Al iniciar el siglo XX, México celebraba su primer centenario de independencia, y se mostraba ante el mundo como una nación estable y moderna, que había dejado atrás las agitaciones políticas que lo perturbaron el siglo anterior, una floreciente industria que se demostraba en una ciudad de México electrificada y una extensa red de ferrocarriles que unían a toda la República; y que había alcanzado la paz, todo ello gracias a la hábil presidencia del General Porfirio Díaz... Bueno, eso era al menos lo que quería dar a entender el régimen porfirista, esa era la realidad mexicana según el gobierno de Díaz.
Bueno, ciertamente la permanencia de Porfirio Díaz contribuyó a muchas cosas que le habían costado a los gobiernos liberales anteriores, como la industrialización o la instalación de ferrocarriles, en un siglo XIX en el que México todavía se movía en carretas, malos caminos y una incipiente industria. Una tía mía que el año pasado falleció a los 108 años de edad y cuyos padres vivieron el Porfiriato, argumentó en vida que en algunos aspectos don Porfirio era "buen gobernante", al grado que incluso se podía dormir y dejar las ventanas o puerta de la casa abierta, sin temor a ser asaltado, pues los gendarmes vigilaban bien las calles, cosa que ahorita es impensable.
Sin embargo, debieron ser pocos los que realmente disfrutaron la Paz porfiriana, porque solo las clases altas eran las que podían disfrutar de las novedades científicas, tecnológicas y de moda en esos años, mientras la mayoría de la población vivía en la miseria. Eran tres los grupos se podría decir, eran los "sin-derecho": los indígenas, los campesinos y los obreros. Los indígenas porque eran considerados bárbaros, un verdadero obstáculo para el "progreso" de la nación, los mayas y los yaquis (o cualquier otro indígena sonorense, aunque no fueran yaqui, pero que pareciera) eran esclavizados en Yucatán para trabajar en campos de henequén. Los campesinos, eran maltratados y eran obligados casi de forma esclavista, en haciendas que abarcaban tierras que originalmente eran suyas; también eran esclavizados, pero con deudas, que heredaban a los hijos por no poder pagar en las tiendas de raya; se dice que ante la falta de dinero por los altos precios de la tienda, que se supone facilitaba los artículos al campesino, el vendedor contestaba "1 peso que te presto, 1 peso que me debes y 1 que te apunto, y ya son 3", y como el campesino se cree tal lógica, termina con una injusta deuda impagable. Mientras que los obreros, al igual que los de muchas otras partes del mundo, no tenían derechos laborales, eran mal pagados y ¡ay de ellos si se les ocurría hacer huelga para protestar por su situación!, por que sus patrones gringos, ingleses o alemanes, bien llamaban a la policía, y ahí tenemos las huelgas de Cananea, Río Blanco o Acayucan. Pero tampoco la gente letrada la tenía fácil, y especialmente si veía que el régimen de Díaz no era realmente democrático, aunque las elecciones decían que el pueblo quería a Díaz en el poder una y otra y otra vez. ¡Ay de aquel quien escribiera en contra del señor presidente! Su periódico podía ser censurado, o el escritor osado podía ir a la cárcel si bien le iba o era "extrañamente" encontrado muerto. Ahí están los hermanos Flores Magón, los hermanos Serdán o el mismo Francisco Madero. En fin, todas estas cosas se sumaron a la ancianidad y corrupción de los miembros del gobierno porfirista, así como los intereses de los extranjeros, lo que provocó "la bola" de la Revolución mexicana, que si bien han pasado 100 años desde su inicio, han sido en parte los logros reales que ha tenido esta, y ni modos, no es tanto al gobierno sino al pueblo mexicano al que le toca la parte de contruir un mejor futuro, ¿o no es la democracia, el poder del pueblo?