Revista Educación

Mi atrofiada área de Wernicke

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Llevaba días pensando titular esta entrada de Siempreenmedio “La maternidad afecta al habla“, pero ahora creo que tampoco estaría diciendo toda la verdad, con lo que he optado por dejar a un lado un título más sensacionalista que real. Lo que sí es cierto -“al menos a una mujer en el mundo le ha pasado, o sea, a mí”- es que los meses inmersa en el puerperio (he buscado la palabreja, no vayan a creer) afectan a la fluidez en el habla y, lo peor de todo, al léxico que empleamos a diario y en un discurso con significado lógico.speechareasesp

Sí, no digo ningún disparate, me entenderán perfectamente: mi cerebro lleva casi cinco meses con un vocabulario reducido a “pañal”, “biberón”, “caca”, “pis”, “leche”, “teta”, “cereales”, “babero”, “pelele”… y poco más, la verdad, o expresiones del tipo “duérmete ya, niña”, “rápido, tráeme un bibe”, “cómete la fruta, por dios”, y otras del mismo estilo.

Por eso sufro horrores cuando tengo la suerte de mantener una conversación de esas de adultos, porque me doy cuenta de cómo me fallan términos y expresiones sencillas, tampoco vayan a creer que me refiero al vocabulario de una tesis doctoral sobre el uso de la lengua española en el siglo XIV. Qué va. A ello sumo en no pocas ocasiones la construcción de frases sin significado o con una comprensión difícil. Esta afección cerebral que me tiene hablando sola me lleva a tal vaguedad a la hora de expresarme como el siguiente ejemplo (absolutely verídico): “Oye, tú (el padre de las criaturas), tráeme la esa (chupa, pañal, pañito…) que está en la aquella (encimera, semanario, cuna…)”. Ni siquiera respeto el género de las cosas, qué triste. Mi área de Wernicke tiene que estar atrofiada.

Temblando estoy por si esta semana que empieza, en la que me incorporo por suerte ya al trabajo, pueda decirle a mi jefe algo así como “voy a escribir aquello sobre eso que dijo este”.


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