Hoy vengo cabreado con uno de nuestros proveedores de refrescos. Siempre compruebo que el pedido recibido coincida con el albarán y me aseguré antes de decirle nada, de que estaba en lo cierto. Ha tenido la cara dura de dudar de mi palabra. Me faltaban nada mas y nada menos que 40 unidades, así que le pedí que lo contara él mismo. Se le cayó la cara de vergüenza, faltaría más. (Gente estúpida y engreída la hay por todas partes) Pidió disculpas y prometió traer mañana el resto de la mercancía.
Notas desde El espigón #2
Me lío hablando banalidades más que los cables para cargar baterías (Móviles, portátil, cámaras, disco duro externo,…) que los guardas bien enrollados en una bolsa y cuando los sacas, te toca desenredar nudos marineros.
Ayer volví del espigón a casa y Orko recibió su paseo de rigor, pero esta vez sin pelota. Tenía otras tareas que cubrir y mi madre me pilló preparando una tortilla de patatas. No la esperaba tan pronto de regreso y me dijo que solo había cerrado un momento la tienda para recoger algo que había olvidado en su habitación y volvía a abrir. Salió su vena curiosa y me preguntó que a dónde iba…y con quién. Sé que soy adulto y no tengo necesidad de dar ningún tipo de explicación, pero como no tengo nada que ocultar, se lo dije. La cara de mi señora madre, Dolores Gutiérrez Vivar, se transformó en un jeroglífico que no supe (ni tengo intención de) descifrar, en el momento que nombré a Alma. No dejaba de preguntarme detalles sobre ella ( se puede poner muy pesada) y la acabé cortando con un “sólo es una amiga”. Me pidió que tuviese cuidado y antes de coger el coche, juraría que la sentí rezar…qué exagerada se vuelve en ocasiones!
Al final la visita al monumento quedó aplazada. Un ligero cambio de planes ha hecho que visitemos unas de las calas más famosas de esta tierra que me vio nacer. Fuimos a la Cala del Plomo, la cual no había pisado desde los ocho años. Tomé unas instantáneas bellísimas de esa playa tan ancha. Reímos al ver un pequeño poste de madera lleno de latas vacías con la inscripción “Ceniceros”.Al entrar al agua, había unas cuantas rocas enormes repartidas por el fondo, pero el baño resultó de li más estimulante (sin medusas ni algas)
Alma no ha querido bañarse, pero no ha parado un momento de echar fotos. Creo que alguna de las veces ha disparado con su cámara en mi dirección, pero si lo ha hecho, sé que no las veré. Comí un sándwich de York y queso al salir del agua, pero ella no tenía hambre. Mientras estábamos sentados en mi toalla, revisaba las fotografías que había tomado y le pregunté a Alma si le apetecía andar un rato por el sendero del cerro que asomaba a la izquierda…no recuerdo si se llamaba Cerro del Cuartel o de la Higuera. Es un tramo que se tarda en recorrer unos veinte minutos aproximádamente, para llegar a otra cala con el nombre tan original de Cala de Enmedio. No le importaba caminar, así que nos dispusimos a ello a pesar de los 38 grados que nos freían la cabeza y todos los bártulos que llevábamos encima.
Mira que soy de aquí, pero nunca había estado y la verdad es que me dejó impresionado. Es uno de esos lugares de lis que oyes hablar mucho a la gente, pero realmente no sabes porqué hasta que lo ves en persona. Esa arena fina y prácticamente dorada que brillaba como diamantes bajo los rayos del sol, esas montañas volcánicas que la flanquean con los efectos erosivos de olas salvajes…hacen parecer que te has transportado a otro lugar del planeta. Un paraíso prohibido.
Había dos parejas más en esa cala. Una tomaba el sol y otra paseaba por la orilla totalmente desnuda. Naturaleza en estado puro, vamos. Relax absoluto.
Nuestras cámaras no cesaron de capturar imágenes inolvidables. Coloqué la toalla y puse la mochila encima. Le pedí a Alma que me acompañara por el lado izquierdo de la playa, escalando rocas y pasando por tramos en los que nos teníamos que mojar hasta las rodillas. Recordé que una vez mi padre me contó que por allí se formó una brecha natural donde quedó varado un enorme pez espada.
Eso fue hace muchos años y no pensé por un monento que iba a ver su esqueleto fosilizado, pero si llegamos hasta la brecha y no pudimos avanzar más allá. Cruzar parecía fácil, pero no tanto para regresar y caernos al agua podría resultar mortal. Bajo nuestros pies había grutas subacuáticas y ambos desconocíamos las corrientes marinas del lugar, así que decidimos quedarnos ahí un rato. Tomamos unas fotos, charlamos y volvimos a nuestro sitio. La tortilla de patatas me la comí sólo, pues Alma insistió en que había desayunado fuerte y no tenía ni pizca de hambre.
Una vez en casa, descargué la tarjeta de memoria en mi ordenador y cambié el fondo de pantalla para recordar siempre la Cala de Enmedio.
Mi madre me pidió que la llevase de compras, así que no volví de nuevo hasta casi las ocho de la tarde. Vine estresado porque mi madre remira los precios treinta veces antes de escoger el producto y echarlo al carro. Además, las colas para las cajas en Carrefour eran kilométricas. La crisis nos está matando, peto no podemos evitar seguir comprando. Ley de vida y vicio.
Me está gustando esto de escribir, oye.
Hacía más de una semana que no veía a mi amigo Alberto y me llegó su llamada mientras paseaba a Orko por el parque. Quedamos para cenar en Botania ( un bar de tapas en plena Rambla de Almería) y llegó con su rubia mujer de pelo rizado; Laura. Tras comentar con el la actualidad futbolística y las sivergüencerías de nuestros gobernantes, me dieron la mejor noticia del día: VAMOS A SER PAPÁS. Qué alegría me entró por el cuerpo. Laura me preguntó si quería ser el padrino del bebé y por supuesto que acepté. Después de cenar, salimos a celebrarlo tomando unas cervezas al pub Cibeles, aunque Laura brindase con Cola.
Una de las veces que me acerqué a pedir en la barra, conocí a una chica despampanante, con el pelo negro azabache…me pareció tan hermosa que la invité a tomar una copa. Yo ya estaba achispado y no recuerdo bien toda la conversación, pero acabé comentándole que tenía que descansar para levantarme temprano. “Me encantaría volver a verte” , le dije. Se me quedó mirando pensativa y mientras sonaba el “Live it up” de Jennifer López y Pitbull a toda pastilla, me escribió en una servilleta su teléfono…y su nombre. ¡Cómo e n las películas!
Las tres horas que dormí anoche las pasé soñando con Patricia.
Continuará…