Ganó Argentina su primer partido del Mundial, lo que siempre es importante (1-0). Maradona lo celebró casi como si fuera el triunfo en la final, pero ya se sabe que este hombre es excesivo en todo. Ante Nigeria, por ejemplo, alineó a cuatro delanteros y a sólo dos mediocampistas, en un alarde ofensivo que no se veía desde los tiempos en que Manuel Pellegrini aún creía que el Madrid era un club de fútbol normal. Con Messi, Tevez, Di María e Higuaín en el campo, el gol lo hizo Heinze, que reivindicó su condición de cacique, de guardián de los códigos y demás milongas.
Argentina no jugó bien, pero pudo golear a una tristísima Nigeria. Lo impidió Enyeama, el meta africano, que amargó la tarde a Higuaín. El delantero del Real Madrid volvió a tener uno de esos días. Falló un gol cantado nada más empezar el partido y desde entonces vivió obcecado. Messi falló incluso más goles que El Pipita, pero fue lo único que se salvó de la albiceleste. Comenzó enchufadísimo y firmó varias acciones en las que parecía llevar la camiseta del Barça. Va sobrado, aunque habrá que verlo ante pruebas más exigentes. Por cierto, jugó Di María, por el que el Madrid puede pagar más de lo que recaudó por Robben. Sin comentarios.
Tampoco admite muchos la cantada de Green en el Inglaterra-EE.UU. (1-1). Seguramente los tabloides de su país le harán picadillo, y su sacrificio público tapará una puesta en escena más que discreta de su selección, a la que no pudo ponérsele mejor el partido gracias al temprano gol de Gerrard. Luego llegó el error de Green y un ejercicio de impotencia de los Pross, de los que sólo se salvó el corajudo Rooney. Mal inicio para los Capello’s Boys, sin duda minimizado por la debilidad de los otros dos componentes de su grupo.
La jornada se abrió con el duelo entre la Corea rica y la pobre Grecia (2-0). Los helenos no son ni la sombra de 2004. Tampoco es que el equipo que ganó la Eurocopa de Portugal fuera gran cosa, pero al menos ofrecía solidez. La crisis griega se ha extendido a su selección, que no parece en condiciones de poder aliviar las penas de sus compatriotas. Los coreanos les ganaron cómodamente, con las mismas armas que les dieron el bronce en su Mundial, el de 2002: orden, disciplina y rapidez. Puede bastar para estar en octavos.
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