Sigo con mi balance literario del año, esta vez con la literatura histórica, un género que siempre me da muchas satisfacciones. Antes de nada, como con esto de las clasificaciones voy bastante a mi aire, aclaro que varios de los libros que citaré se venden en la sección de narrativa, no en la de histórica. Yo los incluyo aquí porque están ambientados en épocas anteriores a los años sesenta del siglo XX, aproximadamente, y con el término realista (que sería el siguiente escalón) me refiero a historias que podrían darse en la actualidad.
Aun así, voy a dividir estas obras entre historia contemporánea e historia anterior. En el segundo grupo, la novela que más me ha llegado es Juana la reina, loca de amor (Yolanda Scheuber), una biografía novelada de Juana I de Castilla, la Loca. No es un libro fácil de leer, está repleto de detalles y tiene una prosa densa; no obstante, la autora ha sabido plasmar un magnífico enfoque del personaje, que reúne credibilidad histórica y los sentimientos que solo inspira la mejor literatura.
En cambio, con otro libro de esta escritora me ha ocurrido todo lo contrario: Catalina de Habsburgo, reina de Portugal, sobre la hija pequeña de Juana I de Castilla. Creo que está mal planteado, la narración carece de chispa y, en fin, tiene muchos fallos que comentaré más detalladamente cuando lo reseñe.
Por otro lado, una de las autoras a las que más he leído este año es la prolífica Toti Martínez de Lezea, que de nuevo me ha gustado sin encantarme: La cadena rota, una bonita historia sobre los tiempos previos a la Revolución francesa en la zona de la frontera con España; El jardín de la oca, un recorrido aburrido y tedioso por el Camino de Santiago; y La brecha, sobre la quema de San Sebastián, que no está mal pero podría haber estado mejor. Creo que en 2012 me voy a tomar un descanso de Toti.
Hablemos ahora de Christiane Gohl, una de las revelaciones de 2011 en España, aunque seguro que a todos os sonará más por el seudónimo de Sarah Lark, con el que firma su exitoso En el país de la nube blanca, una saga familiar de alto contenido romántico que se sitúa en la Nueva Zelanda del siglo XIX. Al contrario que a la mayoría, no me parece ninguna maravilla (aunque es muy entretenido, eso sí) y creo que su bajón a medida que avanza es evidente. De esta misma autora también he leído La doctora de Maguncia, firmado como Ricarda Jordan, con el que ocurre tres cuartos de lo mismo: empieza muy bien, pero la recta final es de las peores que recuerdo.
Cambiando de tercio, de las novelas ambientadas en el siglo XX destaco El puente invisible (Julie Orringer), la historia real de los abuelos de la autora, que primero vivieron una bonita historia de amor en el París de los años treinta y luego tuvieron que afrontar las terribles circunstancias de la guerra. Sé que se han escrito muchos libros sobre este tema, pero este consiguió llegarme y, además, se centra en los campos de trabajo nazis y no en los de concentración, lo que le aporta un ingrediente diferente.
También tengo que mencionar cuatro sagas familiares, muy distintas entre ellas, pero cada una con su punto de interés: Habitaciones cerradas (Care Santos), la Barcelona modernista con un artista de carácter difícil como eje principal; Lo que sé de Vera Candida (Véronique Ovaldé), un relato delicioso que recuerda al realismo mágico hispanoamericano; Un secreto bien guardado (Maureen Lee), la entrañable historia de una madre y una hija en el Liverpool de mediados del siglo XX; y Un dulce par de senos (Giuseppina Torregrossa), aderezada con los postres de la gastronomía siciliana (este último es el que me dejó más fría).
En definitiva, en este resumen hay libros buenos y normalitos, no ha sido un género en el que me haya llevado muchas decepciones. En 2012 pienso seguir con lecturas de este estilo, así que espero que mi racha se mantenga y me lleve a descubrir joyas como Juana la reina, loca de amor o El puente invisible.