Bien señalaba al inicio de su columna esta semana el reconocido Sergio Sarmiento: “La sociedad crea los crímenes, los delincuentes los llevan a cabo”.
La Tuta, el Ponchis, los diputados y mayoría de senadores de nuestro México son solo el producto de nuestra trayectoria como mexicanos desordenados.
Nuestro país nunca se ha distinguido por ser un modelo de planeación, un ejemplo de disciplina, una sociedad de valores loables. Somos producto le ‘la leva’, del salto de mata y ‘el que no se aprovecha de su puesto es un pendejo’, así sean los clips o las resmas de todas las oficinas del país.
Pocos a estas alturas tienen un sentido de ética, más del 90% de los mexicanos si se encuentran algo en un lugar público de inmediato lo consideran para disfrute propio, así sea la mujer del vecino.
Necesitamos accionar con diligencia, hay una generación de niños y jóvenes en este momento que no cuentan con una brújula, personas de los 8 a los 20 años que nunca han visto obras éticas de los servidores públicos, niños que desconocen lo que debe ser un maestro de verdad, estamos llenos de patanes en las escuelas de todo el país, maestros que en su vida han leído un libro y realizado un acto de constricción, donde después de este salgan convencidos de practicar un sistema de valores en su aula, que va, lo único que esperan es cobrar la quincena por su pésimo trabajo y que el mundo ruede. Por supuesto que hay excepciones, pero muy pocas. Vaya, hasta nuestro modelo religioso está en crisis, nos hemos dado cuenta que algunos jerarcas de la iglesia no podrían ser empleados de satanás, este los correría de sus filas por el temor a que le quitaran la silla.
Hemos encontrado la fórmula pendeja de la felicidad: Echarle la culpa al de a lado y hacernos bobos mientras no nos toque un dedo de la delincuencia.