Todos saben que a los bebés-niños nos gustan los colores. Y nos gusta tocar todo. Y nos gusta correr de un lado para el otro. Y nos llama la atención los objetos que se mueven. No es ninguna novedad.
Por eso, se imaginan que si mis papás me llevan a un lugar como Metelkova, donde en todas las paredes hay colores, donde hay esculturas gigantes (para mí) a las que me puedo subir, donde muchos objetos se mueven y donde cada uno hace un poco lo que tiene ganas, es más que lógico que no me quiera ir. No sé entonces por qué se enojaron cuando después de un paseo por la zona hice un gran escándalo para no irme. Yo solo quería jugar.
Cuando ingresamos al Centro Cultural Autónomo Metelkova Mesto (así se llama oficialmente) una catarata de colores nos invadieron a pesar del día lluvioso. Todas las paredes estaban repletas de graffitis. Yo estaba alucinado. Al igual que mi mamá, soy fanático de los grafitis y del arte urbano, aunque debo reconocer que cuando algunas paredes están tan arruinadas con firmas (tags, como los llaman los grafiteros) ya no me gustan tanto.
En este caso, la mayoría de los graffitis estaban buenísimos y yo no sabía para donde mirar.
El barrio de Metelkova es considerado una de las aglomeraciones más grandes de cultura “under” de Europa (eso decían por ahí). Ocupa el espacio donde estaba el complejo militar de la calle Metelkova, que tras su cierre iba a ser demolido. Pero un grupo de vecinos y artistas lo tomaron y comenzaron a ocuparlo con diferentes actividades culturales para evitar su destrucción. En la actualidad, se lo llama también la zona de los museos y ofrece una muy amplia variedad de opciones artísticas.
Yo me imagino a mis abuelos o a otras personas caminando por ahí un poco asustados por la decoración del ambiente, porque parece sucio y algo desprolijo, pero les aseguro que mientras uno camina y juega por ahí está todo más que bien. Al contrario, tanto los artistas como los vecinos lo que más quieren es que la gente vaya al lugar y disfrute de las actividades. Nosotros solo lo visitamos de día y es muy tranquilo. A la noche, se abren los bares, las discotecas y los espacios para recitales, por lo que puede ser que el ambiente cambie un poco, pero no mucho más que en cualquier otro lugar del mundo. Eso dicen mis papás, porque se imaginan que por ahora mis noches las paso entre sábanas y mamaderas, muy lejos del heavy metal o la música alternativa de esos boliches.
Uno de los primeros edificios que se ven al ingresar al complejo es la antigua prisión convertida en un hostel. Sí, el lugar se refaccionó totalmente (es el edificio que ven la siguiente foto) y hoy hasta se puede dormir en una celda y tocar la brújula que, según dicen, estaba en la prisión y les marcaba a los presos el camino hacia la libertad. A mí me la mostraron de lejos, por las dudas.
Después del hostel llegamos a lo que yo llamaría la plaza principal. Ahí había una escultura en forma de pie que era mi preferida. No podía parar de hacer “uuuuuuuu” mientras la señalaba y no pasaron ni dos minutos que me trepé a ella.
A partir de esa plaza principal todo es un mundo para explorar. Si vas con tus papás, deciles que te dejen correr y subirte a todas partes. Yo me quedé con ganas de treparme a una construcción que parecía un pelotero (sin pelotas), pero había algunos grupos de amigos fumando y tomando algo y no quise interrumpirlos. Por eso me entretuve unos cuantos minutos con unas ruedas de bicicletas que formaban una puerta y con una pared llena de objetos para tocar. Bueno, no sé si se podían tocar, pero yo lo hice igual.
Como las discotecas están cerradas de día, nos pusimos a bailar con mi papá en las mesas de un café (que también estaba cerrado). Es que había unos chicos tocando la guitarra y nos dieron ganas de acompañarlos con un baile (bueno, en realidad yo tuve ganas de bailar, porque mi papá es de madera, como él mismo dice…)
Sin embargo, hubo una cosa que no me gustó. Fueron las esculturas de unos personajes bastante desagradables que les muestro en las siguientes fotos. Por suerte, solo estaban ahí y con no mirar ya me alcanzaba. Así que los pasé de largo y seguí disfrutando del rato que mis papás me dejaron estar.
(si ustedes pueden, quédense más tiempo!).
Gracias por leerme!! Nos vemos en el próximo post!
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Información práctica
¿Cómo llegar?
El complejo cultural está sobre la calle que le da nombre Metelkova Ulica, muy cerca de las estaciones de trenes (slovenske zeleznice) y buses (avtobusna postaja). Se puede llegar caminando desde el centro.
No se cobra entrada para ingresar al complejo/barrio, pero se cobra para asistir a determinados eventos, como alguna expo o recital (aunque no siempre, por lo que es mejor averiguar una vez allí).
Si quieren conocer la historia completa de este lugar, les dejo este link a wikipedia donde se explica.
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