Revista Opinión

Mi 15S

Publicado el 17 septiembre 2012 por Eowyndecamelot

XSUC 15S
Amanecía en Madrid en el día que todo podía empezar a cambiar. Llegábamos desde Barcelona en un autocar compartido, CCOO-CGT-XSUC, y la ciudad me sorprendió, como cada vez que la visito: no puedo evitar enamorarme de ella incluso a pesar de mis gustos personales, de su excesiva majestuosidad que no debería de llenarme, pero lo hace, de su historia tan presente que no debería ser suficiente para mi arrobamiento. O es quizá su alma oculta lo que me hace querer siempre volver a visitarla,  la que me hace tan difícil, cada vez, dejarla. A esas tempranas horas de la mañana, los ejércitos enemigos del sistema comenzaban a tomar ya la ciudad, y lo hacían sinuosamente, calladamente, de momento en paz, pintándola de los colores de sus estandartes y su banderas, colores tan positivos como los conceptos que representaban: educación, sanidad, socialismo, república… El humor y la indignación se mezclaban en las marchas que, poco a poco, iban convergiendo hasta la Plaza de Colón, que parecía la esfera de un sol revolucionario cuyos rayos surgían en todas direcciones. Nos aparecíamos por todas partes, estábamos tras cualquier esquina, como una pesadilla recurrente para quienes consiguieron el poder con mentiras y lo detentan ahora con la más desvergonzada iniquidad y la estupidez más supina, centrando su estrategia en robar los mejores puestos y en halagar a los mejores situados. Cuando llegamos, tras nuestra pancarta voladora, me apabulla la enormidad de la bandera monárquica de la plaza: es verdaderamente lamentable que no lleve conmigo un buen bidón de gasolina. Las diferentes mareas acaban por fin de converger: los bomberos están quemados, a los educadores no les apetece comportarse con educación, a los que curan les dan ganas de hacer daño, a ellos, a los que están ahí arriba, porque quienes deberían tener trabajo no trabajan, a quienes deberían de estar cuidados los abandonan,  a quienes deberían respetar les insultan. Suenan las palabras de los dirigentes por los micrófonos, y no puedo evitar pensar que la movilización popular ha superado a las cúpulas, que los que estamos abajo en las organizaciones sociales, o al menos en muchas de ellas, vamos muchos más allá de lo  que quizá pueden o desearían nuestros mandamases. Es igual. No les necesitamos.  Les agradecemos su trabajo, aunque sea insuficiente, y les invitamos a seguirnos. Sí. Ellos a nosotros. Estoy orgullosa de mi gente. Al fin estamos despertando.

Madrid, ayer, estuvo tomado hasta bastante avanzada la tarde. No fuimos 10.000, ni 50.ooo, ni 85.000. Estuvimos todos. Desde todas partes. En presencia, y algunos hasta en ausencia. Deberían escucharnos. Ahora, de momento, aún vamos por las buenas.


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