Revista Literatura
Como dijo Umbral en su ya mítica intervención televisiva: yo vengo a hablar de mi libro. Una novela, Biografía autorizada,que esta misma semana ha llegado a las librerías, momento publicidad, así, a la poca vergüenza. Una novela con la que he vuelto a sentir esa seca satisfacción, ese punzante orgullo, ese miedo y alegría al mismo tiempo, ese no sé cómo explicarlo que me faltan las palabras y me sobran las emociones de las otras veces, con la misma e idéntica intensidad que la primera vez, exactamente igual, cuando al fin la he tenido entre mis manos, convertida en un libro. Tal vez sea algo parecido a lo que siente el padre que contempla como su hijo abandona el hogar familiar. Biografía autorizada ya no me pertenece, es de los lectores, de los muchos o pocos que tendrá en el futuro, pero ya no es mía, no. Y siento que es la obra en la que más me comparto, mi infancia, mis primeros años, aquel jovencito espinilloso de imposible peinado que trató de ser una estrella del rock. He disfrutado mucho, como nunca, escribiendo esta novela, ya que he transformado en palabras el sueño de aquel jovencito modernito que un día fui, colocándolofrente a los focos, interactuando con sus ídolos, formando parte de una realidad anhelada y jamás sentida. Una novela que he escrito visitando el archivo de mis emociones y de mi memoria, solamente. Desde el principio tuve claro que no iba a escribir en la ventanita de Google cuál canción, serie o película era la que estaba de moda en 1985, en 1994 o en 2011, quería que Carlos J., el protagonista de la novela, como si se tratara de un ente plenamente autónomo, que llegó a serlo, y no exagero, contara solo y exclusivamente con su memoria como única fuente de documentación. Una memoria con despistes, vacíos, sombras, como la de cualquiera de nosotros, claro.Ya que he citado a Carlos J, y ya que han comenzado a circular los paralelismos entre su propia vida y la mía, señalar que apenas comparto nada con él o tal vez lo comparta casi todo. Yo le he cedido mis recuerdos, no le he pedido nada a cambio, y él los ha intepretado/recreado/contado como le ha venido en gana, sin tener en cuenta la veracidad, mis gustos o mis inquietudes. Sé que puede costar trabajo entender esta disociación, esta permisividad con un personaje que he creado yo mismo, pero seguramente en esto se encuentre el secreto de la ficción: la reinterpretación de la realidad, aunque se trate de tu propia realidad. He pretendido, igualmente, con el protagonista de Biografía autorizada, Carlos J, trasladar a nuestra rutina más íntima, a nuestro día a día, a la estrella, al ídolo, calzándole unas zapatillas de paño, e intentar mostrarlo fuera de los focos, de las presentaciones y de los autógrafos. Reflejar sus miedos, sus inquietudes, sus anhelos, sus necesidades, pero también mostrando su proceso creativo, a la caza y captura de la chispa de un acorde que termine convirtiéndose en una canción. Pero no todo es música en Biografía autorizada, o hay mucho más que la música. Hay mucho de retrato de la España de los últimos cuarenta años y de las generaciones que la hemos vivido. Generaciones que, en gran medida, hemos pasado de la lenta oscuridad de los 70 y principios de los 80, a la alocada vorágine en 3D de la actualidad. Cuarenta años contados a través de sus canciones, de sus series de televisión, sus películas o los famosos de turno; cuarenta años contados a través de los objetos cotidianos que nos han acompañado, de las cassettes a los discos duros, de los tirachinas a las videoconsolas. Porque en estos cuarenta han sucedido muchas cosas en este país nuestro, hemos tenido que recorrer al galope, y hasta a la pata coja, el camino que dejamos a un lado durante demasiado tiempo. Tal vez por eso, y no hablo solo de agujetas, estemos tan cansados y necesitemos reconstruir las articulaciones y músculos lesionados. No me cabe duda de que no hay mejor forma de enfrentarse al futuro que poseyendo una imagen real de nuestro pasado, de lo que fuimos. Solo así podremos saber lo que queremos ser, para seguir escribiendo nuestra propia biografía, autorizada o no. Esa ya es otra historia.
El Día de Córdoba