El sustantivo más usado para nombrar a Hugo Chávez por la izquierda más ortodoxa, en España sobre todo IU y la postetarra Amaiur, es el de Mi Comandante.
Rango militar. Una admiración por el poder de las armas y los uniformes del Caudillo fallecido que debería hacer reflexionar a sus votantes, que últimamente dicen ser pacifistas.
En su lucha para llegar al poder la ultraizquierda sueña con vestir uniforme. Cuando lo alcanza se lo encarga a los mejores sastres y lo llena de imaginarias condecoraciones.
Así hicieron los líderes de las revoluciones soviética, china, coreana o cubana. También Hitler le confió a Hugo Boss las impresionantes vestimentas nazis.
Durante la guerra civil española los comisarios políticos comunistas portaban elegantes uniformes a la moda soviética, de mucha bota, pistolera y correaje.
Los jefes del comunismo libertario, los anarquistas, encargaban sus monos azules a acreditados sastres, a los que no les pagaban, o los mataban, porque antes habían trabajado para la burguesía y la aristocracia.
También los paramilitares del otro lado, los falangistas, que empezaron con monos, se refinaron con camisas azules y crearon unos uniformes que rivalizaban en vistosidad con los de los generales.
Franco se hizo espectaculares mixturas castrenses y falangistas.
Esa fascinación por lo paramilitar sólo queda en la izquierda más dogmática, y algo en la casi inexistente extrema derecha: camisas azules y también correajes y guantes negros en el Valle de los Caídos los 20N.
Los radicales gochistas empiezan uniformándose, sobre todo, con pañuelos palestinos, y luego siguen expresándose como soldados, llamándoles Mi Comandante a Chávez, y a Fidel Castro.
Votos, no, pistolas y metralletas. Odio a la democracia liberal.
En las exequias del espadón, despreciando que era presidente electo, los gochistas españoles saludaban militarmente mientras lloraban el himno al Ché, “Hasta siempre, Comandante”, otro civil uniformado.
Resultan chuscos estos paramilitares vocacionales, estos civiles militaristas.
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SALAS