Pateándome Kioto
Era día libre, así que tenía el propósito de levantarme tarde, pero se me olvidó poner la alarma y sonó prontísimo. Me desvelé y bajé a desayunar, tras lo cual me puse en marcha.Templo de Higashi-Hongaji, Kioto
Estoy un poco loca: mi intención era hacer un circuito que empezaba en mi hotel (abajo del mapa), subía hasta shimohamo-jinja, volvía a bajar hasta el templo de Jishu-jinja y acababa en Gion, en cuyo teatro quería ver un espectáculo. Unos 19 km en línea recta, sin contar lo que ando dentro de los recintos, los desvíos cuando veo algo curioso o lo que recorro cuando me pierdo.La primera parada fue el espectacular templo de Higashi-Hongaji, que está al lado del hotel. Es genial, e increíblemente grande pero hay que quitarse los zapatos y el suelo está helado.Luego caminé hasta el museo internacional del manga. Me hacía ilusión pero, cuando llegué, aunque se suponía que estaba abierto, me lo encontré cerrado, no sé si porque era pronto o porque les dio la gana.Palacio imperial de Kioto
Después fui al Palacio Imperial, en el que por desgracia no se puede entrar, pero sí pasear por los jardines, entrar a los templos y verlo por fuera. Es un parque bonito, sin duda mejorará en otoño y primavera.La siguiente parada es un templo muy chulo llamado shimohamo-jinja. Tiene una zona donde las chicas maquillan con sus productos unas caras de madera y las cuelgan para pedir belleza, y otra zona más amplia para rezar y con muchos amuletos de amor (se asocia el templo al matrimonio...).Templo de Kodaiji
Desde ahí, claro, tocó bajar otra vez y, lamentablemente, no encontré nada reseñable hasta poco antes de llegar a Pontocho: un viejo canal con una barca típica.Del barrio de Pontocho tampoco puedo decir mucho salvo que es prescindible, caro y muy estrecho.Caminé hasta el templo de Yasaka-jinja (que ya visité ayer), donde me arriesgué a probar una especie de brocheta que por suerte estaba buena. Luego bajé hasta el templo Kodaiji tocando todas las estatuas de la calle, como decían los carteles.Templo de Jishu-jinja
Desde allí subí la larga cuesta (que se hace mucho más larga cuando llevas horas caminando sin parar y ya empiezas a notar el dolor de pies) hasta el templo de Jishu-jinja, aunque no llegué a encontrar lo que me dijeron que molaba de ese templo. Para entonces mis pies ya estaban fatal, por suerte ya era todo cuesta abajo. Me compré a la bajada un gato maneki-neko y un daruma pequeños.Luego pasé por los templos Kenniji y Yasui Konpiragu de camino hacia Gion y charlé con algunas personas de mi grupo con las que me encontré...... pero aun así el madrugón y el chasco del museo del manga tuvieron su consecuencia: que me planté en el Gion theatre una hora antes de que abrieran las taquillas. Y encima fui una idiota porque esperé en la cola incorrecta y entré de las últimas: acabé sentada con una columna en medio.
Espectáculo del Gion Corner
Escena del Kyogen representado
Hacían una mini-rebaja de invierno, además, el teatro principal estaba en obras y todo se representó en una sala con una visibilidad horrible, pero aun así mereció la pena.Lo primero fue ver una ceremonia del té mientras tocaban una cítara koto y una flauta. Luego interpretaron Gakaku (Música elegante) con un hombre disfrazado bailando. Lo siguiente fue Kyogen, una obrita de teatro cómica: se entendía bastante bien aun sin saber el idioma y fue lo que más me gustó. Lo final fue el baile de primavera de una maico (kyo-mai) con la que nos permitieron sacarnos fotos al final porque en invierno no se representa el arte floral ni el espectáculo de marionetas (lo del arte floral lo entiendo, pero lo otro no tiene explicación). Lo último es una pena porque era de lo que más ilusión me hacía.
Como anécdota diré que no sé qué hicieron, pero activaron la cuenta atrás de la cámara. Imaginad la cara que se me quedó, las maico no suelen permitir lo de las fotos y encima había una larga cola detrás, pero tocó esperar en tensión hasta que se disparó la dichosa cámara.
Cuando acabó, me fui directa al hotel en autobús: me dolía todo. Por suerte, el trayecto era relativamente corto.
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En Japón todo pita o te habla: paradas de metro, algunos coches, escaleras mecánicas, aseos públicos, puntos de información... Todo es un poco caótico, pero al rato te acostumbras a cada sonido y resulta útil cuando quieres localizar una estación o algo parecido.