Los carros que pueden verse, por cierto que por cientos, recorriendo las distintas dependencias de la inmensa explanada de Lourdes, contribuyen a poner de manifiesto que la fe, esa poderosa energía sobrenatural que llegado el caso es capaz de mover montañas, no alcanza a hacerlo con unos enfermos que para ser desplazados habrán de ser acomodados en estos medios, de los que un mozo debe tirar o empujar...
Son curiosas sillas de ruedas pensadas para ser desplazadas por tracción, auténticos emblemas de la tradición de tan santo lugar, que cuentan con una característica capota para los días de lluvia o de sofocante sol, siendo muy habituales ambas circunstancias en la casuistica meteorológica del lugar.
Algunas de estas sillas han sido galardonadas con el reconocimiento explícito de enfermos que, habiéndose visto favorecidos por alguna Gracia Divina, deciden hacer público su agradecimiento mediante una plaquita, a los pies del vehículo que les transportó durante sus días de estancia en el santuario.
Por lo demás, un más de lo mismo propio de éstos lugares de culto en los que todo huele a negocio... Negocio con los aparcamientos, con el agua, con las velas... Todo a precio de escandaloso robo...