Messi festeja el gol de la victoria con Alves -EFE.
Sufrió y maldijo su suerte una y otra vez un Barça lleno de tesón, pero sin la fiabilidad que históricamente ha dispuesto en ataque. Messi encontró el gol balsámico a última hora, en el 83, cuando el Málaga esperaba una recompensa por su sobriedad defensiva y por sido capaz de igualar el gol inicial de Pedro. El tanto del argentino (2-1), precioso en su ejecución por la triangulación como conmovedor por la reacción de la grada, sabedora de la importancia que supone mantener el liderato con respecto al Real Madrid, que venció en su visita a Tenerife (1-5) y continuará a dos puntos.
Pedro y Messi simbolizan dos caminos opuestos para alcanzar el objetivo primordial del fútbol, que no es otro que es gol. Pedro es el exponente de la concreción. Sus tantos (16 en los 34 partidos que ha jugado este curso) responden al mismo patrón: remates al primer toque con la pierna o de cabeza, y tiros duros y secos. Pedro no se complica en regates ni filigranas como hace Messi. El canario no parece comulgar con la filosofía del equipo, pero se ha convertido en una pieza clave de un grupo liderado por el 10, más espectacular, superior en la técnicay con más experiencia. Pero ambos, siendo tan diferentes, se complementan sin pegotes.
“Desde el Mundialito de clubes le estoy dando muchos menos minutos de los que se merece. Lleva un año inmaculado”, le reconoció a Pedro Guardiola, consciente de que Messi se iba a llevar el titular principal. Messi, a su vez, empató provisionalmente los 17 tantos de David Villa en su pugna por el Pichichi. El argentino cambió su posición y jugó de mediapunta. “No hemos cambiamos el sistema”, subrayó el técnico azulgrana, que dejó claro a los periodistas que nunca había jugado con dos dobles pivotes.
La insistencia
Exigido por el triunfo de su rival directo por el título, el Barça compareció fiel a su juego de toque, presión y elegancia. El problema para los azulgrana llegaba en la zona de tres cuartos, porque antes, en los prolegómenos, se recreaba como siempre. Pero carecía de puntería y cierta maldad para elaborar acciones mínimamente peligrosa. Su valor era la insistencia, retratada mejor que nadie en Messi, que hacía honor a su sobrenombre de La Pulga avanzando por más que hubiese más de un defensor del Málaga estirándole de la camiseta. El 10 azulgrana perseveraba como su equipo, incapaz de tirar más de dos veces bajo los tres palos y de acumular un serial interminable de centros hacia quién sabe quién y chutes mansos a las manos de Munúa. Tan sólo Iniesta, en una jugada típica de resumen de un partido en el que se ha perdido, y Xavi de tacón de espaldas a asistencia del propio jugador de Fuentealbilla crearon peligro en una primera mitad bien competida por un Málaga muy bien resguardado atrás y que llegó a defender en alguna ocasión con hasta nueve jugadores.
Al Barça le sobraba elaboración y le faltaba maldad, la que le puso Pedro para, en una acción sobria, pero fantástica, conectar un tiro desde fuera del lejos y doblar las manos de Munúa. Suponía el premio a la insistencia de los locales, que habían padecido alguna vez, pues la propuesta del Málaga era la concreción y no necesitaba tampoco de grandes cosas para plantarse en la portería de Valdés. Sólo las suficientes para desequilibrar un partido al que al rival, por negado, hubiese necesitado que ampliasen las dimensiones de las porterías tanto a lo largo como a lo ancho. Y en una de esas acciones esporádicas, pero bien llevadas a cabo Duda sacó una falta que a punto estuvo de sorprender a Valdés. Era el minuto seis y a partir de entonces el Barça acumuló acumularía un serial de ocasiones, mientras el público cataba el ui y pitaba sin descanso a los dos jugadores más incómodos para la grada hasta el gol de Pedro. A Munúa por su actitud confesa (y respetable) de hacer correr el cronómetro bajo cualquier premisa, con cualquier excusa como gesticularle al árbitro o a sus compañeros. Mientras que el reproche a Weligton era un odio de hace meses, del partido disputado en La Rosaleda en el que el central no fue demasiado deportivo con Messi.
Curiosamente los dos más pitados fueron los mejores en los visitantes. Munúa salvaría un remate de cabeza de Ibrahimovic, que ha perdido elasticidad y brillo y al que se le ve torpón, muy alejado de su estado de forma y de confianza con el que empezó su andadura en el Barça. El delantero se frustró cuando el árbitro le anuló el tercer gol por una falta a… Weligton, omnipresente, que le ganó la posición. El defensa, eso sí, no había podido hacer nada en el gol del triunfo de Messi, cocinado por Xavi y Alves, que reaparecía de su lesión, y servido por Messi. El tanto que acabó por desfallecer al Málaga, que había empatado con un gol de Valdo. Lo único destacable (y un gol es más que suficiente) que hizo el ex jugador del Espanyol en su visita al Camp Nou, más allá de considerar que no hacía tanto frío para jugar con camiseta interior y cambiársela cuando entró en la segunda parte. El gol de Valdo, al contrario de lo que ocurre en otras ocasiones, no silenció al Estadi, más atento y animoso desde entonces. El gol de Messi fue festejado como si de un título se tratase. “Suerte que ha acabado, ha sido un suplicio”, suspiraba, casi sin voz, un periodista de una radio barcelonesa.