Ya sabéis que los jueves, Una mamá muy feliz se pasa por mi blog, para hacernos reír un rato con uno de sus post. Pues tengo que reconocer que hoy me he reído de lo lindo. Al principio, al empezar a leer, pensé, ¿queso? ¿Y que tiene eso que ver con la maternidad? Porque confieso, no me había fijado mucho en el título. Y seguí leyendo, y entonces, ¡¡¡¡caí en la cuenta!!!!! Si no habla de queso, habla de…..eso!!! Pues ale, que ya os podéis preparar para reír un rato.
Una recomendación: antes de empezar a leer, dejar el café encima de la mesa, que se de alguna que más de una vez, casi se atraganta.
A mi siempre me ha gustado el “queso”, cuando estábamos novios nos hinchábamos de “queso”…aishhhhh la juventud…ese picantón, que va aumentando de sabor conforme vas comiéndotelo y que rasca en la garganta, una mezcla de placer y molestia, dejándonos al final un buen sabor de boca, que incluso comentábamos y nos costaba olvidar.
Antes del embarazo de mi tesoro, a ver tampoco voy a fardar, pero si, comíamos “queso” muy a menudo, además todo tipo de “queso” dependiendo del momento en el que nos apetecía. Y aunque yo siempre he sido más de “queso” para el postre, no puedo negar que en el desayuno tampoco está mal y bueno, ya sabéis, cenar “queso” es todo un clásico. Que alegría para el cuerpo, continuamente comiendo, a cualquier hora “queso”; probando nuevos sabores, nuevos formatos, para que el paladar no se viera afectado por la rutina.
Durante el embarazo, ¡mira que aborrecí cosas! pues no, el “queso” no fue una de ellas, para mi desesperación, porque el que lo aborreció fue el exageradofuturopadre, claramente fue en estos momentos de tensión culinaria en los que se ganó este apelativo, bueno y algunos más. Cachis en los mengues, en ese estado de revolución hormonal, ¡¿me dejas sin “queso”?!. Excusas tontas como que le iba a hacer daño al bebé ¡¿en la frente?!, creo que hay un chiste sobre esto… ¡ayyyyyy el ego masculino! Pues nada, no consintió, ni siquiera de ese blanco desabrío que pasa sin pena ni gloria, ni siquiera en quesitos o pequeñas porciones, vamos ¡ni olerlo me dejaba! que mi barrigón y el “queso” eran incompatibles, ¿pero no te preocupaba hacerle daño en la frente?, bueno que tonterías. Mira que le expliqué que el “queso” no solo no era malo en el embarazo, sino que incluso era recomendable, pues nada de nada, incluso un día leí que favorecía la elasticidad de cierta zona, por lo que facilitaba el parto, ¡qué cosas! ¡¿Quién lo diría del “queso”?!
La verdad es que toda la culpa no la tiene él, a mi me daban unas sueñarreras, que ni “queso” ni “san queso”, ya estaba dando cabezazos en la mesa antes de cenar, ¡como para esperarme al “queso”!. Tenía puesta la esperanza en el revivir del segundo trimestre y si que reviví si, me apetecía “queso” a todas horas, ¡que desesperación por el “queso”! y cuando ya lo tenía medio convencido y para su alivio, me declaran embarazo de riesgo, jo jo jo, mi gozo en un pozo, nunca mejor dicho.
Después del parto, para colmo cesárea, fui yo la que me puse a dieta de “queso”, me cerré completamente (léase textualmente), ¡claro no se favoreció la elasticidad de la zona en su momento…!. Ya sabéis, las hormonas que hacen que las cosas no te sepan igual y algunas incluso al borde del aborrecimiento, todo el día peleando, ¡como para comer “queso”!, y esos kilacos de más, ¿cómo me iba a apetecer “queso” si me quedé hecha una vacorra?
Poco a poco, la cosa ha vuelto a una pseudorrealidad conformista. Comemos “queso”, pues cuando nos deja nuestro tesoro, no es plan de comerlo delante de él y como lo tengo todo el día pegadito a mi y para colmo duerme fatal…En la actualidad me decanto por el queso fresco, no nos queda otra, si, ese que solo le notas el sabor cuando ya se ha acabado y a veces ni eso. Bueno, comerlo a escondidas y deprisa, mmmmmm, bastante deprisa, tan deprisa que a veces mi cerebro ni asimila que lo está comiendo, también tiene su gracia. Lo que yo daría por un buen queso curado y recrearme el paladar sin prisas, saborearlo, mmmmmm.
Chicas no hagáis que la maternidad sea incompatible con el “queso”, dedicarle su tiempo, si no puede ser un Cabrales de intenso sabor pues uno de Burgos, ¡hay que probarlos todos!
Y a las que estéis embarazadas en este momento, un buen piscolabis nunca viene mal, ¡que no os la den con “queso”!
Bueno, creo que me he repetido más que… la morcilla, jajajja.
Y tras el queso, beso…de Una mamá muy feliz.