
Los pasillos atiborrados de gente con carritos en el super, las larguísimas colas en caja…
Mi ego me dice que estas situaciones me afectan a MI. A MI hambre, a MI agobio, a MI deseo de estar en casa. Y me hace ver que toda esa gente se mete en MI camino. Y ¿quiénes son, después de todo? Miren qué repulsivos son, que caras de estúpidos portan, esa mirada de vacas. Es absolutamente injusto e incordiante que me encuentre ahí, entre ESA gente.
Si yo escojo pensar así y, bueno, eso es lo que a la mayoría nos pasa porque este modo de pensar es automático, percibo la parte aburrida y frustrante de la vida, inconscientemente, me creo el centro del mundo y que mis necesidades y sentimientos inmediatos determinan las prioridades de todo el mundo, que creo gira a mi alrededor.
O puedo elegir pensar y considerar que todos los que nos encontramos en esa larga cola estamos tan aburridos y nos sentimos tan mal como me siento yo y que algunos de ellos probablemente tengan una vida más tediosa y dolorosa que la mía.
Todo depende de lo que uno elija pensar. Si aprendes a prestar atención, te darás cuenta de que en realidad hay otras opciones.
Leído en Discurso de David Foster Wallace
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