utilización y favoreciendo una viral difusión), sino que internet, como herramienta efectiva de visibilización, permite hacerse rápidamente con un nombre, para así poder dar el salto a la pantalla grande. Se aboga por una inversión de los espacios de preeminencia y se cuestiona la pantalla grande como la depositaria de la primicia del estreno. En ese sentido, Joan Carles Tous comentó el caso de la película española “Mami blue” (2010) de Miguel Ángel Calvo Buttini. Fue la ganadora del Atlantida Film Fest, festival creado desde la misma plataforma Filmin, crédito que motivó que llegase a estrenarse en pantallas españolas. Asimismo, se permite un contacto directo con el autor, derrumbándose la imagen del creador en su torre de marfil inaccesible al público, algo todavía más acentuado con la amplia irradiación de las redes sociales. En ese sentido, no es menos importante la configuración de nuevos escenarios de producción. Bajo ese paraguas y beneficiándose de los principios rectores de las diferentes colectividades, emergen plataformas de micromecenazgo como Kifund, que no solo se abrigan bajo los valores de solidaridad y colaboración, sino que retan frontalmente los discutibles criterios de obtención de subvenciones institucionales para promover y apoyar nuevas creaciones. Lo que se trata es de hacer partícipe al destinatario de la obra, mediante un retorno que le haga sentirse parte activa del proyecto que impulsa. Una política que resultaba impensable antes de que existiese el desarrollo de las nuevas herramientas de comunicación. Por ejemplo, en ese marco se está llevando a cabo la realización del largometraje “El Cosmonauta”, dirigido por Nicolás Alcalá, propulsado mediante métodos de crowdfunding y licencias creatives commons, en lo relativo a la producción. Internet, como una escena colaborativa que permite la hibridación de diferentes tecnologías, todas ensambladas en un mismo hábitat, significa trabajos transmedia, donde Robert Figueres aportó su experiencia. Una obra audiovisual multi-plataforma que fomenta la acción participativa y supone un campo de experimentación e innovación en las formas narrativas convencionales, diluyéndose así las barreras entre las diferentes disciplinas.
Llegados a este punto, se alinearon dos líneas en la conversación. Por un lado la optimista y entusiasta que encuentra en la red una herramienta posibilista para que la industria cinematográfica se regenere con la savia nueva y necesaria que traen los creadores debutantes, los cuales pueden materializar más fácilmente su sueño. Una corriente que pilotaba un idealista Luis Román. Pero el público respondía con la defensa ¿nostálgica? de seguir aferrado a la clásica forma experiencial, esto es, adherirse a las sensaciones que produce verlo en pantalla grande. Joan Carles Tous lo definió muy bien: en el cine la película se degusta, en internet se consume. Los desafíos que están sobre la mesa versan en torno a cómo se puede responder adecuadamente a las demandas del usuario. Poder ver películas desde diferentes dispositivos y que no sea necesario salir de casa. Filmin’ como puntera plataforma de video on demand responde a esas nuevas necesidades. Ahora bien, también es un hecho que existe un tipo de público, desatendido por las distribuidoras mayoritarias, que acuden y secundan la ingente proliferación de festivales especializados, los cuales se han convertido, no en un escaparate más, sino en una auténtica plataforma de distribución. Porque lo que está en liza, no es solo el acceso diversificado, acorde con la acelerada evolución de la amplia gama de productos tecnológicos, sino de llegar a largometrajes obviados por los típicos canales de exhibición. En definitiva, cubrir segmentos de espectadores cinéfilos o cinéfagos. En ese marco funciona perfectamente el ejercicio de memorabilia del Phenomena, recuperando las añoradas sesiones dobles de películas de los años setenta y ochenta. Lo que no se dijo, es que si Filmin funciona, también es debido a que tiene una marcada política en sus contenidos, el off Hollywood como lo denominan en su web. Se habla de la piratería, pero se omite deliberadamente la existencia de foros que confeccionan subtítulos, de forma colaborativa y desinteresada, para que los usuarios, y bajo ningún ánimo de lucro, puedan ver y entender películas inéditas en España. Téngase como ejemplo, las cinematografías orientales que generan una auténtica cinefilia entregada, y que durante mucho tiempo han sido olvidadas, salvo la excepción del Festival de Sitges o el extinto BAFF. Algo que podría aplicarse, en buena medida, al aficionado del fantástico, del que Ignasi Lamarca, con el añorado sistema del direct to video de los años 80, recupera en su cartera films que a nadie les interesa comprar, pero que tienen su audiencia, la misma que abarrota el Festival de Sitges, o la que acude al Cryptshow. Así pues, las nuevas tecnologías también hacen una llamada al mercado para que éste se singularice, atienda diferentes orientaciones y satisfaga a toda clase de espectadores.
Por Manu Argüelles