Generalmente nos hacemos la pregunta, de cual es la meta de la docencia Masónica, y en algunas oportunidades, también nos hemos preguntado si había alguna meta.
Personalmente, yo tengo mi meta, pero en este caso, lo que interesa, es conocer si ustedes tienen alguna meta ya marcada. Para ustedes, hermanos, lo que hoy cuenta, es que puedan definir su propia meta. En cuanto a la enseñanza en si misma, ella no puede tener una meta.
No hace sino indicar a ustedes, la mejor manera de alcanzar las metas, cualquiera que estas sean, y en Masonería, no son pocas, eso si , se lo puedo asegurar. La cuestión de las metas, es primordial.
Mientras no hayamos definido cuales son nuestras propias metas, no seremos capaces aún de comenzar ha hacer. Como podríamos hacer algo, sencillamente, marcando metas. Ante todo, y conforme a la definición que en su tiempo nos dio Pestalozzi, " hacer " presupone una meta. En tratándose de transmitir conocimientos, la Masonería, siempre deja que el aprendiz, no importa su grado, tome las decisiones por su propia determinación.
Si bien nuestra docencia, está dirigida en primer lugar y en este grado a la identificación y fijación de los elementos simbólicos que nos ayudan a dar los primeros pasos, dentro del amplio mosaico que representa, incursionamos también, y de acuerdo a uno de nuestros manuales de instrucción en la filosofía que encierra ese espectro.
Pero la cuestión no es posible resolverla de inmediato, conforme podrían desearlo los hermanos. La cuestión de la impronta Masónica va mucho más profundo, debe ir consolidándose en el espíritu de las personas, debe ir formando parte del total de uno mismo, debe constituirse en nuestra propia fuerza motriz, porque aquí no se trata de aprender para aprobar algo en particular, sino de asimilar algo, que pasará a formar parte de nuestra vida futura, cual es la de construir un hombre nuevo, para desparramar la idea y el trabajo en la comunidad.
Es sabido que muchos de nosotros hemos ingresado a la Orden pensando en un mundo ideal, pero, mis hermanos, ello se logra luego de un profundo estudio, una larga meditación, y una acentuada reflexión, que involucra al ser en su integridad. Y ello no se logra de un día para otro.
Pese a todo, en el breve tiempo que se dispone para trabajar la piedra bruta se logran grandes progresos. Se han hecho progresos substanciales, nos hemos adentrado en el conocimiento de una materia que nos era totalmente ajena, hemos incursionado y lo seguiremos haciendo, en el resbaladizo terreno de la filosofía clásica y Masónica, donde se aprende a hacer uso de una libertad de expresión y pensamiento, de la cual somos únicos dueños, y nos hemos ido aclimatando a un nuevo sistema de valores universales, que si bien ya los conocíamos, aún no le habíamos dado toda la trascendencia que en la Orden le damos.
Pero si hay algo que es muy importante en este momento, es la necesidad de comprender que los cambios no pueden ser de un día para otro, sino que todo es progresivo. El conócete a ti mismo, es algo que cala muy hondo, y que no aflora a la superficie sino luego de un tiempo. El conocimiento del ser, de uno mismo, no es precisamente el conocimiento de la meta de la existencia en un sentido filosófico.
El hombre no la puede conocer, mientras siga siendo lo que es. No le es posible, primeramente, porque la existencia no tiene una sola sino múltiples metas.
Por lo demás todas las tentativas para resolver ese problema por los métodos ordinarios son absolutamente sin esperanza e inútiles. Tal vez, se hayan hecho la reflexión de cual es el futuro que ustedes puedan esperar en procura de la primer meta.
Para conocer el futuro, ante todo es necesario conocer el presente, como el pasado en todos sus detalles. Pitágoras ya lo dijo: " Hoy es lo que es, porque ayer fue lo que fue, y si hoy es como ayer, mañana será como hoy.". Si aspiramos a que el mañana sea diferente, debemos n hacer el esfuerzo que el hoy sea diferente, por cuanto hoy, no es nada más que una consecuencia del ayer, y el mañana, no será sino una consecuencia de lo que fue ayer. En todos los casos, las metas, están siempre condicionadas a tres causas, y que las considero válidas, mientras no haya una demostración en contrario.
a.) La primera es el accidente.
b.) La segunda es el destino.
c.) La tercera es la propia voluntad.
Si nuestras metas están, encuadradas en el límite de estos parámetros, con seguridad que acertaremos el camino del verdadero conocimiento Masónico, si otras fueran nuestras aspiraciones, seguro que tropezaríamos con dificultades. El problema no está en el método, sino en el hombre.
Fuente: Fraternus