Revista América Latina
La primera corrida de toros de que se tiene registro en México, se celebró el 24 de junio de 1526, y el 13 de agosto de 1529, día de San Hipólito, se instituye oficialmente en nuestro país la fiesta de toros. Desde entonces, la evolución de esta afición tan vitoreada como criticada ha sido plasmada en multitud de ejemplos literarios y cinematográficos. En México, la primera película que aspiró a un premio Oscar de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood fue precisamente un filme sobre el género taurino. Pasen y vean…
El cineasta español Carlos Velo (1909-1988) llegó a México en 1939, exiliado por la Guerra Civil que había estallado en su país. Maestro de biología, había impartido cátedra en la Universidad Central de Madrid, conoció a Luis Buñuel y Federico García Lorca, y curiosamente, desde su especialización como biólogo, entró en contacto con el mundo profesional del cine, pues fue Velo el encargado de suministrarle a Buñuel las hormigas rojas que precisaba en la filmación de Un Perro Andaluz (1929). En 1934 comienza a realizar sus primeros documentales, y al año siguiente realizó Felipe II y el Escorial durante unas vacaciones en su tierra, Galicia. Cuando este documental se exhibió en la Exposición Internacional de París recibió el primer premio y el diploma de un jurado que presidía Luis Buñuel.
En la capital mexicana, se reunió en la casa del pintor David Alfaro Siqueiros con otros intelectuales españoles. Dio clases de Biología General en el Instituto Politécnico Nacional, recién inaugurado por el presidente Lázaro Cárdenas y se nacionalizó mexicano. Prosiguió con la docencia en distintos centros hasta que en 1944 decidió abandonar el trabajo afectado de una fuerte depresión que le causó la súbita muerte de su mujer.
Recuperó los ánimos sumergiéndose en el cine. En 1946 ganó como coguionista un Premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas por Entre Hermanos (Ramón Peón), junto a Emilio Fernádez y Mauricio Magdaleno. Se ocupó desde 1946 hasta 1953 de la dirección del Noticiero Mexicano EMA y realizó los documentales México Eterno, México Incógnito e Historia de México. Conoció en 1952 al productor yucateco Manuel Barbachano Ponce con el que realizó el cortometraje Telerrevista. Cuando al año siguiente los hermanos Barbachano fundaron Teleproducciones, Velo pasó a ocupar el cargo de director técnico. Desarrolló para Barbachano la serie televisiva Cine Verdad y pusieron en marcha la cinta Raíces de la autoría de Velo, pero que por problemas sindicales firmaría Benito Alazraki. Con Raíces obtuvo el Premio de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Cannes en 1953. Para Fernando Gamboa realizó un gran documental sobre la pintura mural mexicana (Pintura Mural Mexicana. Retrato de un Pintor, sobre Diego Rivera y Arte Público, dedicado a David A. Siqueiros).
Participó en diversas actividades alentadas por los exiliados. Fue, en 1949, uno de los socios fundadores del Ateneo Español de México. Identificado con la causa galleguista, fue uno de los fundadores en 1953 del Patronato de la Cultura Gallega (en el cual se sumará a la línea más radical representada por Luis Soto) y en 1958 alentó, siendo presidente del Patronato, la aparición de la revista Vieiros (sus escasos números fueron publicados entre 1959-1968). Antes, en 1956, había enviado al Primer Congreso de la Emigración de Buenos Aires su propuesta para la creación de un Centro Cinematográfico Gallego. Realizó también un documental sobre la pintura de su amigo Arturo Souto.
En 1956 dirigió, para la productora de Barbachano, su primer largometraje, Torero!, documental cinematográfico de la biografía del diestro Luis Procuna. Según sus propias declaraciones, Velo no era nada aficionado a los toros, sin embargo esta obra constituye una penetrante indagación en los distintos factores que afectan la vida de un matador y un impresionante documento de las circunstancias que le rodean. Es esta gran película una excepción a la escasa justicia que la industria cinematográfica ha hecho al arte de los toros, un arte capaz de «llenar la pantalla» como ningún otro.
Luis Procuna (1923-1995), conocido como El Berrendito de San Juan, ha sido uno de los toreros más admirados y queridos de México. Nacido en la capital azteca por la avenida San Juan de Letrán, de ahí el sobrenombre, fue un torero de contrastes, de luces y sombras, de triunfos resonantes y de rotundos fracasos. Asimismo, de perfiles trágicos, porque los toros le pegaron fuerte. Poseedor de una sonrisa juvenil y contagiosa, aquel mechón de canas sobre la sien derecha le valió el famoso mote. Procuna debutó en 1938 ante el público de Puebla. Pero su carrera taurina se inició en los años cuarentas y duró tres décadas partiendo plaza, lidiando y matando toros mediante una trayectoria plena de entrega, arte y valor. Aquellas placitas cercanas a la gran capital fueron escenario de sus primeros pasos en la tauromaquia, de aquellos chispazos fulgurantes como becerrista, novillero y matador de toros, de aquellas “espantadas” que culminaban con su cabeza cayendo en el piso del callejón.
Su debut en Mexico D.F. fue el 21 de julio de 1941, se inició en los Jueves Taurinos en la vieja plaza El Toreo de La Condesa. Ahí inició Luis su camino al firmamento taurino, al lado de su padrino Luis Briones, de su misma camada taurina, de Julián Estrada y de Gregorio García, culminando con la anhelada alternativa, misma que llegó en 1943, siendo su padrino Luis Castro “El Soldado” y fungiendo como testigo Luis Briones. Dicha ceremonia fue, más bien, de confirmación, pues poco antes, en noviembre de 1942, Procuna la había recibido en Ciudad Juárez, Chihuahua, de Carlos Arruza, conocido como “El Ciclón Mexicano”, que triunfara rotundamente en nuestro país y en ruedos españoles. Toreó por vez primera en España el 6 de mayo de 1951 en Barcelona y en Las Ventas de Madrid el 14 de junio del mismo año de manos de Francisco Muñoz que le cedió la muerte de "Guareño" de Joaquín Buendía. Ya en 1945 recorría varios países sudamericanos como Colombia, Perú y Venezuela.
Cuando se inauguró el 15 de febrero de 1946 la Monumental Plaza México, el cartel estaba formado precisamente por Luis Procuna, junto a Luis Castro “El Soldado” (1912-1990) y el español Manuel Rodríguez “Manolete” (1917-1947), considerado este último por los expertos como el torero más grande que ha existido. Ellos lidiaron torazos de la ganadería de San Mateo, de enorme prestigio y rica historia. Por cierto que Luis Procuna cortó la segunda oreja que se otorgó en dicho coso, mediante una emotiva y enorme faena al toro “Gavioto”, después de que “El Monstruo de Córdoba” había cortado la primera oreja en la historia de la plaza México. Luis, que en ocasiones le tenía pánico a los toros, manifestaba que deseaba morir después de una cornada.
Logró Luis Procuna tardes inolvidables y hasta conquistó, mediante faenas plenas de arte y valor, el codiciado trofeo del “Señor de los Milagros”, ganándoselos a “Manolete” y a “Armillita”. La “Sanjuanera” fue un pase de su amplia colección, mismo que de dio tardes de gloria taurina. En 1972 le concedió la alternativa a su hijo. Su carrera llegó a su fin el 10 de marzo de 1974, en la Plaza México, la que da y quita, el coso más grande del mundo, el escenario de sus triunfos y fracasos. Se cortó la coleta y se retiró de las arenas. Procuna y su esposa fallecieron en 1995 en un accidente de aviación, en la llamada Aviateca 901.
Torero!, el documento cinematográfico que lo inmortalizó, posee un acercamiento documental aunque conserva una estructura de ficción dada por el tema biográfico. De hecho es una de las primeras películas que ilustran el procedimiento de la “reconstrucción documental”. El material lo componen las películas de archivo (del propio Procuna y todas las figuras significativas de su época, desde Manolete, Manuel dos Santos, Ponciano Díaz, y Carlos Arruza), filmaciones de las faenas del torero hechas exprofeso para el filme y una muy simple anécdota biográfica dividida en dos partes, una sobre los inicios del torero (interpretado por un actor) y otro sobre su actualidad con la intervención de los personajes de su vida real, su esposa, sus hijos, su hermano, etcétera. Además gracias a la utilización de esos clips noticiosos, se atestigua la presencia de dos actrices del cine nacional, Dolores del Río y Miroslava Stern, ubicadas entre el público que presencia la corrida en la arena México.
Todo se construye a partir de un momento clave en la carrera del torero: Luis Procuna espera el momento de partir a la plaza México después de una serie de malas tardes, hace un recuento de su vida ilustrada por un largo flash back. Al terminar sale para la plaza, fracasa ruidosamente, regala un toro -“Polvorito”- y triunfa… El origen está en aquel 15 de febrero de 1953 en que el diestro, con un toro sobrero llamado "Polvorito", hizo una faena colosal que muchos críticos juzgan como la mejor que se viera en la Plaza. Procuna había estado mal, muy mal en los otros dos cornúpetas que le tocaron en desgracia esa tarde; ¿por qué, de pronto, logró un lucimiento tan excepcional y por qué al volver a su casa en hombros de admiradores, en el ápice de la gloria popular, sintió un brutal estremecimiento al darse cuenta de que ocho días después tendría que torear de nuevo? Indagar la exacta respuesta a tales preguntas constituye la gran audacia y el emocionante acierto del filme. Con la reconstitución de la vida de Luis Procuna desde la niñez hasta la apoteosis de su tarde mejor, cumple un penetrante análisis de la actitud del hombre ante el toro.
Luis Procuna nos habla de su miedo, del significado que tiene para él vestirse de torero, evoca sus difíciles principios, reflexiona sobre sus compañeros, se interroga sobre el sentido de sus actos, sobre su propio ser. Torero! no se queda pues en un buen documental taurino o en un atinado reportaje sobre una figura importante, sino que es un auténtico documento humano. Velo trasciende el folclor o los simples elementos mitológicos (sin que por ello deje de sentirse la presencia constante de lo mítico) para descubrir la verdad humana del toreo. El suyo es un psicodrama y a partir de él una indagación sobre la psicología del torero, capaz por otra parte de superar su singularidad para volverse universal.
Velo demostró que bastaba una simple aproximación documental y la voluntad de hacer un análisis serio del fenómeno taurino, tanto en el aspecto individual humano como en el social y cultural para romper con las convenciones y los lugares comunes. Pero Torero! no ha tenido continuación. Hace algunos años Juan Ibáñez realizó un documental para televisión sobre la figura de Manolo Martínez. Miles de pies de película filmados en toda la república durante más de un año y una serie de entrevistas con el torero era el material. Como documento taurino sobre la técnica y el estilo del torero es bastante interesante (sobre todo por el uso constante del close-up durante la labor del torero, lo que deja ver el goce profundo que experimenta) pero como documento humano es casi nulo. Las reflexiones del torero son de una pedantería y una banalidad raras. Para colmo la película le inventa al torero una vida privada inspirada en la peor ficción.
Con 80 minutos de duración, Torero! fue nominada en 1958 al Oscar en la categoría de Mejor Documental. La mención fue para su productor, Manuel Barbachano Ponce. Y sus competidores a esta categoría fueron: On the Bowery (Lionel Rogosin), la historia de Ray Salyer, un hombre que llega a Manhattan en busca de mejores oportunidades de vida, aunque lo que encuentra es una destructiva adicción al alcohol. Este filme había ganado el BAFTA en 1957 como Mejor Documental. El otro competidor, y el que finalmente ganó la categoría, fue Albert Schweitzer (Jerome Hill), biografía de un médico francés que construyó un hospital en la jungla de la África Ecuatorial dominada por Francia. La cinta tiene el mérito de que es narrada por Burguess Meredith, el personaje principal en su juventud es interpretado por Phillip Eckert, y en la voz en off de “Schweitzer” se encuentra Fredric March.
Pero si bien Torero! no se llevó el premio, sí fue exhibido alrededor del mundo como el más importante testimonio cinematográfico de la tauromaquia. Participó además como candidata al León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 1956, y tiene el honor de haber sido la primera película mexicana nominada a un premio Oscar, elogio que lo hizo merecedor a un Ariel Especial concedido a su director en el certamen de 1958.
Después de este gran éxito, Carlos Velo colaboró desde su puesto en Teleproducciones, de manera decisiva en Nazarín (1958) de Buñuel y en Sonatas (1959) de Juan Antonio Bardem. A petición de Alfredo Guevara participó en la creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). En 1960, también con Barbachano, asumió el desafío de llevar al cine Pedro Páramo, la novela de su amigo Juan Rulfo. Carlos Fuentes colaboró en el guión, ayudándole a recrear la atmósfera del universo rulfiano. El mismo Rulfo colaboró en la localización de paisajes en los estados de México y Hidalgo. La película se estrenó en 1966 sin que Velo se considerase satisfecho del resultado a pesar de que la crítica alaba la cuidada técnica y la fotografía en blanco y negro. La polémica que rodeó la presentación del filme le llevó a un cine más comercial.
Para la productora de su segunda mujer, Angélica Ortiz, madre de la bella Angélica María, realizó Don Juan 67 (1967), Cinco de Chocolate y uno de Fresa (1968), Alguien nos quiere matar (19709 y El Medio Pelo (1972). Volvió después de nuevo al documental. En 1971 dirigió el Centro de Producción de Cortometraje desde el que impulsó una honda renovación del cine mexicano. En 1975 pasó a dirigir el Centro de Capacitación Cinematográfica, aceptándose su propuesta de nombrar a Buñuel Presidente honorario del mismo. Seguía realizando documentales cómo Universidad Comprometida, en el cual incluyó el discurso de Salvador Allende a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara en diciembre de 1972. Este cortometraje fue premiado en el Festival Iberoamericano de Huelva. Filmó también Homenaje a León Felipe y Cartas de Japón.
Desde España, si bien muy tarde, comenzaron a llegarle los reconocimientos. En 1976 la Filmoteca Española le tributó un homenaje. Pero, antes del reconocimiento pleno a un lado y otro del Atlántico, Velo habría de pasar serias dificultades. En el sexenio del presidente José López Portillo fue injustamente acusado, como luego se demostró, de fraude en la gestión de fondos públicos. Los cuatro meses pasados en la cárcel menguaron su salud. Velo fue reivindicado públicamente en el sexenio de gobierno del presidente Miguel de la Madrid, que en 1984 lo nombró subdirector de medios audiovisuales en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Comenzada la década de 1980, el Ministerio de Cultura del gobierno español, presidido por Felipe González, le encargó una serie de cortometrajes, finalmente editados en vídeo, sobre los republicanos exiliados en México. Velo realizó Tres Pintores y Pintura y Poesía. En 1983 recibió de la Junta de Galicia el premio «Maestro Mateo». Después de su muerte en México, en su memoria la Consejería de Cultura de la Junta de Galicia constituyó en 1989 el Premio de Guiones «Carlos Velo».
El cineasta español Carlos Velo (1909-1988) llegó a México en 1939, exiliado por la Guerra Civil que había estallado en su país. Maestro de biología, había impartido cátedra en la Universidad Central de Madrid, conoció a Luis Buñuel y Federico García Lorca, y curiosamente, desde su especialización como biólogo, entró en contacto con el mundo profesional del cine, pues fue Velo el encargado de suministrarle a Buñuel las hormigas rojas que precisaba en la filmación de Un Perro Andaluz (1929). En 1934 comienza a realizar sus primeros documentales, y al año siguiente realizó Felipe II y el Escorial durante unas vacaciones en su tierra, Galicia. Cuando este documental se exhibió en la Exposición Internacional de París recibió el primer premio y el diploma de un jurado que presidía Luis Buñuel.
En la capital mexicana, se reunió en la casa del pintor David Alfaro Siqueiros con otros intelectuales españoles. Dio clases de Biología General en el Instituto Politécnico Nacional, recién inaugurado por el presidente Lázaro Cárdenas y se nacionalizó mexicano. Prosiguió con la docencia en distintos centros hasta que en 1944 decidió abandonar el trabajo afectado de una fuerte depresión que le causó la súbita muerte de su mujer.
Recuperó los ánimos sumergiéndose en el cine. En 1946 ganó como coguionista un Premio Ariel de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas por Entre Hermanos (Ramón Peón), junto a Emilio Fernádez y Mauricio Magdaleno. Se ocupó desde 1946 hasta 1953 de la dirección del Noticiero Mexicano EMA y realizó los documentales México Eterno, México Incógnito e Historia de México. Conoció en 1952 al productor yucateco Manuel Barbachano Ponce con el que realizó el cortometraje Telerrevista. Cuando al año siguiente los hermanos Barbachano fundaron Teleproducciones, Velo pasó a ocupar el cargo de director técnico. Desarrolló para Barbachano la serie televisiva Cine Verdad y pusieron en marcha la cinta Raíces de la autoría de Velo, pero que por problemas sindicales firmaría Benito Alazraki. Con Raíces obtuvo el Premio de la Crítica en el Festival Internacional de Cine de Cannes en 1953. Para Fernando Gamboa realizó un gran documental sobre la pintura mural mexicana (Pintura Mural Mexicana. Retrato de un Pintor, sobre Diego Rivera y Arte Público, dedicado a David A. Siqueiros).
Participó en diversas actividades alentadas por los exiliados. Fue, en 1949, uno de los socios fundadores del Ateneo Español de México. Identificado con la causa galleguista, fue uno de los fundadores en 1953 del Patronato de la Cultura Gallega (en el cual se sumará a la línea más radical representada por Luis Soto) y en 1958 alentó, siendo presidente del Patronato, la aparición de la revista Vieiros (sus escasos números fueron publicados entre 1959-1968). Antes, en 1956, había enviado al Primer Congreso de la Emigración de Buenos Aires su propuesta para la creación de un Centro Cinematográfico Gallego. Realizó también un documental sobre la pintura de su amigo Arturo Souto.
En 1956 dirigió, para la productora de Barbachano, su primer largometraje, Torero!, documental cinematográfico de la biografía del diestro Luis Procuna. Según sus propias declaraciones, Velo no era nada aficionado a los toros, sin embargo esta obra constituye una penetrante indagación en los distintos factores que afectan la vida de un matador y un impresionante documento de las circunstancias que le rodean. Es esta gran película una excepción a la escasa justicia que la industria cinematográfica ha hecho al arte de los toros, un arte capaz de «llenar la pantalla» como ningún otro.
Luis Procuna (1923-1995), conocido como El Berrendito de San Juan, ha sido uno de los toreros más admirados y queridos de México. Nacido en la capital azteca por la avenida San Juan de Letrán, de ahí el sobrenombre, fue un torero de contrastes, de luces y sombras, de triunfos resonantes y de rotundos fracasos. Asimismo, de perfiles trágicos, porque los toros le pegaron fuerte. Poseedor de una sonrisa juvenil y contagiosa, aquel mechón de canas sobre la sien derecha le valió el famoso mote. Procuna debutó en 1938 ante el público de Puebla. Pero su carrera taurina se inició en los años cuarentas y duró tres décadas partiendo plaza, lidiando y matando toros mediante una trayectoria plena de entrega, arte y valor. Aquellas placitas cercanas a la gran capital fueron escenario de sus primeros pasos en la tauromaquia, de aquellos chispazos fulgurantes como becerrista, novillero y matador de toros, de aquellas “espantadas” que culminaban con su cabeza cayendo en el piso del callejón.
Su debut en Mexico D.F. fue el 21 de julio de 1941, se inició en los Jueves Taurinos en la vieja plaza El Toreo de La Condesa. Ahí inició Luis su camino al firmamento taurino, al lado de su padrino Luis Briones, de su misma camada taurina, de Julián Estrada y de Gregorio García, culminando con la anhelada alternativa, misma que llegó en 1943, siendo su padrino Luis Castro “El Soldado” y fungiendo como testigo Luis Briones. Dicha ceremonia fue, más bien, de confirmación, pues poco antes, en noviembre de 1942, Procuna la había recibido en Ciudad Juárez, Chihuahua, de Carlos Arruza, conocido como “El Ciclón Mexicano”, que triunfara rotundamente en nuestro país y en ruedos españoles. Toreó por vez primera en España el 6 de mayo de 1951 en Barcelona y en Las Ventas de Madrid el 14 de junio del mismo año de manos de Francisco Muñoz que le cedió la muerte de "Guareño" de Joaquín Buendía. Ya en 1945 recorría varios países sudamericanos como Colombia, Perú y Venezuela.
Cuando se inauguró el 15 de febrero de 1946 la Monumental Plaza México, el cartel estaba formado precisamente por Luis Procuna, junto a Luis Castro “El Soldado” (1912-1990) y el español Manuel Rodríguez “Manolete” (1917-1947), considerado este último por los expertos como el torero más grande que ha existido. Ellos lidiaron torazos de la ganadería de San Mateo, de enorme prestigio y rica historia. Por cierto que Luis Procuna cortó la segunda oreja que se otorgó en dicho coso, mediante una emotiva y enorme faena al toro “Gavioto”, después de que “El Monstruo de Córdoba” había cortado la primera oreja en la historia de la plaza México. Luis, que en ocasiones le tenía pánico a los toros, manifestaba que deseaba morir después de una cornada.
Logró Luis Procuna tardes inolvidables y hasta conquistó, mediante faenas plenas de arte y valor, el codiciado trofeo del “Señor de los Milagros”, ganándoselos a “Manolete” y a “Armillita”. La “Sanjuanera” fue un pase de su amplia colección, mismo que de dio tardes de gloria taurina. En 1972 le concedió la alternativa a su hijo. Su carrera llegó a su fin el 10 de marzo de 1974, en la Plaza México, la que da y quita, el coso más grande del mundo, el escenario de sus triunfos y fracasos. Se cortó la coleta y se retiró de las arenas. Procuna y su esposa fallecieron en 1995 en un accidente de aviación, en la llamada Aviateca 901.
Torero!, el documento cinematográfico que lo inmortalizó, posee un acercamiento documental aunque conserva una estructura de ficción dada por el tema biográfico. De hecho es una de las primeras películas que ilustran el procedimiento de la “reconstrucción documental”. El material lo componen las películas de archivo (del propio Procuna y todas las figuras significativas de su época, desde Manolete, Manuel dos Santos, Ponciano Díaz, y Carlos Arruza), filmaciones de las faenas del torero hechas exprofeso para el filme y una muy simple anécdota biográfica dividida en dos partes, una sobre los inicios del torero (interpretado por un actor) y otro sobre su actualidad con la intervención de los personajes de su vida real, su esposa, sus hijos, su hermano, etcétera. Además gracias a la utilización de esos clips noticiosos, se atestigua la presencia de dos actrices del cine nacional, Dolores del Río y Miroslava Stern, ubicadas entre el público que presencia la corrida en la arena México.
Todo se construye a partir de un momento clave en la carrera del torero: Luis Procuna espera el momento de partir a la plaza México después de una serie de malas tardes, hace un recuento de su vida ilustrada por un largo flash back. Al terminar sale para la plaza, fracasa ruidosamente, regala un toro -“Polvorito”- y triunfa… El origen está en aquel 15 de febrero de 1953 en que el diestro, con un toro sobrero llamado "Polvorito", hizo una faena colosal que muchos críticos juzgan como la mejor que se viera en la Plaza. Procuna había estado mal, muy mal en los otros dos cornúpetas que le tocaron en desgracia esa tarde; ¿por qué, de pronto, logró un lucimiento tan excepcional y por qué al volver a su casa en hombros de admiradores, en el ápice de la gloria popular, sintió un brutal estremecimiento al darse cuenta de que ocho días después tendría que torear de nuevo? Indagar la exacta respuesta a tales preguntas constituye la gran audacia y el emocionante acierto del filme. Con la reconstitución de la vida de Luis Procuna desde la niñez hasta la apoteosis de su tarde mejor, cumple un penetrante análisis de la actitud del hombre ante el toro.
Luis Procuna nos habla de su miedo, del significado que tiene para él vestirse de torero, evoca sus difíciles principios, reflexiona sobre sus compañeros, se interroga sobre el sentido de sus actos, sobre su propio ser. Torero! no se queda pues en un buen documental taurino o en un atinado reportaje sobre una figura importante, sino que es un auténtico documento humano. Velo trasciende el folclor o los simples elementos mitológicos (sin que por ello deje de sentirse la presencia constante de lo mítico) para descubrir la verdad humana del toreo. El suyo es un psicodrama y a partir de él una indagación sobre la psicología del torero, capaz por otra parte de superar su singularidad para volverse universal.
Velo demostró que bastaba una simple aproximación documental y la voluntad de hacer un análisis serio del fenómeno taurino, tanto en el aspecto individual humano como en el social y cultural para romper con las convenciones y los lugares comunes. Pero Torero! no ha tenido continuación. Hace algunos años Juan Ibáñez realizó un documental para televisión sobre la figura de Manolo Martínez. Miles de pies de película filmados en toda la república durante más de un año y una serie de entrevistas con el torero era el material. Como documento taurino sobre la técnica y el estilo del torero es bastante interesante (sobre todo por el uso constante del close-up durante la labor del torero, lo que deja ver el goce profundo que experimenta) pero como documento humano es casi nulo. Las reflexiones del torero son de una pedantería y una banalidad raras. Para colmo la película le inventa al torero una vida privada inspirada en la peor ficción.
Con 80 minutos de duración, Torero! fue nominada en 1958 al Oscar en la categoría de Mejor Documental. La mención fue para su productor, Manuel Barbachano Ponce. Y sus competidores a esta categoría fueron: On the Bowery (Lionel Rogosin), la historia de Ray Salyer, un hombre que llega a Manhattan en busca de mejores oportunidades de vida, aunque lo que encuentra es una destructiva adicción al alcohol. Este filme había ganado el BAFTA en 1957 como Mejor Documental. El otro competidor, y el que finalmente ganó la categoría, fue Albert Schweitzer (Jerome Hill), biografía de un médico francés que construyó un hospital en la jungla de la África Ecuatorial dominada por Francia. La cinta tiene el mérito de que es narrada por Burguess Meredith, el personaje principal en su juventud es interpretado por Phillip Eckert, y en la voz en off de “Schweitzer” se encuentra Fredric March.
Pero si bien Torero! no se llevó el premio, sí fue exhibido alrededor del mundo como el más importante testimonio cinematográfico de la tauromaquia. Participó además como candidata al León de Oro en el Festival Internacional de Cine de Venecia en 1956, y tiene el honor de haber sido la primera película mexicana nominada a un premio Oscar, elogio que lo hizo merecedor a un Ariel Especial concedido a su director en el certamen de 1958.
Después de este gran éxito, Carlos Velo colaboró desde su puesto en Teleproducciones, de manera decisiva en Nazarín (1958) de Buñuel y en Sonatas (1959) de Juan Antonio Bardem. A petición de Alfredo Guevara participó en la creación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC). En 1960, también con Barbachano, asumió el desafío de llevar al cine Pedro Páramo, la novela de su amigo Juan Rulfo. Carlos Fuentes colaboró en el guión, ayudándole a recrear la atmósfera del universo rulfiano. El mismo Rulfo colaboró en la localización de paisajes en los estados de México y Hidalgo. La película se estrenó en 1966 sin que Velo se considerase satisfecho del resultado a pesar de que la crítica alaba la cuidada técnica y la fotografía en blanco y negro. La polémica que rodeó la presentación del filme le llevó a un cine más comercial.
Para la productora de su segunda mujer, Angélica Ortiz, madre de la bella Angélica María, realizó Don Juan 67 (1967), Cinco de Chocolate y uno de Fresa (1968), Alguien nos quiere matar (19709 y El Medio Pelo (1972). Volvió después de nuevo al documental. En 1971 dirigió el Centro de Producción de Cortometraje desde el que impulsó una honda renovación del cine mexicano. En 1975 pasó a dirigir el Centro de Capacitación Cinematográfica, aceptándose su propuesta de nombrar a Buñuel Presidente honorario del mismo. Seguía realizando documentales cómo Universidad Comprometida, en el cual incluyó el discurso de Salvador Allende a los estudiantes de la Universidad de Guadalajara en diciembre de 1972. Este cortometraje fue premiado en el Festival Iberoamericano de Huelva. Filmó también Homenaje a León Felipe y Cartas de Japón.
Desde España, si bien muy tarde, comenzaron a llegarle los reconocimientos. En 1976 la Filmoteca Española le tributó un homenaje. Pero, antes del reconocimiento pleno a un lado y otro del Atlántico, Velo habría de pasar serias dificultades. En el sexenio del presidente José López Portillo fue injustamente acusado, como luego se demostró, de fraude en la gestión de fondos públicos. Los cuatro meses pasados en la cárcel menguaron su salud. Velo fue reivindicado públicamente en el sexenio de gobierno del presidente Miguel de la Madrid, que en 1984 lo nombró subdirector de medios audiovisuales en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
Comenzada la década de 1980, el Ministerio de Cultura del gobierno español, presidido por Felipe González, le encargó una serie de cortometrajes, finalmente editados en vídeo, sobre los republicanos exiliados en México. Velo realizó Tres Pintores y Pintura y Poesía. En 1983 recibió de la Junta de Galicia el premio «Maestro Mateo». Después de su muerte en México, en su memoria la Consejería de Cultura de la Junta de Galicia constituyó en 1989 el Premio de Guiones «Carlos Velo».