Revista Cultura y Ocio

Mi Cleo

Por Antoniobarba
Mi Cleo

Mi madre, en 1988, con 49 años

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Mi madre

Mi Cleo salió de su pueblecito segoviano cuando era una cría y se vino a la gran capital a servir en casas de señores pudientes de las barriadas acomodadas, hasta que se casó con mi padre y dejó esa labor para dedicarse a sus labores. Era cocinera, pero también cuidaba de los niños de las casas que atendía.

Siempre he pensado cómo sería con los niños de sus patronos, y seguro que siempre fue con ellos como fue luego con nosotros: atenta, dulce, generosa y cariñosa. No podía ser de otra forma, porque esa era su naturaleza, la naturaleza sencilla de la gente que parece que no hace nada, o eso se piensan, y que en realidad son quienes sostienen este mundo y lo dotan de cobijo y calor. Pienso mucho en ella, y más a raíz de ver esa película tan cargada de emoción contenida como es Roma, del director mexicano Alfonso Cuarón, tan llena de color a pesar de estar rodada en blanquinegro, que se inspira en la figura de la criada de la casa que cuidó de Cuarón cuando era un crío.

La que fue Cleo para otros se llamaba Felicitas, Liz para su familia. Añoro mucho a mi madre. Su ternura, su dulzura, su amor, su saber estar; su inteligencia detrás de su mirada limpia, clara y sin dobleces, que me sigue acompañando como si siguiera aquí. Seguro que también los niños a los que cuidó, a los que jamás podré conocer, tampoco la habrán olvidado.


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