Revista Cultura y Ocio
Metempsicosis a lo latinoamericano: No te mueras sin decirme a dónde vas
Publicado el 02 agosto 2010 por ZeuxisLos latinoamericanos hemos inventado muchas cosas que hoy son receta diaria para la vida, la ficción y la eternidad. Los zombies por ejmeplo, generados a partir del vudú, la santería haitiana, los mayas y su guerra Florida, los aztecas con su perfil elevado de guerrero emplumado, los sermones sicarios de Colombia, el Caupolicán que mantuvo por tres días un árbol más grande que una Secuoya, los monicongos para castigar o manejar el alma de otra persona y la tribu invisible de nuestro Amazonas que reduce a pelotitas o collares las cabezas de sus enemigos. Que decir de las momias peruanas, capaces no de vivir mil años sino de conservar el dolor y el instantáneo momento de la muerte como si sólo hubiésemos dado stop en la historia.
Todo esto ha sido materia prima para el cine aquí en latinoamérica, aquí, solemos coger la guerra para hacer película, la pobreza o las drogas para creernos cineastas.
Pero a veces ciertos directores, más locos que directores, les da por inventarse una peli por lo demás inolvidable.
Eliseo no sólo es un gran hacedor de historias para cine sino que además es un gran inventor a la mejor manera de Volta, Edison, Tesla o Hawking.
Desde la primera vez que vi "No te mueras sin decirme a dónde vas", se me dio la obsesión por querer tener una "Recolector de sueños" y de mascota a un "Carlitos".
Hay mucho en esta película, que uno no sabe ni por dónde comenzar a gritar: no dejen de verla, colecciónenla, es indispensable!!!
Desde que comencé a escribir, me mataba una idea siempre en la cabeza: me era sumamente necesario conseguir una máquina que fuera capaz de transcribir lo que yo iba pensando, una máquina que "recolectara" mis pensamientos, que no tuviera que escribirlos porque cuando hacía esto se perdía mucho y todavía me sigue pasando. A veces, voy caminando y voy escribiendo en mi mente, me sucede en un bus, en el baño, en la cena, en un partido, en cualquier parte y es entonces cuando extraño esta clase de inventos porque al llegar a casa o coger la pluma ya es casi un 20% solamente lo que logro rescatar de tanta genialidad. Creo que todos los escritores hemos querido que esa máquina se invente, así como todos hemos soñado con la máquina de Morel o la de Wells, pero hay algo indiscutible, todos y aquí tenemos que meter una especie borgeana; hasta los ángeles hemos deseado que el "recolector de sueños" se invente.
En esta pelí el sueño y la máquina se hacen realidad.
Cómo siempre, Eliseo Subiela mata de entrada con el título, la película no sólo nos da la grata noticia de que algo maravilloso va a suceder sino que ya dentro nos alegra con el chisme de que el inventó de la recoleción de sueños se ha logrado. Pero hay algo más importante, Subiela nos trasmite cosas esenciales. Ni los egipcios o los pitagóricos tan dados al cuento ese de la metempsicosis lograron una historia tan creíble sobre la reencarnación.
Subiela lo logra.
Desde que Mariana Arias encarnado un alma de alma enamorada se la pasa como alma en pena explicándole el asunto de la vida y la muerte a Leopoldo el inventor, no pasa un día de mi vida en que yo no haga más que pensar en esa media naranja que me ha venido acompañando desde que fui Tamerlán el mago o Zoltán el egipcio vendedor de sueños en alguna lejana edad de la tierra.
Tengo en mi casa un bambú, lo llamo Solaris, no tengo idea qué será solaris pero para mi es el esplendor de mi planta. Cada que voy a quitarle las hojas secas, a limpiarle las nuevas y ha mimarlo y rociarlo con agua y abonarle su casita con su alimento de tierra me recuerdo de la mascota de Leopoldo, esa hermosa planta que tiembla ante las tijeras y que me hizo pasar un escalofrío sutil pero estremecedor ante dicha evidencia de vida.
Debo mucho a esta película, Yo no tenía idea del "aura" y todavía no tengo idea, pero pude entender los colores que hacen posible el contacto aureo entre dos espíritus que se aman. Yo siempre imaginé que el deseo era azul pero nunca me había atrevido a decirlo hasta que una amiga que quiero mucho me sentenció imperativa: el deseo es azul, azul!!
Pero hablemos de Carlitos, el de corazón argentino, ese robot que es capaz de sentir las almas, los muertos o los fantasmas como diría mi madre. Mi casa está llena de fantasmas, eso dice mi santa madre, ella los escucha y a veces hasta dice ver sus sombras. A mi me causa gracia: que algo invisible sea capaz de proyectar una sombra, vaya, Subiela anda buscando a mi mamá desde hace rato para que le ayude con su próxima película.
Yo en cambio, quiero es traerme a Carlitos.
Los efectos que hay en esta película son mejores que los que se hacen por allá en los Ángeles, California, los efectos que crea Subiela son para el alma, no para los sentidos.
Uno mira esta película y sale del cine tocándose algo en el cuerpo con delicadeza y pensando con prudencia para que los demás no te lean el pensamiento, que gracias a Dios nuestra alma seguirá adelante feliz con su gemela.
Así me sentí yo, aquél día cuando salí de Magitinto un cine club ya cerrado de Bogotá y que extraño por sus enredaderas de madreselvas y su atmosfera de guarida de duende, así me sentí yo mientras caminaba por la noche, reafirmando mi alma desde lo más profundo de los tiempos.
Así iba mi alma, intentando sentir en lo profundo la felicidad de la vida.
No te mueras sin decirme a dónde vas, susurraba, a alguien que sé, me escuchaba.