Revista Opinión

Mi exnovia es una bruja. (Literalmente)

Publicado el 15 enero 2020 por Carlosgu82

Mi ex novia es una bruja. (Literalmente)

Conocí a Lila en mi lugar de trabajo, yo era mesero en una cafetería que estaba cerca de mi casa y ella la visitaba con frecuencia. Era una mujer delgada, con ojos claros, cabello rojizo y piel brillante. Era tan linda que, francamente, nunca pensé en decirle nada, pues supuse que de seguro tendría miles de pretendientes.

Para mi entera sorpresa, Lila comenzó a mirarme de forma traviesa, aunque, cuando me acercaba a ella, se volvía sumamente tímida. Fue cuando comprendí por qué no tenía novio. Tenía una personalidad temerosa, pero cuando logré que confiara un poco en mí, me di cuenta de que era una chica sumamente dulce y buena, al menos eso pensé en ese entonces.

Casi sin darnos cuenta comenzamos a salir y poco tiempo después nos hicimos novios. Ella era una novia genial, pero yo me encontraba en una etapa crítica de mis estudios universitarios, por lo que no podía dedicarle tanto tiempo como ella demandaba. Al principio parecía entender, pero poco a poco se volvió posesiva, controladora y manipuladora. Supongo que su amiga Aurora tuvo algo que ver, me dio mala espina desde que la conocí y fue la única amistad que llegué a conocerle.

Finalmente perdí la paciencia, pues su comportamiento se volvió más insoportable, así que decidí terminar con ella. Pensé que estaba haciendo lo correcto, pero en realidad lo indicado habría sido nunca haberme acercado a ella.

Habían pasado tres noches desde la ruptura y yo venía llegando a mi departamento. Era tarde y estaba sumamente cansado para discutir, así que al ver a Lila y a Aurora agachadas frente a la puerta de mi hogar, simplemente me abrí paso entre ellas y les dije: “Están locas”. Ellas solo dejaron salir una risita tenebrosa.

Al ingresar a mi vivienda pude ver un extraño polvo amarillo que se había esparcido por todo el suelo. También encontré un trozo de papel, estaba asombrosamente viejo y tenía unas palabras extrañas escritas en una tinta roja, el texto estaba acompañado con unos símbolos extraños, pero pude reconocer un número que se repetía en los bordes del manuscrito: 666

No le presté demasiada atención. Boté el papel a la basura y barrí todo el polvo del piso. Exhausto, me tiré en mi cama y, casi al instante, me quedé dormido.

A las cinco de la mañana escuché la alarma, pero no podía levantarme de la cama. Estaba dormido, soñando, pero veía la habitación, incluso miraba el celular vibrando sobre el mesón, sin embargo, era inútil, no lograba despertar del sueño que luego se volvería una pesadilla.

Intentaba con desesperación mover algún músculo, pero solo lograba frustrarme más. El pavor me invadió cuando vi una sombra pasar a mi lado, como si alguien caminara junto a mi cama. Estaba petrificado.

La sombra caminó varias veces de un lado a otro, pero no podía levantarme para ver de quién se trataba. Pasé horas en la misma posición, el día entero transcurrió y no volví  a ver a la sombra hasta que el sol se ocultó. Apareció de golpe frente a mí y estuvo parada allí por más de dos horas. Como observándome, cuidando que no pudiera ir a ningún lado. Yo solo podía rezar para que todo terminara.

Transcurrió toda la noche y la sombra comenzó a desaparecer ocasionalmente, de pronto aparecía sin previo aviso frente a mí, casi matándome del susto, nunca había sentido tal desesperación.

A la mañana siguiente recuperé la movilidad. Logré levantarme con dificultad, estaba débil y me había orinado en el colchón. Poco a poco comencé a arreglar todo para atender mis deberes y ponerme al día mientras trataba de inventar una explicación para mi jefe y mis maestros.

El día transcurrió con normalidad. Al llegar a casa estaba aterrado de dormir, pero no tenía más opciones, estaba molido. Me recosté con la esperanza de que todo hubiese sido producto del estrés o algo similar, tal vez lo había imaginado.

Dormí profundamente hasta la madrugada, pero algo me despertó abruptamente y sentí como el miedo se apoderaba de mí. Lo primero que hice fue moverme, al menos tenía movilidad, así que me alegré. Mi cama también se movió. Al principio de forma leve, luego, con más fuerza, temblaba y aumentaba gradualmente su intensidad.

Pensé que era un terremoto, pero al mirar a mí alrededor vi que todo estaba estático. Mi horror se incrementó a niveles que no creí posibles al ver que la cama se levantaba del suelo. Intenté desesperadamente bajarme, pero cuando estiré mi mano para impulsarme, toqué una mano… Era enorme, gruesa, fuerte y helada. La solté de golpe, mientras mi corazón bombeaba tanto que pensé que tendría un infarto y, al asomar mi cara para mirar, pude ver un rostro con un par de ojos enormes. Quedé privado, completamente tieso como una tabla y perdí el conocimiento.

La luz del sol me despertó. Me levanté mucho más débil que la vez anterior, estaba mareado, todo el cuerpo me dolía. Tomé el móvil y me di cuenta de que habían pasado dos días. Entre llamadas perdidas de mis padres, reclamos de mi jefe y preguntas de mis compañeros, observé que había un mensaje de Lila: Te extraño, ¿Estás mejor desde que estás sin mí? ¿Duermes mejor?

En ese momento lo supe. Tuve la certeza de que había sido ella, Lila y su diabólica amiga estaban causándome esas alucinaciones. No sabía cómo lo habían hecho, pero no había duda de que habían sido ellas. En otra situación habría luchado, me habría resistido, pero había sido demasiado real, extremadamente horrendo, no podría aguantar otra noche así.

Le respondí que la extrañaba, que había cometido un error, que necesitaba verla. Ella me invitó a quedarme en su casa esta noche y acepté. No sé lo que me pase de ahora en adelante, pero dejo esta nota para que sea publicada en caso de que muera o desaparezca. No creo que sirva de mucho, pero al menos deseo que mi familia sepa que los amo y la razón de mi ausencia.

Mamá, Papá, ¡Los amo y los cuidaré siempre desde donde esté!

Con cariño…

Roberto L.


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