Tal día como hoy hace 5 años, en un día soleado y muy frío, iba de camino a mi (seguramente) última revisión con el ginecólogo. El día anterior había sido raro, sabía que mi trabajo de pre-parto había comenzado y me había limitado a esperar. Me sorprendió mi calma, mi tranquilidad, sabía que mi niño venía pero sabía que el mejor lugar donde podía esperar era en casa.
El médico me confirmaba lo que ya sabía, estaba de parto, la sonrisa que iluminó mi cara fue única. La foto que papá sin complejos me hizo al llegar a casa así lo demuestra. Tardamos un par de hora aún en ir al hospital, no había motivos para correr.
Mi hijo nació rápido, sin mucho esfuerzo, fue un parto sencillo, que bien se podía haber llevado a cabo sin medicación, sin intervención y sin epidural. Pero por aquel entonces yo no sabía lo que sé ahora, por aquellos días aún quedaban rastros de miedo y no me sentía tan empoderada como a día de hoy.
A pesar de médicos, cirujanos, matronas y enfermeras mi hijo nació de dos pujos. Y digo a pesar de porque me lo pusieron muy difícil desde que entré por las puertas del servicio de urgencias del Hospital La Paz de Madrid. Enfermeras que no creían que tuviera cinco de dilatación porque no tenía contracciones rítmicas. Enfermeras que no me dejaron elegir la no monitorización interna, la no vía, la no maniobra de Kristeller. Por no dejarme no me dejaron ni expulsar la placenta de modo natural, el médico prefirió arrancarla de golpe con la consecuente hemorragia y costura interna (más de cuarenta puntos internos me acompañaron algunas semanas) .
A pesar de todos ellos mi hijo nació rápido y bien. Me recuerdo mirarle, observarle casi en shock, no podía creer que aquel pequeño ser, tan pequeño, tan bonito, era mío.
Hoy, 5 años después, ese bebé es ya un muchachote, decidido, seguro de sí mismo, fuerte, listo, terco, feliz, observador, al que le gustan los retos, el chocolate, los coches y Cars de Disney por encima de todo.
Hoy mi niño da un pasito más, es más mayor y me doy cuenta que hemos empezado una carrera, crece imparable, no solo físicamente. Su ansia por aprender, por mejorar, se ha convertido en un reto para él.
Esta noche he dormido poco, he pensado mucho en estos 5 años, en cómo le hemos visto crecer y superarse a sí mismo. Mientras le observaba dormir (llevamos unas semanas durmiendo todos juntos de nuevo, a raíz de su última laringitis) me daba cuenta de cómo ha cambiado nuestra vida, nuestros hábitos, nuestras costumbres. Pensaba en cómo hemos cambiado nosotros.
Uno de sus regalos ha sido una maleta "de cabina" con Rayo McQueen en su frontal (por supuesto). Dice que su primer viaje fuera de España quiere hacerlo a Australia.... Le hemos convencido para ir mejor a Londres, que pilla más a mano. Tenemos infinidad de planes para hacer juntos, viajes, salidas, y él está deseoso de descubrir y conocer sitios, lugares y cosas nuevas.
Hemos empezado el día a las 7 de la mañana "mamá me dáis mi regalo", me susurraba al oído. No le ha importado tener 38,5 de fiebre (sí, sí, de repente la fiebre también ha querido estar presente en su cumpleaños), haberse acostado pasadas las 10:30 de anoche, y estar agotado. Le hemos cantado el cumpleaños feliz a oscuras y ha abierto sus regalos en la cama.
Ayer tuvo su fiestón de cumpleaños con sus amigos, salió todo a pedir de boca, su pandilla le acompañaba, su mejor amigo también, todos estuvimos con él en una tarde que resultó ser perfecta. Su cuarto está lleno de regalos, juguetes y ropa preciosa. A no mucho tardar llegará la familia para soplar las velas, colmarle de besos y por supuesto de regalos.
Está feliz, aunque también algo nervioso y excitado. Y aún quedan las felicitaciones del cole. Mañana su medalla y corona de cumple, repartir sus regalitos a sus compañeros. Papá sin complejos y yo les hemos hecho unas bolsitas con juguete, chuches, chocolate y pinturas. Mañana seguirá siendo el protagonista.
Y allá vamos nosotros, a encarar un nuevo año, a ver qué tal se nos da.
¡¡Felicidades cariño!!