Revista Libros

Mi 2012 en libros

Publicado el 30 diciembre 2012 por Rusta @RustaDevoradora
Mi 2012 en libros Se termina el año y llega el momento de hacer el balance de lecturas anual. En general, no puedo quejarme: cada vez elijo mejor y apenas me he llevado decepciones. Este año ha habido grandes bloques temáticos entre los libros que he leído, pero sobre todo destaco la tendencia que me lleva cada vez más hacia un tipo de literatura minoritario y de calidad (eso sí: ¡no le hago ascos a un buen best-seller!). En los siguientes párrafos expongo un resumen con todos los libros que he leído separados por géneros (no os toméis la clasificación al pie de la letra porque es solo una orientación para que el texto sea más ameno de leer y resulte útil para quien llegue en busca de ideas sobre un determinado tema).
Como siempre, clicad en los títulos para acceder a las reseñas y saber más sobre ellos (creedme: tienen mucho más que ofrecer que lo que puedo resumir en esta entrada). Las cuatro que faltan se publicarán en las próximas semanas.
Novela ambientada en la primera mitad del siglo XX
Me gustan los libros que nos enseñan algo de historia, pero curiosamente todas las novelas de este tipo que he leído este año se ambientan en el siglo XX y además de descubrirnos algún capítulo del pasado son obras sobresalientes en estilo y profundidad. Empecé el año con algunos best-sellers: El tiempo entre costuras, de María Dueñas, que me cautivó por la evolución de su protagonista y el espléndido retrato del Marruecos de la época; El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón, que a pesar de no haber gustado en general a mí me dejó muy buen sabor de boca porque adoro los personajes de esta saga y la ambientación de esa Barcelona sombría; y Palmeras en la nieve, de Luz Gabás, del que me sobró esa historia de amor tan idealizada y digna de un culebrón, aunque en el tema histórico de la Guinea colonial me gustó bastante. Por otro lado, he leído varias novelas que tratan algún aspecto de la Segunda Guerra Mundial, como 22 Britannia Road, de Amanda Hodgkinson, una historia contada con delicadeza sobre los sentimientos de una pareja al reencontrarse tras el conflicto; El festín de la muerte, de Jesús Díez de Palma, cuyo mayor mérito es abarcar gran parte de la guerra en lo que a lugares y situaciones se refiere; y Todo lo que soy, de Anna Funder, que plasma la lucha de un grupo de activistas alemanas que querían desvelar al mundo las verdaderas intenciones de Hitler. Tampoco podía faltar una novela sobre nuestra guerra civil: El error azul, de Javier Lorenzo, una trágica historia de amor contada con un gran gusto por la erudición. Finalmente, hay dos novelas que recorren el siglo veinte que me han cautivado: Los días de Alejandría, de Dimitris Stefanakis, un soberbio retrato de la ciudad de Alejandría en su ambiente más oscuro y cosmopolita; y Madame Proust y la cocina kosher, de Kate Taylor, un libro absolutamente exquisito que desprende un gran amor por la cultura francófona y el arte.
Con sabor a buena literatura
No quiero decir que en los otros apartados no haya buena literatura (la hay); no obstante, esto de clasificar es complicado, y me ha parecido que lo que tienen en común los títulos que citaré a continuación es que se los recomendaría a un lector amante de lo literario, de lo que va más allá de una trama de acción facilona. De entrada, dos títulos de mi admiradísima Irène Némirovsky: El vino de la soledad, su novela más autobiográfica y dura, una pequeña joya; y Jezabel, más amena, con un magnífico retrato de una mujer narcicista inspirada en la madre de la autora. En segundo lugar, mis dos grandes descubrimientos del año en narrativa adulta: La amiga estupenda, de Elena Ferrante, la deliciosa historia de dos mujeres jóvenes en un pueblo de Nápoles en los años cincuenta; y La niña del faro, de Jeanette Winterson, un relato tan original y mágico que me dejó sin palabras, aunque lo que transmite es precisamente mucho amor por lo que las letras son capaces de crear. Por último, otros tres grandes escritores: Libertad, de Jonathan Franzen, una novela que me impresionó por la crudeza de sus diálogos; Reunión en el restaurante Nostalgia, de Anne Tyler, probablemente una de las mejores obras que he leído en lo que a caracterización psicológica y vínculos familiares se refiere; y Delirio, de David Grossman, un libro denso e íntimo sobre un tema tan complicado como los celos.
Fantasía y ciencia ficción
Durante la segunda mitad del año prácticamente he abandonado este tipo de lecturas, pero durante los primeros meses tuve tiempo de empaparme de unas cuantas. Seguramente este es el apartado más polarizado, puesto que he encontrado lo mejor y lo peor de este género: en el lado bueno, la mágica y evocadora Hija de humo y hueso, de Laini Taylor, una novela que trasciende a su género y demuestra que el romance paranormal también puede ser buena literatura; La cosecha de Samhein, de José Antonio Cotrina, el comienzo de una trilogía cargada de acción y llena de detalles imaginativos; En el corazón del sueño, de Carmen Pacheco, una historia realista con el componente fantástico del mundo onírico, contada con mucha elegancia; La niña que recorrió Tierra Fantástica en un barco hecho por ella misma, de Catherynne M. Valente, una obra con el encanto de los clásicos del género y una prosa cargada de poesía; y The Golden Lily, de Richelle Mead, que aunque me ha gustado menos que la primera parte sigo pensando que Mead es una autora estupenda. En el bando de las decepciones, Volverán a por mí, de Josan Hatero y Use Lahoz, se lleva la palma: ¡qué trama tan simplona! -aunque aun así quiero leer a Lahoz en su vertiente para adultos-; Cryer's Cross, de Lisa McMann, también deja bastante que desear: me recuerda a esas historias de terror ridículas que nos contaban en el colegio la noche de Halloween. Por último, quiero mencionar Desconexión, de Neal Shusterman, una novela que leí en inglés el año pasado y hace unos meses se ha traducido al castellano, ciencia ficción de la buena en la línea de Los Juegos del Hambre. Ah, y lo mismo sobre Promesa de sangre, de lo mejorcito de la saga Vampire Academy.
Realismo de jóvenes en apuros
Bajo este subtítulo englobo lo que es el realismo de toda la vida, que en esta ocasión se da la casualidad de que está protagonizado por adolescentes y jóvenes, incluso en las opciones para adultos. En primer lugar, esa joya llamada Pomelo y limón, de Begoña Oro, una novela original, inteligente y llena de matices interesantes que habla de dos jóvenes enamorados que se ven abordados por la prensa porque sus madres son famosas. No tengáis en cuenta que la haya metido en este apartado: su valor trasciende cualquier catalogación. Por otro lado, Salvando a Francesca, de Melina Marchetta, es otra muestra del buen hacer de esta autora para retratar la psicología adolescente de una forma verosímil; mientras que El lenguaje de las flores, de Vanessa Diffenbaugh, me parece una novela bonita, con ese toque original de las flores y el interés del sistema de acogida de Estados Unidos, pero con bastantes carencias en el estilo. Finalmente, Promise. ¿Crees en los milagros?, de Wendy Wunder, trata el tema de una adolescente con cáncer y, aunque me gustó la voz que da a la protagonista, creo que podría haber estado mucho mejor. También me acuerdo de En el camino de Jellicoe, de Melina Marchetta, un libro que leí el año pasado en inglés y ahora se ha traducido al castellano. Ha pasado muy desapercibido, pero buscadlo: es una historia maravillosa en todos los sentidos, no hace falta ser amante del realismo para disfrutarla.
Amor, pasión y misterio en el pasado
En este apartado incluyo El jardín olvidado, de Kate Morton, un best-seller que no me defraudó: me encantó la forma de escribir de la autora y su amor por la literatura que transmite en cada línea, aunque el misterio me pareció bastante previsible. En esta línea también he leído Una canción casi olvidada, de Katherine Webb, una novela que supera a la anterior en lo que a acción y giros inesperados se refiere, pero que para mi gusto no la iguala en matices, puesto que el estilo de Kate Morton me gustó mucho más. Cambiando de tercio, La canción de los maoríes, de Sarah Lark, es una novela de la que podría hacerse una buena telenovela: amores, odios y aventuras en Nueva Zelanda (muy entretenido todo, eso sí). Finalmente, Juego de damas, de Mamen Sánchez, la historia de dos hermanas que esconden algo terrible en el exótico marco del lago Como; no me convenció nada.
Perspectiva infantil
Siempre me han gustado las novelas narradas desde el punto de vista de un niño, y este 2012 he disfrutado de tres títulos que encajan en esta categoría: La insólita amargura del pastel de limón, de Aimee Bender, una historia con tintes de realismo mágico que en mi opinión podría haber dado mucho más de sí, aunque de todos modos se lee a gusto y tiene un toque original; Un destino por descubrir, de Clare Vanderpool, un libro al que le cuesta arrancar pero que vale mucho la pena porque recrea la vida en un pueblo americano durante la Primera Guerra Mundial y tiene muchos detalles interesantes; finalmente, La Tierra murmura en si bemol, de Mari Strachan, la encantadora visión de una niña muy soñadora y vital en una pequeña localidad de Gales en los años cincuenta. Historias de amor con un estilo desenfadado
El chick-lit, la comedia romántica y las novelas de sentimientos sencillitas no son, en absoluto, mi género preferido, pero al final todos los años acabo leyendo algún libro de este tipo. Esta vez han sido tres: Cuaderno para dos, de David Levithan y Rachel Cohn, una divertida historia narrada a dos voces sobre dos adolescentes que se enamoran de una forma muy peculiar durante la Navidad; La librería de las nuevas oportunidades, de Anjali Banerjee, una novela de la que no esperaba nada y que me sorprendió para bien; no es nada del otro mundo pero desprende un sentimiento bonito y rebosa amor por los libros; y Tu vivo retrato, de Isabel Wolff, una historia de las que enganchan que además está aderezada con interesantes apreciaciones sobre arte; la que más me gustó de las tres, sin duda. Los que no sé clasificar
Hay dos libros bastante peculiares que soy incapaz de incluir en alguno de los apartados anteriores: por un lado, La mujer de papel, de Rabih Alameddine, una novela en la línea de Firmin y La elegancia del erizo, sobre una mujer que vive por y para los libros en el crudo ambiente de la ciudad de Beirut; por el otro, El deseo, de Sophie Fontanel, un libro que pretende plantear una reflexión sobre la decisión de una mujer de dejar de mantener relaciones sexuales y que a mi parecer está lejos de cumplir sus expectativas.
Álbumes ilustrados
Este año ha sido muy fructífero en este ámbito, he descubierto a grandes ilustradores y poco a poco voy aprendiendo más sobre el tema. Los que más me han gustado son de autores españoles: Ensueños, de David Aceituno y Conrad Roset, una bellísima obra en la línea de Besos que fueron y no fueron que no defraudará a nadie; y Abuelas de la A a la Z, de Raquel Díaz Reguera, un libro muy original y lleno de colorido que habla de diversos tipos de abuelas, entre otros detalles curiosos. En un estilo más tradicional de álbum-cuento, he leído la Blancanieves de siempre ilustrada por Benjamin Lacombe, que le da una imagen fría y hermosa; y Un día de pasos alegres, de Raquel Díaz Reguera, un relato imaginativo y alegre sobre los pasos que da una niña a lo largo del día. Finalmente, El pequeño teatro de Rébecca, de Rébecca Dautremer, es una pequeña joya con troqueles y personajes de otros álbumes de la autora, por eso creo que gustará sobre todo a quienes conozcan su obra.
Escritores a los que quiero seguir la pista
Yo divido mis lecturas entre los libros que me han gustado mucho por sí solos y los libros que, además, me han cautivado por el estilo del autor y su forma de ver la vida literatura. Estos últimos son los que me provocan interés por seguir su obra y con el tiempo pueden llegar a formar parte de mis favoritos. De mis lecturas de este año, puedo decir que forman parte de este grupo los siguientes (por orden alfabético):
Literatura juvenil: José Antonio Cotrina, Melina Marchetta, Richelle Mead, Begoña Oro, Carmen Pacheco, Laini Taylor y Catherynne M. Valente.
Literatura adulta: Elena Ferrante, David Grossman, Irène Némirovsky, Kate Taylor, Anne Tyler y Jeanette Winterson.
Nota: los que aparecen subrayados son los que ya había leído antes de 2012.
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Si habéis leído alguno de estos libros y os apetece entrar en la reseña y dar vuestra opinión, ¡adelante! Los debates sobre literatura siempre son bienvenidos. Por mi parte, mañana completaré este balance con mi lista de mejores lecturas (lleva todo el año en el lateral del blog, pero ahora la ordenaré... y añadiré algún título más). ¡Os espero!

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