Metáforas y ejercicios ACT (Vol. 1)

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Las metáforas son un potente recurso de lenguaje que permite a los consultantes reflexionar sobre una situación concreta a partir de una idea o una historia.

En ACT se sugiere que la inflexibilidad psicológica es una de las principales causas del sufrimiento humano, y que la inflexibilidad surge a través del enredo que hacemos con las reglas verbales y las trampas del lenguaje. Para abordar el problema con el lenguaje, no podemos utilizar solamente el diálogo verbal, eso sería como echarle más leña al fuego porque estaríamos reforzando el lenguaje literal y nos alejamos de un encuentro más experiencial. Por lo tanto, es fundamental usar metáforas y ejercicios que ayuden a los consultantes a comprender el enfoque a través de los sentidos y de la experiencia.

Aclaración: Las metáforas y ejercicios no te serán de mucha utilidad si solo los usas como una receta o un guión para repetir a los consultantes. Es necesario que elijas cada ejercicio según el proceso que estás trabajando en ese momento con tu consultante y que lo puedas adaptar según sus características idiosincráticas.

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Metáfora de los escaladores

Objetivo: El objetivo es establecer el contexto de terapia y el papel que juegan dentro de ella tanto el consultante como el terapeuta.

Es como si tú y yo fuésemos escaladores, cada uno se afana en su propia montaña. Eso sí, las montañas se alzan cercanas una a la otra.

Yo puedo ver un camino por el que tú puedes subir tu montaña, no porque yo la haya escalado antes, ni porque haya coronado la cima, ni porque sea más listo que tú. Sino porque estoy situado en una posición desde donde puedo ver cosas que no pueden verse desde donde estás tú.

Yo estoy escalando mi propia montaña y tú, llegado el caso, podrías hacerme indicaciones pertinentes sobre el camino que me espera.

Mi única ventaja con respecto a ti durante la terapia será la perspectiva.

Aunque hay cosas que yo no puedo saber sobre tu montaña. Esas tendrás que contármelas tú y yo no tendré más remedio que confiar en ti.

Asimismo, aunque yo te pueda aconsejar sobre la senda que veo, no subiré la montaña por ti. En realidad, tú tienes la tarea más difícil.

Metáfora del jardín

Objetivo: El objetivo, además de establecer el contexto de terapia, es ayudar al paciente a esclarecer cuáles son sus valores y cómo los estás cuidando en la actualidad.

Supón que eres es un jardinero que ama su jardín, que le gusta cuidar de sus plantas, y que nadie más que tú tienes responsabilidad sobre el cuidado de sus plantas. Imagina que las plantas son como las cosas que quieres en la vida… así, ¿Cuáles son las plantas de tu jardín? ¿Cómo ves las plantas como jardinero?, ¿Tienen flores, huelen bien, están frondosas?, ¿estás cuidando las plantas que más quieres como te gustaría cuidarlas?… Claro que no siempre dan flores en el lugar, quiere quieres, en el momento que lo deseas; a veces se marchitan a pesar del cuidado. La cuestión es cómo las estás cuidando. ¿Hay algo que se interpone en tu camino con las plantas?

En los jardines crecen malas hierbas. Imagina un jardinero que las corta tan pronto las ve, pero las malas hierbas vuelven a aparecer y nuevamente el jardinero se afana en cortarlas y así. ¿Es esa tu experiencia con su problema? Surge… (cualquier problema, ansiedad, depresión, pensamientos y recuerdos que te hacen sentir mal) y… abandonas el cuidado del jardín para ocuparte de ese problema.

Pero nota también que las malas hierbas, a veces, favorecen el crecimiento de otras plantas, bien porque le dan espacio para que otras crezcan o porque hacen surcos. Puede que esa plata tenga algún valor para que las otras crezcan. A veces, las platas tienen partes que no gustan, pero sirven. Como ocurre con el rosal. Para que pueda dar rosas tiene que tener espinas.

Háblame de tus plantas y de sí las cuida como quieres cuidarlas. Dime si está satisfecho/a con el cuidado que da a tus plantas, sí las cuida de acuerdo con lo que valora en su vida. (…)

Es importante que sepamos, los dos, que yo nunca podré plantar semillas en su jardín, ni decirle qué semillas plantar, y cómo crecerán mejor; que nunca podré cuidar de sus plantas. Sólo tú podrás hacerlo. Y ahora, te pregunto si, por un minuto, ¿podrías dejar de centrarte en la planta que le molesta, la que le ha traído aquí? ¿Estarías dispuesto/a, aun con cualquier pensamiento sobre esta planta que no quiere hablar de las otras plantas de su jardín, de cómo están, e incluso estarías dispuesto a hacer algo con ellas, a cuidarlas incluso sin ganas?… Dime, ¿qué hay entre usted y el cuidado de sus plantas? ¿Qué le impide cuidarlas ya?…

Metáfora de las calles con tiendas

Objetivo: Ayudar a comprender la experiencia del consultante. Comenzar a clarificar problemas y valores.

Y sí, la vida es como ir por las calles de la ciudad. Vas por unas calles y no por otras, por las razones que sean. Las calles están repletas de tiendas, de escaparates, de sonidos y de luminosos que te invitan a pararte, a entrar en ellas y a comprar sus productos. Sin embargo, no es lo mismo caminar por las calles en dirección a lo que uno quiere, que ir por las calles y no llegar a ningún sitio porque constantemente nos paramos a ver los escaparates y entramos a comprar lo que allí se nos ofrece.

Al cabo del tiempo, uno ve que su vida está bajo control de lo que nos ofrecen esas tiendas y parece que hemos perdido nuestra dirección y no sabemos por dónde caminamos, ni a qué dirección queremos llegar.

Comprar constantemente hace que la vida esté entrecortada frecuentemente.

Y tú, ¿Por qué calles quieres ir? ¿Por las numerosas tiendas que tienes en el camino y cuyos productos te atrapan aunque no lo quieras?

Háblame de tus calles, a dónde te conducen, que tiendas y productos te atrapan y si te hacen para o cambiar la dirección en la que quieres ir.

Metáfora del hombre en el hoyo

Objetivo: En ella podemos vislumbrar cómo una persona puede utilizar la estrategia equivocada para salir de una situación difícil, y darse cuenta de ello.

Un hombre iba por el campo, llevando una venda en los ojos y una pequeña bolsa de herramientas. Se le había dicho que su tarea consistía en correr por ese campo con los ojos vendados. El hombre no sabía que en la granja había hoyos grandes y muy profundos, lo ignoraba completamente. Así que empezó a correr por el campo y cayó en uno de esos grandes agujeros. Empezó a palpar las paredes del hoyo y se dio cuenta de que no podía saltar fuera y de que tampoco había otras vías de escape. Miro en la bolsa de herramientas que le habían dado, para ver si había algo que pudiera usar para escapar del hoyo, y encontró una pala. Eso es todo lo que tenía. Así que empezó con diligencia, pero muy pronto advirtió que no salía del hoyo. Intento cavar más y más y más y más rápido; sin embargo, seguía en el hoyo. Lo intentó con grandes paladas y con pequeñas, arrojando lejos la tierra o arrojándola cerca… Aun así, seguía en el agujero. Todo ese esfuerzo y todo ese trabajo, y lo único que conseguía, era que el hoyo se hiciera cada vez más y más profundo. Entonces se dio cuenta, que cavar no era la solución, no era la forma de salir del hoyo, al contrario, cavando es como se hacen los hoyos más grande. Empezó a pensar que quizás todo el plan que tenía estaba equivocado y que no tenía solución, ya que cavando no podía conseguir una escapatoria, lo único que hacía era hundirse más.

Metáfora del granjero y el asno

Objetivo: Fomentar la desesperanza creativa: tratar de encontrar el sentido de la desesperanza y su valor.

Había una vez un granjero que tenía un asno muy viejo. Un día, mientras el asno estaba caminando por un prado, pisó sobre unas tablas que estaban en el suelo, se rompieron y el asno cayó al fondo de un pozo abandonado. Atrapado en el fondo del pozo, el asno comenzó a rebuznar muy alto. Casualmente, el granjero oyó los rebuznos y se dirigió al prado para ver qué pasaba. Pensó mucho cuando encontró al asno allí abajo. El asno era excesivamente viejo y ya no podía realizar ningún trabajo en la granja. Por otro lado, el pozo se había secado hacía muchos años y tampoco tenía utilidad alguna. El granjero decidió que enterraría al viejo asno en el fondo del pozo. Una vez tomada esta decisión, se dirigió a sus vecinos para pedirles que vinieran al prado con sus palas. Cuando empezaron a palear tierra encima del asno, éste se puso aún más inquieto de lo que ya estaba. No sólo estaba atrapado, sino que, además, lo estaban enterrando en el mismo agujero que le había atrapado. Al estremecerse en llanto, sé sacudió y la tierra cayó de su lomo, de modo que empezó a cubrir sus patas. Entonces, el asno levantó sus cascos, los agitó, y cuándo los volvió a poner sobre el suelo, estaban un poquito más altos de lo que habían estado momentos antes. Los vecinos echaron tierra, tierra y más tierra, y cada vez que una palada caía sobre el asno, éste se estremecía, sacudía y pisoteaba. Para sorpresa de todos, antes de que el día hubiese acabado, el asno apisonó la última palada de tierra, y salió del agujero a disfrutar del último resplandor del sol. 

Metáfora de la lucha contra el monstruo

Objetivo: Plantear el problema del control. El contenido de esta metáfora puede hacerse a modo de diálogo socrático. El contenido tiene como objetivo que el consultante lo relacione con su experiencia de lucha.

Se le pregunta al consultante si su problema (ansiedad, preocupación, recuerdos, culpabilidad, pensamientos negativos… o el problema que plantee) se parece a una persona que estuviese unida a un monstruo por una cuerda y con un foso entre ambos. Mientras el monstruo está tranquilo, dormido, tumbado, esa persona puede verlo, pero en cuanto despierta se hace insoportable, insufrible, y esa persona tira de la cuerda para conseguir tirar al monstruo al foso. A veces parece que se calma al tirar de la cuerda, como si se diera por vencido. No obstante, lo que ocurre a la larga es que cuanto más tira esa persona, más próxima está del filo del foso y, por el contrario, más grande, fuerte y amenazante está haciéndose el monstruo. Así la situación es que esa persona tiene que estar pendiente constantemente de sí, el monstruo se levanta para tirar de la cuerda, y además, cuando ella tira el monstruo también lo hace, lo que a veces lleva a que ella esté al borde del abismo. Y mientras, su vida se limita a estar pendiente de la cuerda. A esa persona le gustaría no estar atado al monstruo, pero eso no es algo que pueda cambiarse, de manera que se plantea qué puede hacer basado en su experiencia. Una posibilidad para hacer su vida es soltar la cuerda y ver al monstruo. Otra que su vida se limite a estar pendiente de la cuerda.

Ejercicio del observador

Objetivo: Es ayudar a la persona en la consecución de sus objetivos y metas vitales, partiendo siempre de sus valores personales en las diferentes áreas de su vida (familiar, laboral, ocio y tiempo libre, formación, etc.).

Con el fin de que la persona experimente que él no es equivalente a sus conductas también, se puede realizar el ejercicio del observador de sí mismo. Este ejercicio consiste, básicamente, en hacer que el consultante haga contacto con la variedad de pensamientos, emociones, sentimientos, roles, apariencias, etc. que ha tenido a lo largo de su vida. Toda esta variedad no ha mermado su identidad personal. Cada uno de nosotros ha seguido siendo él mismo a pesar de estar a veces triste y otras alegre, a veces ilusionado y otras desesperado, a veces ser hijo y a veces ser padre, a veces ser un niño y otras un adulto, etc. Hay algo que permanece constante en cualquier experiencia que uno tiene.

Así, el ejercicio que a continuación  tiene como propósito el que la persona haga contacto con esa experiencia de trascendencia comportamental. Para ello se solicita al consultante que se siente en una silla cómoda y cierre los ojos.

A continuación, se le pide que haga contacto con la situación que se presenta en ese momento. Que note el contacto de su cuerpo con la silla y con sus ropas, con el suelo, su respiración, los ruidos de la habitación, etc. Una vez hecho esto se van presentando distintas situaciones. Por ejemplo, se pide que recuerde un momento en que él era un niño de pocos años, y también otro en que fuera mayor. O un momento en que hubiera estado feliz y otro muy triste, etc. Lo importante es que, a medida que realiza el ejercicio, el terapeuta insista en que el cliente tendría que hacer contacto con el hecho de que hay algo que en todas las situaciones (por contradictorias que sean) ha permanecido constante: Este “algo” es “el observador de sí mismo”.

A pesar de que los sentimientos, pensamientos o roles desempeñados por el cliente han sido muy diversos, el observador ha sido siempre el mismo: él mismo. Se ha de insistir que no se trata de una “creencia” racional, sino de una experiencia.

Ejercicio del gigante de lata y cuerdas (Basado en “Tin-can- monster exercise”, Hayes et al. 1999)

Objetivo: Que la consultante pueda encontrar distintas salidas a los eventos privados respecto a los cuales su historia solo le da una única salida: alejarse, y al hacerlo, limitar su vida.

En un momento en el que la consultante haya contactado con material muy doloroso, o esté evitando hacerlo. Se le invita a hacer este ejercicio como una parte del trabajo que alimenta la planta de la terapia que ha de repercutir en que el consultante se centre en lo que es realmente importante en su vida.

TERAPEUTA: …es valioso notar la diferencia entre esos pensamientos y tú.

CLIENTE: Sí, noto que me agobia y lo siento, tengo esa cosilla, pero bueno, esto es así. Es que en mi vida no tengo nada agradable; esas cosas que me pinchan ahora las tolero un poco, con mi madre, la veo… Ahora lo tolero, pero no me deja disfrutar de la fiesta. Me acuerdo mucho de ese ejemplo. Si estoy muy alterada, digo, ¡uy!, que descuido el jardín… y me freno.

TERAPEUTA: Te propongo un nuevo ejercicio para experimentar esto y darle la bienvenida, para seguir estando abierta. Te dije que era como montar en bici, es practicar que te veas tú y que veas tus pensamientos. Es un ejercicio que lo llamo el gigante de lata y cuerdas, porque a veces, los pasajeros, cuando nos asustan, vienen todos juntos, como si fueran un gigante, muy organizados, muy insistentes, y es difícil enfrentarse así a ellos, pero hay una manera, y es descomponerlos en piezas. Al ser como un gigante hecho de lata y cuerda, son pequeñas piezas, y ver una a una puede ser más fácil. Ponte cómoda en el sillón; se trata de imaginar y de estar abierta a lo que venga, con los ojos cerrados…, si no estás abierta en algún momento me lo dices. Vamos a empezar, cierra los ojos y concéntrate como siempre. Imagina el cuarto donde estás sentada, concéntrate en mi voz, en el ruido del aire, en la calle, los pájaros fuera, el contacto con el sillón, la temperatura agradable de hoy, imagínate frente a mí, en el sillón, en el consultorio. Ahora te voy a pedir que imagines una situación cualquiera del verano pasado, cualquiera, y cuando la tengas, avisa…

CLIENTE: Ya.

TERAPEUTA: Bien, con quién estabas, fíjate qué ocurría, lo que veías, qué oías.

CLIENTE: Estaba con mi madre, mal, rabia.

TERAPEUTA: Fíjate en lo que decías, y mantenlo ahí; mira esa situación desde ese observador que eres tú, la parte de ti que estaba allí y que está aquí, ahora, observando esa situación… Desde esa perspectiva intenta entrar en contacto con esa rabia, que intentes notar por dónde anda ese sentimiento de rabia…

CLIENTE: Siempre está.

TERAPEUTA: Observa tu cuerpo y señala la zona de tu cuerpo donde está localizada, dónde empieza y dónde acaba, puedes…

CLIENTE: En el estómago.

TERAPEUTA: Nota esa tensión sin luchar contra ella. Mantente ahí, aunque no te guste, y te cueste… ¿Puedes?

CLIENTE: Es grande, es rabia.

TERAPEUTA: Abandona la lucha si es posible, mantén la rabia, ahí, nótala, deja estar a ese invitado, sin echarlo, aunque te cueste. Míralo a la cara, sin luchar, cara a cara, en la parte de tu cuerpo, en la que la sientas, como si fuera una mancha sobre tu piel, la rabia, en esa zona, puedes notarla…

CLIENTE: Es grande, como una nube.

 TERAPEUTA: ¿De qué color?

 CLIENTE: Negro.

TERAPEUTA: Contempla la rabia como una nube negra, es una sensación, ni más ni menos…, dale la bienvenida y levántate el sombrero elegantemente para saludar a la rabia… ¿A qué se parece ahora?

CLIENTE: Es una mancha oscura, áspera. TERAPEUTA: ¿Qué más?

CLIENTE: Tiene pinchos.

TERAPEUTA: Ponla delante de ti y contémplala…, contémplala como si fuera un cuadro y dale la bienvenida, como lo que es, ni más ni menos, reconcíliate con ella…, hazle sitio…, dale la bienvenida, aunque no te guste…(pausa más larga). Ahora, te pido que pongas esta rabia a tu lado y mires si tienes alguna otra sensación… ¿Notas alguna otra…?

CLIENTE: La angustia.

TERAPEUTA: Nota en qué parte de tu cuerpo está localizada, ¿en qué parte? CLIENTE: Sí, en el estómago, ganas de vomitar.

TERAPEUTA: Bien, te pido que notes esa sensación de angustia como si fuera una mancha, no te pido que te guste, te pido que la notes, que le des la bienvenida, déjala estar y mírala a la cara, eres capaz de notar dónde empieza, si tiene forma.

CLIENTE: Sí, como un muñeco.

TERAPEUTA: Está ahí, nótala, desde esa parte de ti que observa…(la cliente solloza), estás aquí notando esas sensaciones. Desde esa parte de ti segura, que estaba allí y que está aquí, ahora, quiero que abandones la lucha y te permitas a ti misma observar esa mancha… Ahora, observa si hay alguna otra cosa en alguna parte de tu cuerpo que te molesta…

CLIENTE: No

TERAPEUTA: Bien, entonces vamos a dejar esas sensaciones que se vayan cuando quieran y dime si hay algún pensamiento que esté por ahí presente… (indica que sí con la cabeza). ¿Qué hay? (la cliente empieza a sollozar).

CLIENTE: Mi padre.

TERAPEUTA: Mantén ese recuerdo delante de ti…, no olvides que es un recuerdo, observa ese recuerdo desde esa parte de ti que es segura y que estaba allí con tu padre y que está aquí ahora…, contempla a tu padre desde ese lugar… Mantenlo. Haz un pequeño esfuerzo para observarlo, estás abierta…(la cliente niega con la cabeza)… ¿No quieres mirar esa imagen?

CLIENTE: No.

TERAPEUTA: Sabes que es un recuerdo…, luchas para evitar verlo y, sin embargo, anda por ahí. No sabes lo que puedes ganar si te abres a ver esa parte del gigante… Te pido que desde esa parte que hay en ti que te permite abrir el álbum de tus fotos y mirarlas lo abras y mires esa foto, ¿estás dispuesta a abrir el álbum?… (la cliente asiente). Vamos a ello, avísame cuando hayas abierto el álbum…

CLIENTE: Ya (solloza).

TERAPEUTA: ¿Quién más está? CLIENTE: Yo, muy pequeña.

TERAPEUTA (bajito): Observa esa parte del gigante, observa esa foto y mantente notando todo lo que te viene al mirar esa foto… (la cliente llora); no te pido que te guste, solo que des la bienvenida a las sensaciones que vienen ahora al recordar…, ¿puedes?… (la consultante asiente), contempla esa foto, nota lo que viene ahora mismo al mirar ese recuerdo, ¿vale?… (solloza nuevamente); míralo desde esos ojos que siempre están detrás de lo que haces y date cuenta de lo que sientes ahora mismo al mirarlo…

CLIENTE (sollozando): Es muy duro.

TERAPEUTA: Contempla abiertamente esa foto y deja que salgan todas esas sensaciones y pensamientos que surgen al mirarte en esa foto… Ahora, vamos a otra pieza del gigante. Mira a ver si hay otra foto que hayas evitado durante mucho tiempo, búscala en el álbum…

CLIENTE: Sí hay.

TERAPEUTA: Te pido que la observes desde esa parte de ti que observa… ¿Con quién estabas…, qué hacías…, y los demás? Quiero que notes lo que sientes y piensas ahora, contempla todos los pensamientos y sensaciones que te vienen ahora al mirar esa foto…, obsérvala como un recuerdo y da la bienvenida a todo lo que te viene al rememorar lo que pasó… (contémplalo por unos minutos).

CLIENTE: Sí.

TERAPEUTA: Ahora, te pido que vayamos a otra parte del gigante, la parte que más miedo te da. Te pido que busques esa foto en el álbum.

CLIENTE: Sí con mi padre, pero no puedo mirar.

TERAPEUTA: Has luchado mucho tiempo contra eso. Te pido que abandones la lucha y desde esa parte de ti que observa te detengas a mirar con quién estabas…, qué edad tenías(suspira). Dónde estabas…, qué hacías…(retuerce la cara), qué pensabas…, las sensaciones que tenías… Nota todas esas sensaciones como lo que son, te vienen al recordar, son recuerdos que tienes aquí y ahora, no está pasando (se toca la nuca). Te pido que mantengas la mirada (se toca la nuca y dice ¡ay!), deja de luchar, son recuerdos que vienen… nota las sensaciones que ocurren ahora mismo… (dice ¡ay!), deja el álbum abierto y observa todo lo que te viene ahora al recordar… (dice “¡ay!, no puedo”); nota todo eso desde esa parte de ti que observa y se da cuenta de que es un recuerdo, sólo eso, y que vienen sensaciones que son sólo eso, sensaciones… (dice “no quiero”)… Tu mente te dice eso, pero yo te pido que no le hagas caso ahora y aunque sea menos agradable que ninguna otra foto…, puedes hacerlo…, mira en esa foto directamente a la cara de tu padre, no vuelvas la cabeza, mira directamente a su cara…, ¿dispuesta? (sollozando mucho, asiente); vamos, estoy a tu lado, avísame cuando hayas llegado a mirarle a la cara… (la cliente asiente con temblores en las manos). Bien, María, date cuenta de que es un recuerdo, y nota desde esa parte de ti, desde la que miras esa foto, date cuenta de lo que sientes ahora mismo, nota tus manos…, y déjalas estar…, contempla lo que sientes al mirar esa cara… Déjalo estar, no hagas nada con lo que sientes, déjalo estar… Contempla los pensamientos que te vienen ahora mismo al mirar la cara de tu padre, al mirarte tú en esa foto… Déjalo estar… Deja que salga todo lo que tiene que salir al mirar esa foto y observalo por unos minutos… Dime si hay alguna otra foto que no quieras mirar…

CLIENTE: No, no hay más.

TERAPEUTA: Pues cierra el álbum… y vuelve a imaginarte aquí, en este despacho, sentada en este sillón, concéntrate en mi voz, en el contacto con el sillón, el ruido, mi voz, y vuelve a abrir los ojos cuando quieras…

CLIENTE: Lo he pasado muy mal. No sé cómo he sido capaz…

TERAPEUTA: Es un bonito pensamiento que te da tu mente. Lo importante es que has afrontado algo que te rondaba desde hacía tiempo. María, sabes que lo hemos hecho porque te puede servir para mirar a tu historia con más facilidad y hacer un hueco a todo lo que sientes al recordar. No se trataba de que lo pasaras mal por pasarlo mal.

CLIENTE: Ya, ya, es como otras veces, ha sido peor, pero tengo una sensación extraña.

Metáfora de las olas en la playa

Objetivo: Es brindar la posibilidad de considerar la aceptación como una alternativa al control. Distinguir la aceptación del mero hecho de tolerar e incluso de querer.

Existe una gran diferencia entre resignarnos ante las emociones y los pensamientos que nos surgen, cuándo tenemos un problema y aceptarlos. A través de esta metáfora se intenta enseñar a las personas a que los acepten y no luchen contra ellos, ya que no son el enemigo a abatir. Las personas podemos cambiar nuestra forma de actuar, pero de nada nos vale luchar contra algo que es natural en nosotros (recuerdos, imágenes, pensamientos, emociones, sensaciones físicas, etc.).

Otro modo de presentar la aceptación es como disponer de una gran playa de arena en la que las olas del mar acaban rompiéndose paulatina y mesuradamente unas tras otras. Tengan la altura o fuerza que tengan, siempre acaban deshaciéndose como si nunca hubieran sido tan enormes. Para ello sólo hay que estar dispuesto a tener una gran playa que acoja todas las olas mientras uno no trata de controlarlas, sino que “ve las olas como si estuviera en el paseo marítimo” y se implica en lo que le importa en la vida. Hacer espacio para ver las olas desde el paseo, tanto las más pequeñas como las que se ven “amenazantes”, es justo lo contrario a luchar o soportar los pensamientos, las sensaciones y otros eventos privados. Esto último sería como bajar a la playa a tratar de controlar el curso de las olas, sería hacer algo para interrumpir el proceso de disolución natural, intentando eliminarlas, sujetándolas o rompiéndolas. Implicarse en tales acciones es como estar en el corazón de la ola, es peligroso, la ola envuelve, y desde ahí no podemos ver nada, sólo quedar a sus expensas. Sin embargo, haciendo el hueco preciso, o sea, sin intentar nada para controlarlas, todas las olas entran en la playa y terminan por deshacerse con más o menos dulzura mientras uno se ocupa. Por ejemplo, del cuidado de las plantas de su jardín, es decir, de construir las cosas que son importantes para uno en su vida.

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