Revista Diario

Mi Big Fish

Por Seles
  Vi una vez en una película un momento que creí que no viviría jamás. Se trata de la escena en la que el chico ve por primera vez a la chica de la cual se enamora perdidamente a primera vista.   Lo primero que ocurre es que el tiempo se detiene, y se ve cómo el muchacho cruza la distancia que los separaba. Ella estaba tan parada como el resto del mundo. Cuando ya casi podían tocarse, el tiempo aceleró, y no le dio tiempo a dirigirle palabra alguna.   Recuerdo esa escena día tras día, y hasta hace poco más de medio año, la recuerdo tal y como la viví.   Estaba festejando el décimo noveno cumpleaños de un amigo, el cual me había reencontrado con él recientemente. Estaba algo perdida, porque no me sentía aún demasiado cómoda con toda la gente que había por allí, ya que yo aún era "la nueva del grupo".   De pronto, llegaron dos chicos para reunirse con nosotros. O sólo él. No recuerdo con exactitud lo que había a su alrededor. El tiempo durante un par de segundos se paró.   Su amplia sonrisa, y sus ojos grandes y de un tono que oscilaba entre el marrón y el verde oscuro, y su pelo, el cual algunos se reían porque les recordaba al que tenía una forma parecida al que portaba el nuevo ídolo de las adolescentes. Todo eso, sumado a un carisma que nunca me había interesado hasta ahora, me dejaron completamente prendada por él.   Pero, como pasó en la película, el tiempo recuperó todo lo que había perdido en su parón, y cuando menos lo esperaba, ya había varias personas a su alrededor hablando con él, y privándome de un poco de su atención.   Nunca pensé que viviría esta escena, y aun habiendo pasado meses, sigo sin creérmela. Quizás en algún momento dejaré de verla como un sueño, y asumiré que es real. O quizás nunca pasó, y para mí siempre será una realidad perfecta.
Mi Big Fish

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