Revista Educación

¡México lindo! Crónica de un viaje

Por Juancarlos53

El pasado mes de septiembre he viajado a México por vez primera en mi vida. Dada la enorme extensión de la antigua Nueva España decidí acotar mi paseo a un espacio muy concreto: México D.F. y algunas localidades próximas como Taxco, Puebla, Cuernavaca, Tlaxcala…¡México lindo! Crónica de un viaje

Si tuviese que dar una valoración general de mi estancia en tierras mexicanas sólo podría expresar mi más rotunda satisfacción- Todo, en general, me agradó; especialmente me encantó comprobar la enorme huella que los españoles dejamos en este país, presente, además de en el idioma y la cultura derivada de la religión que hasta allá llevamos, en hermosas edificaciones que ornan las zonas centrales de México Ciudad, de Cuernavaca, de Taxco, de Puebla… La enorme plaza del Zócalo de México city impresiona. Es rectangular y está formada por una enorme y bella catedral en un lado; frente a ella dos edificios gemelos, el Edificio de Gobierno y el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, ambos sede del Gobierno de la Ciudad de México; en el lado que une los dos anteriores se encuentra el enorme y bello Palacio Nacional sede del Gobierno de la Nación; y en el lado opuesto a este Palacio Nacional se encuentran edificios comerciales como el Portal de Mercaderes. Nunca había visto un espacio abierto tan extenso. En el centro del Zócalo se encuentra una enorme bandera del país. ¡Impresionante todo!

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Todos las construcciones civiles de esta plaza denominada oficialmente de la Constitución, excepto el edificio del Gobierno, fueron iniciados por el propio Hernán Cortés tras su arribada a Veracruz en 1521. La Catedral se iniciaría a finales del siglo XVI. En cuanto al Portal de Mercaderes es de destacar que desde los españoles ha tenido ese destino comercial.

Igual que en Ciudad de México en Puebla las construcciones que conforman el Centro de la ciudad son asimismo majestuosas. Destacan en ella la Catedral de estilo herreriano y la Casa Municipal que, aunque su actual aspecto deriva de la última remodelación habida en 1897, muchos de los elementos constructivos originales del XVI y de las remodelaciones del XVIII se conservan. Es un edificio de una enorme belleza que pone límite a la hermosa plaza que se abre frente a él. A un flanco del Ayuntamiento se erige la Catedral que es una auténtica maravilla construida entre los siglos XVI y XVII aunque ya en el momento inmediato de la conquista se construyó una de la que quedan vestigios en el atrio de la que hoy se puede visitar y contemplar.

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De lo español -sin duda alguna uno de los atractivos turísticos de México- vi maravillas en los otros centros urbanos visitados.  Taxco me recordó vivamente a nuestras islas Canarias; mientras deambulaba por ella, Teror, en Gran Canaria, me venía a las mientes constantemente. Paseando por las calles de Cuernavaca y Tlaxcala la huella española se percibe en la hechura de las casas y el trazado de sus calles. Son estas dos ciudades menos majestuosas que Puebla o México habida cuenta, al menos así fue en Tlaxcala, que por orden del emperador Carlos V, dada la buena sintonía tenida por los españoles de Cortés con los indígenas tlaxcaltecas, los indios no pudieron ser expulsados de las tierras que poseían permitiéndoseles construirse y conservarlas sus propias casas.  En Cuernavaca es digno de reseñar el llamado Palacio de Hernán Cortés ordenado construir por el mismísimo Cortés al poco de la conquista.

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Si la herencia española es digna de reseñar en México no lo es menos la enorme huella y personalidad de esta nación proveniente de los habitantes prehispánicos. Eran éstos un conglomerado de pueblos diferentes que se encontraban enfrentados a veces y otras en paz aunque con obligación de tributaciones onerosas de los menos fuertes a los pueblos más poderosos. En la zona que visité el pueblo o tribu más fuerte era sin lugar a dudas la de los mexicas grupo indígena que, según los cronistas españoles recogieron de boca de los habitantes que se encontraron al conquistar lo que se llamaría Nueva España, al verse oprimidos por los aztecas (‘los que habitan Atzlán’) abandonaron el lugar y en 1325, junto al lago Texcoco toparon con un águila que devoraba sobre un nopal una serpiente, lo que entendieron como una señal de los dioses y allí mismo en un islote próximo a una orilla del lago fundaron Tenochtitlán (la ciudad dentro del lago), la actual Ciudad de México.  Este águila sobre un nopal devorando una serpiente es el símbolo de la nación mexicana y figura hoy en el centro de su bandera tricolor.

Los mexicas tenían a los pueblos de su entorno sometidos a ellos. A los tlaxcaltecas concretamente les exigían periódicamente tributos en dinero y también en seres humanos (jóvenes y vírgenes) para aplacar a sus dioses que se expresaban en forma ruidosa con acompañamiento de fuego escupido por las montañas (volcanes). Los mexicas veían en las montañas la unión entre el inframundo y el lugar elevado -Cielo o Paraíso diríamos en nuestra terminología católica- donde habitaban los dioses. Para aplacarles se hacía necesario ofrecerles sacrificios humanos en montañas erigidas por ellos mismos (lo que habitualmente llamamos pirámides). Pero no sólo eran los pueblos sometidos los sacrificados, también entre los propios mexicas era un honor ofrecerse en sacrificio al dios. Ganarse ese premio no era sencillo; se competía para logra

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rlo. Concretamente practicaban los mexicas un juego de pelota y el ganador de la contienda era glorificado con su sacrificio a los dioses.

Cuando los españoles llegaron a la zona quedaron espantados al observar los ritos religiosos que practicaban. Los sacerdotes que acompañaban a Cortés en especial Fray Toribio de Benavente llamado por su pobreza ‘Motolinía’ por los indios y otros más pronto reivindicaron el derecho a la vida de aquellos que eran objeto de sacrificios  por los indígenas. Así los españoles en cierta medida introdujeron y defendieron la aplicación de Derechos Humanos por el mero hecho de ser persona y entre estos derechos el de la Vida es el fundamental y primero. Sin llegar a ser un Bartolomé de las Casas hay que reconocerle a este Fray Toribio de Benavente un papel importante en esta línea de defensa de los indígenas.

Todo lo referido a las prácticas religiosas de los mexicas se aprecian y se imaginan debidamente visitando Teotihuacán, la enorme ciudad mexica situada muy cerca de México. Allí se pueden ver unas grandes pirámides denominadas las dos principales: del Sol, una, y de la Luna, la otra. Entre ambas se extiende una increíble, por su anchura, avenida. En los edificios que anteceden a las pirámides se hallan los espacios donde se realizaban sacrificios humanos e incluso se practicaba canibalismo.

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Los españoles -dicen algunos con mirada torva y corta- cortaron de raíz una civilización esplendorosa. Sí en parte, pero no en términos absolutos. Más que otra cosa lo que se produjo fue un encuentro de culturas, un intercambio entre civilizaciones. Este año se está conmemorando el 5º centenario de la arribada de Cortés a la costa de Veracruz, primera ciudad fundada por los españoles. Su entrada en Tenochtitlán se produjo el 6 de noviembre de ese mismo año. Esta efemérides se está celebrando en México quizás con menos entusiasmo que centenarios anteriores dadas las tendencias políticas actuales que priman las visiones indigenistas sobre las hispanistas. Con todo y con eso durante mi estancia en México pude contemplar en Tlaxcala una exposición, magnífica, que incidía sobre ese encuentro entre ambos mundos: “Tlaxcala 500 años. Encuentro de dos culturas: México-España”.

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La secretaria de Turismo del estado de Tlaxcala afirmó en la inauguración de esta exposición -y así se puede leer en los folletos de dicha muestra- lo siguiente: “Nosotros conmemoramos nuestro origen. No podemos ver un suceso del siglo XVI con los conceptos del siglo XXI. Vemos ese proceso histórico en su justa dimensión como el momento en el que surge una sociedad distinta“. Verdad importante la manifestada por la secretaria de Turismo, Anabel Alvarado, pues en la conformación del actual México intervinieron tanto los indígenas como los españoles en un mestizaje fructífero -visto hoy desde nuestros días- para ambos:
Tlaxcala, dice Alvarado, “significó el parteaguas de una nueva cultura. Después (vinieron) los 300 años del virreinato hasta el siglo XIX, y después el surgimiento de México como nación. Los tlaxcaltecas tuvieron una participación fundamental con una alianza que nos permitió construir y ser base de una nueva sociedad, que es la sociedad mexicana“.

Sin duda alguna la visita a Tlaxcala fue una de las que más me agradaron por parecerme que en ella no hubo sesgo nacionalista alguno como si se encuentra en otras zonas del país, mismamente en el mismo México D.F. donde al visitar en el Palacio Nacional los murales de Diego Rivera, figura insigne del arte pictórico mexicano, en la contemplación de los mismos se advierte una clara animadversión hacia lo español como si en vez de haber llegado desde España la civilización en la que actualmente siguen instalados hubiera llegado la destrucción en forma de enfermedad, Iglesia, sometimiento de las personas… Es una visión la de Rivera que recogiendo elementos reales hurta otros positivos. Todo esto no empece para decir que los murales de Rivera del Palacio Nacional ya merezcan por sí solos la visita al país.

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Por lo comentado en el párrafo anterior se entenderá que prefiera la plasmación que otro pintor mexicano, Desiderio Hernandez Xochitiotzin -mucho menor en calidad artística al ‘sapo-rana’, como denominaba Frida Kahlo, cuya casa-museo tuve ocasión de visitar durante mi estancia allá, a Diego Rivera-, hace en los murales que se pueden contemplar en el interior del Palacio de Gobierno de la ciudad de Tlaxcala. Tanto él como el amabilísimo cicerone que nos comentó las pinturas para nada menoscabaron el papel de los españoles allí llegados. Es más ambos insistieron en la inteligencia mostrada por ese hombre -Hernán Cortés- que a sus 34 años de edad supo ganarse la amistad de Moctezuma, casarse con una esclava suya, la conocida como la Malinche, que le ayudó en la conquista de Tenochticlán sirviéndole de intérprete al ser conocedora de la lengua mexica, asociarse cuando así lo exigieron las circunstancias con los tlaxcaltecas que llevaban más de 80 años sometidos humillantemente a los mexicas y con astucia y superioridad en armas conquistar un territorio inmenso.

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Si dejo ya la historia a un lado, he de decir que la México de hoy es una ciudad viva, que bulle de actividad; una actividad que se percibe en el tráfago de su tráfico endiablado, en la cantidad de seres humanos que pululan siempre y a todas horas por sus modernas avenidas (Avda. de la Reforma,  barrio de Roma,  Plaza de Garibaldi, Parque de Chapultepec, Colonia Rosa, etc), que llenan de chiringuitos de comida donde consumen en cualquier momento del día las especialidades que allí se les ofrecen.

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Por estas calles llenas de vida paseé y en ellas me topé con una tremenda manifestación reivindicativa acerca de los 43 estudiantes ‘normalistas’ desaparecidos hace ya cosa de cinco años. La petición unánime de los miles de manifestantes no era otra que “los queremos vivos” y “¿dónde están?“. Como estas demandas jamás son atendidas en esa manifestación -como ocurre en tantas otras de otros tantos países- infiltrados antisistema, anarquistas y violentos sin ideología clara se dedicaron a romper cristales de entidades bancarias, pintarrajear monumentos, romper mobiliario urbano… En fin, casi casi llegué a pensar que me encontraba en cualquier capital española de hoy mismo.

No pude despedirme de la ciudad sin visitar alguna de sus importantes librerías. llevaba en cartera dos que quería ver pues los comentarios que sobre ellas había leído en “Librerías” de Jorge Carrión me las hacían simpáticas amén de únicas. Eran “El burro culto” y la de Porrúa. Mientras que esta segunda sí la tenía localizada por la zona de Chapultepec, con la de nombre tan curioso no había manera de encontrarla. finalmente resulta que su propietario no quería dar su situación ya que sólo quería visitantes convencidos y sabedores de lo que buscaban. Mirando y mirando en internet pude encontrar una pequeña pista que me remitía a calle Liverpool, 12, en la Colonia Juárez. Y allá que me dirigí tras haberlo intentado con la de Porrúa que el día que la busqué se me hizo inencontrable. No así me sucedió con la otra indagación de la que, tras una pequeña odisea urbana hasta que la hallé, salí muy satisfecho.

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El nombre de El burro culto no aparecía en la dirección de Liverpool,12. En su lugar me topé con una librería de segunda mano maravillosa con cantidad de fondo y con unas personas trabajando en ella que me atendieron muy amablemente. Buscaba yo algo sobre el Museo Arqueológico de México que no había visto en su totalidad; también me interesé por testimonios próximos al momento de la Conquista; y ya de rebote salí de la Librería Jorge Cuesta que así se llama esta Catedral de los Libros con un más que hermoso poemario en mis manos. Se trata de “Última función” de Marcelo Uribe a quien desconocía por completo. Lo he leído con delectación y creo que he descubierto a un magnífico poeta del que en mi ignorancia nada sabía.

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