Una señora de 72 años, ex jueza, actual alcaldesa de la capital de un reino de mangantes crónicos en funciones, disfunciones y prácticas mafiosas, ha reducido la deuda de su ayuntamiento en 1074 millones en poco más de un año, pasando a “modo superávit”. Como premio a su gestión, Hacienda la amenaza con no aprobar sus presupuestos porque, “son incompatibles con la estabilidad asignada al Reino de España”. Es que de cundir el ejemplo de la regidora, la estabilidad en peligro es la de esa pandilla de facinerosos de cuello blanco que están al timón, culpables, precisamente, de batir records de déficit y deuda para el país que gobiernan y ¿defienden? Records de inestabilidad.
Ese es el verdadero motivo, el miedo a que se clonen alcaldesas como estas, que haya una metástasis de buenos ejemplos que se reproduzca por toda la sociedad y se les acabe el momio, así de claro. Por eso la guerra fue sucia y terrible para evitar que accediera a la alcaldía y es ahora rastrera por los buenos resultados. Porque digo que si ella lo hace bien, obteniendo un beneficio para los ciudadanos, ¿por qué todo un gobierno lo hace tan mal? No conviene, por tanto, suscitar dudas razonables con consecuencias desfavorables. Hay que cortar por lo sano y por lo bueno, para que gobiernen estos enfermos. Los yonquis del dinero.
Es como si una alma caritativa sacase de la calle a un indigente, le encontrase un trabajo, este consiguiese ahorrar, alquilase un piso decente y acto seguido despachase a la benefactora por cualquier tontería, ¿quién lo entendería?
Si los votantes no lo remediamos, en mi maravillosa tierra gallega habrá mayoría absoluta desde el próximo lunes. Otra. Absolutamente mala. La única mayoría absoluta que le va a quedar al partido que mangonea Trincalandia. El responsable de la bancarrota nacional, del endeudamiento, saldrá reforzado ante las enésimas elecciones generales, las del turrón (25 diciembre), terceras en un año.
Esa Galicia que provoca el 96% de los incendios nacionales porque salen a cuenta, entre ayudas y recalificaciones. Somos una potencia en turismo incendiario. Acaban de pillar a un demente con catorce fuegos en su poder y sale el presidente autonómico a anunciarlo en la tele como si fuera la explicación a cuatro décadas de fuego. Dementes son las políticas que provocan esta situación ¿o es que hay un gen de pirómano en el noroeste?
La Galicia de los generales golpistas y genocidas. De los emigrantes. La del “mexan por nós e decimos que chove”. La que vota al diablo si lleva traje y corbata porque “mira que juapiño é”. De las promesas tartamudas que se repiten cada cuatro años sin cumplirse nunca, como la del eterno AVE (Alta Velocidad) que mata, de pura chapuza, a 80 personas en vísperas do día da Patria Galega, dejando inocentes a un puñado de culpables. Ahora se ha travestido la fórmula en contratos navales que va camino de otro clásico: los floteles (barcos hotel). Al final acaban siendo “fondeles” (barcos fonda) y 1500 empleos menos de los prometidos.
La Galicia que quita pagas extras a los funcionarios y las devuelve cuarto a cuarto de paga un mes antes de cada elección. O esos propietarios que rehabilitaron sus viviendas en 2011 al amparo de unas ayudas y a los que llaman ahora, uno por uno, casi votando, para decirles que les van a pagar.
La que privatiza la sanidad pública para que los enfermos de los hospitales “requisados” puedan disfrutar de comida en mal estado o epidemias bacteriológicas por falta de limpieza. La privada que deja en el abdomen de una mujer cinco agujas de insulina de mala calidad rotas y cientos de quejas por los dolores que provocan los pinchazos. Para que los amiguitos del alma ganen un poco más.
La Galicia del presidente que promete un parque acuático en la tierra de su caladero, vivero de caciques, mientras arde todo su territorio y el olor a quemado es tan molesto como el olor a promesa. El mismo que anuncia oportunamente su paternidad tres años después de arrimarse y quince días antes de votar; parece que hasta los hijos son bazas electorales programables. Y luego acusan a los demás de populistas. La Galicia de los 720.000 indecisos, ¿qué habrá que pensar?
Las grandes urbes gallegas están en manos de fuerzas progresistas, como la que aupó a aquella señora mayor con tan buen tino. Pero la aldea, la que manda en una Galicia rural, vota por el señorito.