Ya os he hablado de los principales géneros que leo, pero todavía quedan algunos libros sueltos que vale la pena mencionar. No suelo hacer experimentos a la hora de escoger lecturas, tengo muy claro cuáles son los estilos que me van y cuáles me van a aburrir, pero eso no quita que haya algunos que me apetezca probar de forma ocasional, como el chick-lit o los clásicos. También lo he intentado con la novela negra (en mala hora) e incluso con algo que se podría englobar dentro del realismo mágico.
Empiezo por el chick-lit, que sin duda me ha dado muchas alegrías. Por una parte, he vuelto a leer a mi autora favorita del género, y además por partida doble: Una chica años veinte (Sophie Kinsella) y No te lo vas a creer (Sophie Kinsella). Los dos son divertidísimos y el primero, además, me pareció muy optimista, una lectura que os recomiendo especialmente si estáis bajos de moral. Por otro lado, he descubierto el chick-lit vampírico o fantástico, o en otras palabras: libros que por su estilo y temática se pueden considerar chick-lit pero, en lugar de chicas normales, sus protagonistas y la gente de su alrededor son criaturas imaginarias. Aquí tengo que destacar Cantos de súcubo (Richelle Mead), que me gustó mucho, y Citas en el más allá (Kimberly Raye), un poco inferior pero igualmente eficaz para sacarte una sonrisa.
Como os decía antes, también me ha dado por la novela negra y de misterio. Concretamente, lo hice con uno de los libros nórdicos más aclamados: Aurora boreal (Asa Larsson), que me pareció un tostón, simple y llanamente. Sé que a muchos les ha encantado, pero a mí me costó Dios y ayuda terminarlo y desde entonces no he vuelto a animarme con algo de este género (el año pasado sentí lo mismo con el best seller de Stieg Larsson, de modo que mucho me temo que este género no está hecho para mí). Aunque no sea exactamente suspense, otra novela con tintes oscuros es Ave del paraíso (Joyce Carol Oates), que no me pareció mala en absoluto pero también saqué en claro que el estilo de esta autora tampoco es para mí.
En el apartado anterior he mencionado dos clásicos que me gustaron, pero también encontré uno que se me atragantó a pesar de su buena fama: La perla (John Steinbeck), que me pareció una lectura desfasada y no me aportó nada. Con El perfume (Patrick Süskind) también discrepo con la mayoría: el libro tendrá sus puntos buenos, pero en conjunto me pareció una ida de olla del autor. Tampoco me gustó Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo (Albert Espinosa), a pesar de que hay gente que lo califica como el mejor libro que ha leído en su vida (para gustos…). En fin, está visto que no estoy hecha para experimentos literarios.
Cambiando de tercio, este año he leído dos libros que podrían englobarse dentro del llamado realismo mágico. Uno es Llora, Alegría (Cuca Canals), sobre una chica que lloraba lágrimas de oro. Me lo recomendó LAKY y me gustó mucho, consiguió sacarme unas cuantas sonrisas y es una opción perfecta para leer en medio de libros más densos o convencionales. El otro es La alargada sombra del amor (Mathias Malzieu) que, si bien incorpora el componente mágico del gigante Jack, la temática principal es muy cruda y triste y me dejó con mal cuerpo, aunque no me pareció un mal libro (como ocurre con los anteriores, tendrá su público y su momento).
Solo me queda citar una novela romántica, género que leo una vez cada varios años (sin contar los libros juveniles fantásticos que también se pueden catalogar como tales, claro) porque no me aporta mucho. Esta vez me decanté por La inglesa y el torero (Wendy Salisbury), que no es gran cosa pero me entretuvo y me hizo reír con los tópicos de la España profunda. No esperaba ni más ni menos que eso.
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